Jimena Rodríguez Estrella no vive en paz. Desde que su expareja la golpeó y amenazó en 2021, transita un estado de nervios y miedo permanentes donde a a pesar de las múltiples denuncias que ha presentado, nadie en tribunales parece dispuesto a oírla.
El calvario comenzó cuando la mujer fue retenida contra su voluntad dentro de su casa junto a su hija de por entonces un año, que también fue agredida por el hombre. La secuencia de violencia fue denunciada ante la Oficina de Violencia Doméstica y luego pasó a la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas Nº3 de la Ciudad de Buenos Aires, especializada en género.
A pesar de la gravedad de la denuncia, la justicia porteña le otorgó al agresor una suspensión de juicio a prueba, lo que comúnmente se conoce como probation, donde le fijaban el cumplimiento de unas simples pautas de conducta, que incluían una perimetral que le impedía acercarse a Jimena. A pesar de ni siquiera haber respetado eso, el caso terminó en un sobreseimiento. Como si nada hubiera ocurrido.
El expediente judicial fallido inició una saga de hostigamiento y acosos constantes a Jimena por parte de su ex. Se le aparecía en la esquina de su casa o en el local que tenía sobre la Avenida Cabildo. Llegó incluso a mandar gente a preguntar por ella y a acosarla de manera tal que tuvo que cerrar su negocio.
El año pasado, su ex volvió a interceptarla. La persiguió, fotografió y acorraló a plena luz del día en la Avenida Del Libertador, frente a su hija y a varios testigos. A pesar del descreimiento, Jimena hizo nuevamente la denuncia.
Sin embargo, la misma Fiscalía volvió a archivar el caso, alegando que no se trató de un episodio de violencia. La situación es irónica: hace unos pocos días, la Asesoría Tutelar de Menores confirmó que Jimena y su hija sufren violencia desde hace años. Incluso un juzgado civil ya restringió el contacto del padre con la niña, permitiéndolo sólo bajo supervisión de profesionales debido a su estado psicológico y psiquiátrico.
Jimena vive en un estado de alerta permanente, con miedo constante de que algo le pase a ella o a su hija. Sale lo menos posible y cada vez que lo hace, le avisa a algún familiar a dónde va y cómo se mueve. Ella es la víctima, pero vive como si estuviera presa y sin respuesta de un sistema judicial que le ha fallado constantemente.