Alberto centra su gestión en el acuerdo con el FMI y la provisión de vacunas

Alberto centra su gestión en el acuerdo con el FMI y la provisión de vacunas

Por Horacio Ríos

En Rusia estarían conformes con el proceso encarado por Richmond y en Madrid, Roma y París hubo apoyos por el tema FMI.


Los principios en los que abrevan los gobiernos responden a las necesidades de la coyuntura política y se modifican de acuerdo con las exigencias de la época. En 1852, Juan Bautista Alberdi propuso aquella máxima que rezaba: “gobernar es poblar” en su libro “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”.

Luego, a tono con los tiempos en los que la organización nacional ya se había concretado y era hora de encarar la enorme tarea de reemplazar el estado oligárquico, Juan Domingo Perón consideró que “gobernar es crear trabajo”.

En 2021, la coyuntura exige otras máximas. En estos días, “gobernar es vacunar”, plantearía el filósofo atento a sus compatriotas, que mueren o se infectan por miles a su alrededor.

En medio de la escasez de vacunas que azota al planeta, pareciera que Argentina es uno de los poquísimos países de la zona del subdesarrollo que intentará con cierta seguridad llegar al autoabastecimiento de vacunas, gracias a su privilegiada relación con Rusia y China.

Tratar que el FMI postergue sus pretensiones

Paralelamente, Argentina se encamina nuevamente a establecer un nuevo hito –como en 2005 lo hizo Néstor Kirchner- en la negociación con el Fondo Monetario Internacional, una entidad a la que se puede adjetivar con cualquier mote menos con el de ser una corporación afecta a la práctica de la solidaridad.

La paradoja vuelve a hacerse presente en esta ocasión. Aquí, en el país, se acusa al gobierno del Frente de Todos de hacer política desde una supuesta fragilidad o debilidad.

El sábado último, el presidente débil se tomó un avión y viajó a Europa, donde ya se ha entrevistado con el presidente y el primer ministro de Portugal –Marcelo Rebelo de Sousa y António Costa, respectivamente-; con el Rey de España, Felipe VI y con el Presidente Pedro Sánchez; con el presidente francés Emannuel Macron y, al cierre de esta edición, se disponía a reunirse con el Papa Francisco, con el primer ministro italiano Mario Draghi y con la propia directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. ¿El objetivo? Encauzar la ríspida negociación con el organismo multilateral de crédito, que hasta ahora se limitó a proponer a nuestro país la misma receta tradicional que exige a todos sus deudores: ajuste fiscal, equilibrio fiscal y “esfuerzos” extremos en favor de los bancos prestamistas.

Para allanar el camino, Fernández buscó establecer alianzas con el Palacio Elíseo, con el Vaticano y con el Palacio de la Moncloa. Sobre estos tres vértices intentará la Argentina modificar el juego sempiterno del FMI, que siempre se mostró cruelmente inflexible con los países subdesarrollados, a los que sumió en muchas ocasiones en desoladores procesos de empobrecimiento y violencia social.

 

En los últimos días, el Papa Francisco se comunicó con algunos miembros de su grey, como el presidente estadounidense Joe Biden, su secretario de Estado, John Kerry y con la propia Georgieva. Las sugerencias del Sumo Pontífice tuvieron que ver con alargar los plazos para que Argentina se ponga al día con el FMI, teniendo en cuenta especialmente el proceso de endeudamiento que tomó el gobierno de Mauricio Macri, que salteó hasta las propias normativas del organismo de crédito para prestar fondos.

Biden, que busca diferenciar su gestión de la de su antecesor, Donald Trump, habría comprometido algún tipo de apoyo no demasiado explícito. Más bien, un dejar hacer diplomáticamente discreto, que no deje expuesto al State Department, que antes usó su influencia para que el crédito le fuera otorgado a la Argentina más allá de toda legalidad.

