Una ciudad de presidenciables sin Massa

Una ciudad de presidenciables sin Massa


Impregnada por el escenario nacional, dos de los grandes ganadores en las urnas del último domingo son, a la vez, potenciales presidenciables: Lilita Carrió, que si bien salió segunda en Diputados “resucitó” políticamente con Unen, y Mauricio Macri.

Macri fue el más explícito. Aprovechó el contundente triunfo de Gabriela Michetti en Capital para lanzarse como futuro “presidente del cambio”. Pero, ¿es posible pensar en las presidenciales sin haber ganado la provincia de Buenos Aires? El jefe de Gobierno solo logró colar algunos candidatos en las listas de Sergio Massa en Buenos Aires –su eventual competidor en 2015–, aunque no logró armar nada relevante en el territorio bonaerense, luego de que Michetti declinara pasarse al territorio bonaerense. Difícil imaginar chances presidenciales con una carencia de semejante peso.

La resurrección política de Carrió, cuando su tiempo parecía agotado, desmiente una creencia, sostenidas por varios consultores: no hay que dar por muerto a nadie en la política criolla porque no es, definitivamente, cierto que aquel que cae en desgracia no se levanta más. Aquella máxima ya la habían desmentido los Kirchner después de 2009 y ahora lo hace Carrió, en territorio porteño.

La furia antikirchnerista que domina los centros urbanos, con especial despliegue en Capital Federal, hizo que dos vertientes que nada tienen que ver una con la otra se unan en Unen: el populismo chavista de Pino Solanas y Vicky Donda y el republicanismo liberal de Elisa Carrió. No los unió el amor sino el éxito de las fórmulas antikirchneristas

El comportamiento histórico de los porteños indica que, en Capital, domina el voto moderado. Esto significa que, políticamente, los porteños se parecen más a Carrió, Terragno, Lousteau o Prat Gay que a Solanas o a Tumini. Y sin embargo, en las últimas elecciones, a los moderados les fue mal, mientras que Pino, quien llegó competir con Daniel Filmus en el debate televisivo por el podio pro-iraní (ambos defendieron a Irán, en la política alianza internacional de alianzas), fue quien se erigió como triunfador.

¿Se transformaron en chavistas los porteños o, en cambio, Pino se vio beneficiado al sumarse al republicanismo antikirchnerista? Es indudable que, en términos individuales, Solanas se benefició al aliarse con la vertiente republicana liberal del carrioísmo, aunque al hacerlo haya destruido a la fuerza política que había venido construyendo. Unen es bueno para él, pero malo para el colectivo que el cineasta venía representado.

La Capital castigó a Daniel Filmus, pero consolidó a Juan Cabandié, a pesar del exabruto que protagonizó el camporista con el famoso “correctivo”. Aunque, tal vez, las razones de la derrota kirchnerista en la Ciudad haya que ir a buscarlas bastante más atrás. Es posible que en Unen tengan razón cuando dicen que esa fuerza haya surgido para resolver el voto culposo a Macri de muchos porteños. En una palabra: para darle solución al dilema de ser progresista en Capital y tener que votar a Macri para que no gane el kirchenrismo. Aunque no convenzan del todo, el progresismo de Unen encontró en Pino y en Carrió una canal por donde expresarse. Y paradójicamente Filmus, más que Cabandié, fue el más perjudicado.

Que Cabandié haya mantenido el mismo caudal de votos que en las PASO, e incluso un poco más, expresa, en cambio, que el voto duro del oficialismo permanece inalterado. El núcleo duro del kirchenrismo se acotó, pero también se galvanizó ideológicamente. Cabandié es la fiel expresión de ese núcleo duro K.

Otra prueba de que al cuadro global de la política argentina no habría que verlo con los anteojos de la dinámica porteña, es la ausencia de una expresión del massismo en Capital. A fin y al cabo, se trata de la novedad en estas elecciones. Lavagna no logró acordar con Sergio Massa, pero tampoco lo hizo con Macri. En paralelo, también es notoria la falta de consolidación de la alianza entre la UCR y socialismo que se está dando en otros distritos.

Massa ofreció una solución a la demanda de competencia política que otros no podían terminar de construir. El pluralismo, entonces, peronista diseñó una salida, que encarna el tigrense, que impulsó la posibilidad de una transición política incruenta. Porque Massa compite con Scioli, es cierto, pero también lo es que, al mismo tiempo, le está facilitando el trabajo porque le ha devuelto la autonomía al peronismo.

Hasta hace muy poco, era vox populi dentro del peronismo que, quien levantara la cabeza frente al Gobierno nacional, corría peligro. El tigrense se animó a ese riesgo. Un riesgo que, de nuevo, es bueno para el sistema democrático y la competencia política, pero no le es tanto para la competencia de partidos. El massismo demostró, también, que había un espacio politico vacante, pero que, paradójicamente, ese espacio nuevo, a pesar de mostrarse como la expresión opositora por excelencia, no terminó de anclar en Capital, un distrito opositor por excelencia.

A la vez, el massimo también representa un desequilibro, en terminos de representatividad, a favor del peronismo (como decía esta semana Pepe Mujica: “hagan la cuenta, son todos peronistas”) y un corrimiento hacia los márgenes de la representación de otras fuerzas políticas.

Con la última elección, la Ciudad volvió a demostrar que es una excepción, antes que la regla, dentro del ecosistema político argentino.

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