Jaime Durán Barba, entre la filosofía y la fiebre amarilla

Jaime Durán Barba, entre la filosofía y la fiebre amarilla

Confundió los planteos peronistas de hoy con los del pasado, a Guillermo Moreno con López Rega y al Plan de Lucha de 1964 con un acto fascista.

Durán Barba, protagonizando la paradoja.

Jaime Durán Barba, devenido en clave filosófica, homologó, en una columna publicada en el diario Perfil, a Cristina con Maduro, al fascismo con el comunismo, al falangismo con los guerrilleros de izquierda y con los miembros de las Tres A, en una melange ideológica que lo zarandeó entre el liberalismo político, la filosofía en el tocador y la grieta entre la “elevada” cultura occidental y el sanguinario populismo sudamericano, proclive al manejo del cuchillo y a la utilización de los motochorros para matar opositores.

Describiendo a los peronistas, el ecuatoriano alegó, rozando el delirio cannábico y encerrando a todos los seguidores del general Juan Domingo Perón en una especie de bolsa de arpillera de Pandora (una caja sería una figura demasiado literal), que “por momentos se matan como en Ezeiza, se insultan violentamente, se denuncian entre ellos por sus actos corruptos, pero agachan la cabeza y vuelven a la manada cuando pueden conseguir dinero o poder. Odian la libertad de expresión y a quienes piensan con independencia. Reúnen lo que Adorno menciona como ingredientes de la personalidad autoritaria: son machistas, antisemitas, misóginos, homofóbicos, mesiánicos”. ¿No será demasiado? ¿Habrá, entre tantos defectos, aunque sea una virtud? ¿Serán intrínsecamente malos todos los peronistas?

Luego, Durán Barba relató su incursión para asesorar a la alcaldesa de Chacao, Irene Sáez, que en 1998 le llevaba una ventaja de 20 puntos a Hugo Chávez en las encuestas, pero que guardaba una imagen con una absoluta ausencia de opiniones negativas, que “era mala. Una imagen tan pura era un globo vacío que podría explotar en cualquier momento”. Y, efectivamente, la sapiencia del ecuatoriano, que estaba asociado con un consultor estadounidense, no le alcanzó a la dama y el coronel triunfó y comenzó una nueva etapa en la vida política venezolana.

Enseguida, el ecuatoriano se metió con Norberto Ceresole, un argentino que fue el primer biógrafo oficial de Chávez, al que denominó como un “revolucionario, peronista, nazi”, que describió en su libro a Chávez como un líder “a medio camino entre Jimmy Carter y Frantz Fanon” y al chavismo naciente como “una versión levemente militarizada de la vieja socialdemocracia”.

Claro, el publicista de Macri tenía que encontrar un punto de contacto entre la lejana Venezuela y nuestro país, y entonces denunció a Ceresole como autor de los libros La “cuestión judía” en América del Sur y Terrorismo fundamentalista judío, acusándolo de que “mentalizó la persecución a los judíos venezolanos cuando la mitad de ellos tuvo que irse del país”.

Citando a Ceresole, mezclando la Biblia con el calefón, manzanas con limones y a Dios con Alá (algo que ni cristianos ni musulmanes repudiarían), lo acusa de haber planteado en su obra que “existe un poder mundial manejado por un lobby judío de los Estados Unidos, el atentado contra la AMIA fue obra de judíos, el Holocausto es un mito y los oprimidos se liberarán gracias a su conciencia racial y las fuentes religiosas martirológicas cristianas y chiitas”.

Luego, en la cumbre de su  raid por la historia de un fenómeno que no entiende, Durán Barba acusó al peronismo, porque “enfrentó a los gobiernos radicales con un discurso semejante”. Cuestionó además el Plan de Lucha de 1964 contra Illia, al que calificó como un “capitalista que había aprobado la ley de salario mínimo, vital y móvil”, plan al que los peronistas planteaban que desarrollaban “contra el gobierno al servicio de la banca extranjera y el capital imperialista; por los derechos inalienables de los trabajadores; por una economía nacional y productiva y en contra de la especulación financiera; contra la oligarquía terrateniente, la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio; por la nacionalización de la banca extranjera; rechazo a las importaciones que arruinan la economía nacional; por un gobierno popular que no esté de rodillas ante los poderes imperiales; por una Argentina Justa, Libre y Soberana”.

