Cristina se peroniza y baja al territorio para dar vuelta las encuestas

Cristina se peroniza y baja al territorio para dar vuelta las encuestas

Definitivamente, el 34 por ciento no fue el resultado deseado por la candidata a senadora de Unidad Ciudadana, Cristina Kirchner.


Definitivamente, el 34 por ciento no fue el resultado deseado por la candidata a senadora de Unidad Ciudadana, Cristina Kirchner. Menos que menos si ese número empardaba con su oponente de Cambiemos, el hasta hace poco ignoto para los bonaerenses Esteban Bullrich. “Estaba que trinaba la noche del 13”, recuerda uno de los presentes en el búnker en el estadio Julio Grondona, de Sarandí, cuando se consulta por el ánimo de la expresidenta en aquella jornada.

Pero “crisis” también significa “oportunidad”, dicen los chinos. Así que el equipo de campaña del cristinismo analizó el nuevo escenario posprimarias y puso blanco sobre negro en las innovaciones –por definirlas de alguna manera– que había aplicado Cristina en la comunicación, que, a diferencia de la oratoria, nunca fue su fuerte (ni el del kirchnerismo) tras el conflicto con los sectores ruralistas.

La expresidenta es una persona clave de la vida política argentina desde hace 14 años y ocupa el centro de la escena desde hace una década, teniendo tal vez el índice de conocimiento más alto del país de toda la comunidad política, con una marcadísima polarización entre los que la aman y la odian, sin lugar a la indiferencia. Por lo tanto, pocas sorpresas pueden deparar de ella y, las que se intenten, corren el riesgo de lucir impostadas y poco genuinas.

Un poco ese es el nuevo razonamiento que se impuso para el próximo mes de campaña de Unidad Ciudadana. “Cristina piensa que a la gente le gusta verla como es y cree que la gente no le va a creer una actitud diferente. Y además opina que si hubiera sido fiel a su estilo en vez de jugar al silencio, tal vez hubiera ganado”, explican operadores de UC.

Pero las encuestas apremian. Así como casi todas indicaban un mejor resultado de Cristina en las PASO (finalmente su diferencia fue de 0,2%), hoy todas comienzan a exhibir un triunfo ajustado de Cambiemos por entre dos y cuatro puntos porcentuales. El kirchnerismo duro sabe que tiene un techo difícil de perforar y ha tomado la decisión de salir a buscar los votos del peronismo que en las primarias simpatizaron con Florencio Randazzo y Sergio Massa.

“La idea es optimizar los recursos de campaña lo máximo posible. Creemos que en el interior tenemos algunos puntos para mejorar, pero acceder a algunas zonas es muy caro y lleva mucho tiempo. Entonces si pienso en ir a Bahía Blanca, donde puedo sumar tal vez cinco mil votos gastando mucho tiempo, en vez de ir a Merlo, donde puedo agregar 40 mil, claramente elegiremos Merlo”, grafica una voz autorizada del cristinismo.

La bajada de línea última dentro del comando de campaña K es que se visitarán solamente las ciudades de más de 50 mil habitantes y que se va por “el voto del sello”, es decir, el peronismo tradicional. La peronización no solo será discursiva (o al menos se intentará) sino también geográfica: van a bajar al territorio teniendo en cuenta a los intendentes. Esto es clave para la tracción del aparato, porque muchos jefes comunales se sintieron despreciados (en algunos casos con razón) por parte de Cristina y La Cámpora.

“Ella ahora va a ir a los territorios y respetar a los intendentes y su referencia local”, señalan. Otra fuente consultada, de llegada a la cúpula e inobjetable verosimilitud, matiza: “No se cambiará la relación con los intendentes sino con la territorialidad. Cristina va a ir más al terreno, haya o no intendentes o referentes”. Este operador también le pincha el globo a los pejotistas ortodoxos que se congratularon con el presunto gesto de la expresidenta con el barón de Florencio Varela, Julio Pereyra. “El relanzamiento de campaña no fue ahí como un gesto a los intendentes sino al distrito, que es donde se obtuvo una de las mayores ventajas”, añadió. Cabe recordar que Cristina avaló una lista interna de Nuevo Encuentro que compitió a nivel municipal con los de Pereyra, que fue derrotada.

Sea como fuere, las diferencias internas no tendrán lugar porque hay que acomodar la tropa para alcanzar un triunfo que parece difícil. Con ese fin, Cristina subirá el perfil y retomará la centralidad. “El silencio ya no sirve, hay que interpelar al votante que necesitamos”, admiten en Unidad Ciudadana.

Pero es un arma de doble filo. La Cristina combativa ensalza a su electorado pero suele espantar al resto. Fuera de micrófono, la dirigencia y los operadores del kirchnerismo lo saben. Como ejemplo está Mercedes: allí el intendente es Juan Ustarroz, el hermano de crianza del influyente Wado de Pedro, y ostenta una buena imagen de gestión. Pero en ese distrito del norte bonaerense la imagen de la gobernadora Vidal trepa al 60 por ciento. “Lo que puede terminar haciendo una visita de Cristina es planchar a Ustarroz. Mejor dejarlo que traccione lo máximo posible en una zona esquiva”, explican con honestidad brutal.

Cristina sorprendió también con su papel en el nuevo tire-y-afloje que va asomando en la relanzada campaña: el debate. En la sede de TN ya se reunieron dos veces con representantes de los cinco candidatos, incluyendo a un emisario de Unidad Ciudadana, que, sin embargo, aclaró en ambas oportunidades no tener potestad aún para dar por continuada o liquidada la negociación. Lo cierto es que los otros cuatro frentes acordaron que el debate se realice el 4 de octubre en el programa A dos voces.

Aparentemente, habría una pugna entre dos sectores del cristinismo: los que están a favor de que debata (y que propiciaron la tan comentada entrevista que dio la candidata en Infobae) y los que no. Estos últimos terminan siendo, cuándo no, funcionales a sus presuntos archirrivales de Cambiemos. Porque en el oficialismo admiten que no quieren que Esteban Bullrich debata pero lo hará si hace falta. Eso sí, “si debaten todos”. Una ausencia de Cristina (que pide un debate a su medida en alguna universidad pública) sería la excusa perfecta para justificar que el exministro se baje del debate. Y, una vez más, Cambiemos y el kirchnerismo bailan un tango perfecto al compás de la polarización.

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