Macron, por su parte, se comprometió a apoyar a la Argentina en su ímproba tarea de renegociar el acuerdo que firmó en 2014 Axel Kicillof con el Club de París, el cual fue incumplido por Macri, que pagó el mínimo para no ir al default. Son 2.400 millones de dólares, que el Club -cuyo coordinador es un francés, pero que componen otros 19 países, que deben dar su acuerdo- exige que para ser prorrogado Argentina debe lograr la venia del FMI. Según palabras del propio Macron, dirigiéndose a Alberto, “Francia está a su lado”. Aquí hay un camino, aunque largo y sinuoso.

Un posible acuerdo con ambos organismos sería muy trabajoso, pero si se lograra, el alivio para Argentina sería casi inmediato. En especial, porque cederían un tanto las exigencias de realizar un ajuste, que fueron hasta ahora insoportables, dada la fragilidad económica que heredó el gobierno del Frente de Todos.

Para allanar el camino, Fernández buscó establecer alianzas con el Palacio Elíseo, con el Vaticano y con el Palacio de la Moncloa. Sobre estos tres vértices intentará la Argentina modificar el juego sempiterno del FMI, que siempre se mostró cruelmente inflexible con los países subdesarrollados, a los que sumió en muchas ocasiones en desoladores procesos de empobrecimiento y violencia social.

¿La soja es peronista?

El popular yuyo se cotiza en estos días a mucho más que en los tiempos en que Néstor Kirchner regía la República. En aquellos tiempos, cotizó a casi u$s220 en 2003, subió luego a casi u$s300 en 2004, para caer a algo más de u$s200 en 2005 y 2006. Luego de una pronunciada suba en 2007, cuando superó los u$s300, en 2008 rozó los u$s450 y cayó en 2009 y 2010 un poco por debajo de los u$s 400. En 2012 volvió a subir hasta más de u$s 500, cayendo luego en 2013, 2014 y 2015 un poco por debajo de los u$s400.

En estos días, por el contrario, la oleaginosa llegó a un precio fastuoso en el Mercado de Chicago, al alcanzar el 12 de mayo último –apenas ayer- los u$s610,13.

La noticia sería excelente si el mercado estuviera alineado con los costos internos, pero existen conflictos públicos y larvados con el Estado argentino. Los primeros se expresan con las declaraciones públicas de protesta y los llamados a la rebelión fiscal por parte de las organizaciones que nuclean a los productores. Los segundos se resuelven con el contrabando, que en algunos puertos privados es realmente significativo.

De todos modos, buenas ventas significan buenos impuestos si todo marcha normalmente. ¿Hace falta que vuelva la Junta Nacional de Granos, que regulaba los precios del mercado y el abastecimiento interno de los cereales? Esa pregunta recorre los pasillos de la política desde hace mucho tiempo. La respuesta se verá con el correr de los próximos años.

 

Vacunarte

La cruel y persistente pandemia no da respiro. Son tiempos en los que no hay casi ninguna buena noticia. Ni siquiera hay espacio para un poco de demagogia.

La única esperanza son las vacunas, porque todo lo demás es oscuro. Esas odiadas jeringas son la única barrera ante la muerte o, en el mejor de los casos, ante una enfermedad que sea más suave que la parca. En este camino, algunas voces cercanas al Instituto Gamaleya aseguran que existe conformidad con la producción enviada para su supervisión por el Laboratorio Richmond. En unos pocos días se sabrá si la noticia es cierta, pero los voceros son confiables.

Por estas razones, llaman la atención algunas voces que peroran en los medios de comunicación, que primero llamaron veneno a la Sputnik V, luego sembraron la desconfianza ante sus efectos y, finalmente, centraron sus críticas en los “inoculados VIP”, que fueron vacunados sin hacer la cola diseñada por las autoridades (personal médico, personal docente, de seguridad, mayores de 90, mayores de 80, personas con comorbilidades, mayores de 70, mayores de 60 y los que seguirán).

Algunas declaraciones –que, de todos modos, son sólo palabras- sorprenden por su crueldad, como si el apotegma de la izquierda extraparlamentaria, “cuanto peor, mejor” fuera su objetivo.

La única diferencia entre la política y la política de poder es que la primera construye naciones, en cambio la segunda sólo se referencia en los negocios.

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