Comprensiblemente, el asesor extranjero de Macri, que conoció a la Argentina superficialmente, olvidó que el peronismo permaneció proscripto durante 18 años, que fue prohibido su nombre, interdictos sus símbolos gráficos y aún innombrados sus líderes, sus imágenes y toda otra alusión que solo recordara su existencia.

Luego, Durán Barba recordó que los peronistas “usaron el mismo discurso para combatir a Arturo Frondizi y a Raúl Alfonsín”. Es decir, al peronismo proscripto con el que terminaba de salir de la proscripción. El primero había sufrido el fusilamiento de 33 de sus militantes en 1956 y al segundo le habían asesinado a miles de militantes y habían desaparecido sus cuerpos.

Irrumpiendo a continuación, repentinamente, en el presente, Durán Barba retrotrae aquellos antiguos actos nacidos en la clandestinidad, para alegar que “las mismas consignas revolucionarias firman ahora Moyano, Baradel, Yasky, Pino Solanas, D’Elía, Guillermo Moreno, Carta Abierta, Hebe de Bonafini, Milagro Sala, Grabois y otros partidarios de Maduro”.

Continuando con su costumbre de saltar de rama en rama cual orangután travieso, casi como un publicista de manual, Durán Barba acusó de corruptos a Báez, a las hijas de Hugo Chávez y hasta al hijo de Maduro, al que ubica repetidas veces protagonizando actividades reñidas con la moral y el buen gusto, “bailando en medio de una lluvia de billetes de cien dólares, conduciendo un coche enchapado en oro a la salida del Hotel París en Montecarlo” y siendo, en una palabra, el idiota soñado por la oposición venezolana y por él mismo.

Incurriendo en otro prodigioso salto geográfico, político y aún filosófico, el asesor ecuatoriano comparó el ayer y el hoy con desparpajo, expresando que “no hay oficinas que se parezcan más que la de López Rega y la de Guillermo Moreno, plagadas de imágenes de santos y violencia” (?????). ¿Desde cuándo los santos invocan a la violencia? ¿Desde cuándo es sinónimo de violencia el cristianismo, siquiera?

Luego, comenzó en su extravío a hacer asociaciones libres entre supuestos militantes de la Juventud Sindical Peronista que antes pertenecieron a las Tres A y que ahora se abrazarían con los hijos de sus víctimas “para llevar al poder a la Caudilla de Argentina por la Gracia de Dios” (?????).

En carácter iconoclasta, uno de los roles que más le agradan, Durán Barba interpretó con escasa fortuna la historia del peronismo y del kirchnerismo, alegando que sus “raíces históricas están en Guardia de Hierro, los fascistas de Tacuara y los Montoneros, que conservaron una tacuara en su escudo de armas”.

Finalmente, Durán Barba entró de lleno en la apoteosis de la “filosofía barata y zapatos de goma”, al comparar una vez más los sucesos de Venezuela con lo que pasa –y aún lo que pasará en el futuro– en la Argentina. Describe así que “las que cometen los asesinatos masivos en Venezuela son guardias revolucionarias paramilitares. Si Cristina gana las elecciones –continúa–, cambia la Constitución, como anuncia, y arma a los barras bravas, a su Vatayón Militante de presos comunes, a los motochorros y a grupos de narcotraficantes para que maten a sus opositores tendríamos una guardia semejante”.

Los publicistas no deberían incursionar con tamaña liviandad en la filosofía y en la historia de las ideas políticas. Peor aún, un extranjero no debería traer a colación al peor Sarmiento, el que pidió que no se ahorre sangre de gauchos, “lo único que tienen de humano” –describió–, porque ese mismo Sarmiento fue el creador de la grieta definitiva entre la civilización europea y la barbarie de los nativos de esta Patria. Podrían caer en el error de socavar los puentes que saltean las grietas, o, peor aún, caer desde ellos.

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