Provincia: “No te echo, me voy yo”

Provincia: “No te echo, me voy yo”


Sobre el filo del límite legal para presentar alianzas electorales, el kirchnerismo más duro, que responde única y exclusivamente al liderazgo de Cristina Kirchner, pateó el tablero y cruzó de vereda, dejando atrás al PJ, con todo lo bueno y lo malo que carga esa mochila y decidiendo que la próxima contienda electoral será cada uno por su lado.

Al cierre de esta edición, acababa de presentar en la Justicia electoral el Frente de Unidad Ciudadana, compuesto por Kolina, Nuevo Encuentro, Frente Grande, el Partido de la Victoria y Compromiso Federal. Aunque a esa hora aún era una incógnita, operadores cercanos a Máximo Kirchner aseguraron a Noticias Urbanas que, “si bien la certeza estará recién el 24 de junio (fecha del cierre de listas), es ya casi imposible que ella no sea candidata. Ya es muy difícil dar marcha atrás”. En ese mismo momento, Cristina estaba reunida con 36 intendentes analizando la situación futura. Otra fuente vinculada a esos jefes comunales dejaba trascender que dirigentes del conurbano estaban “molestos con la noticia (inconsulta, obvio) de no poder competir bajo el paraguas del PJ” y presentaban dudas por las posibilidades legales de hacerlo. ¿Y el plan B? Sería una lista encabezada por algún cristinista indudable, seguramente la intendenta matancera, Verónica Magario.

En términos estrictos, la novedad se dio a conocer cuando el presidente del justicialismo bonaerense, Fernando Espinoza, remitió una carta al hasta ahora único precandidato confirmado, Florencio Randazzo, advirtiéndole que algunos de los partidos políticos que conformaron el frente electoral con el que el PJ compitió en 2015 ya no iban a ser parte del Frente para la Victoria porque constituirían otro autónomo. Por si fuera poco, la carta –que en la praxis funcionó como un comunicado de prensa no explícito– le anuncia que él legalmente podrá presentarse con el sello de la histórica Lista 2.

La versión venía circulando desde hacía varios días pero en dirección contraria: los off the record que caían como cascada caótica apuntaban a que presionarían al randazzismo a conformar una agrupación propia por fuera del PJ porque, a decir de verdad, a nadie le es grato perder los beneficios que conlleva la marca electoral, básicamente los fondos partidarios que reciben del Estado y los minutos de propaganda oficial (ambos determinados por los resultados electorales precedentes).

También se conoció que de los partidos cristinistas que compondrían el Frente de Unidad Ciudadana había quedado excluido Miles, del siempre polémico Luis D’Elía. El expiquetero dio a conocer un chat de un dirigente menor de La Cámpora de La Matanza que le informaba que se lo daba de baja “para que no termine de explotar todo”, en alusión al rechazo que provoca D’Elía, quien igual manifestó su apoyo irreductible a Cristina.

Otra novedad fue la precandidatura a senador del intendente de José C. Paz, Mario Ishii, quien anunció que le peleará la primaria a Randazzo, desmarcándose de Cristina. “El partido está cerrado desde hace 12 años. Le pedí a Máximo que hagan internas y abran el PJ”, dijo a Radio La Red. Parece que su pedido no fue escuchado. La última participación en primarias de Ishii no tuvo un desenlace feliz: le peleó a Scioli la interna para gobernador en 2011 y luego denunció que la Junta Electoral partidaria y el Gobierno bonaerense “hicieron lo posible” para que no cuente con las boletas ni los minutos de propaganda oficial correspondientes. Pero, evidentemente, cree en las segundas oportunidades.

Más allá de la crónica de los hechos, con esta estrategia fuerte y sorpresiva, Cristina apuesta a todo o nada en el juego de la polarización. Aprieta el acelerador de la grieta política para marcar la cancha y dividir el campo blanco sobre negro. Kirchnerismo versus Cambiemos. No quiso que ni un ápice de su caudal electoral termine siendo funcional a posicionar a quienes no responden a su liderazgo. Fue un gesto que no es solo para su exministro sino destinado a todos aquellos que buscan jubilarla. Quien quiera beneficiarse de su vasto caudal electoral deberá estar en su lista, apoyarla a ella y bajo sus condiciones. El resto, que se quede en el PJ.

En el mismo tono que imprimió en su segunda gestión, fiel al dogma de Laclau, Cristina agudiza las contradicciones para revalorizar su mayor capital: el simbólico. Su poder territorial es escaso, hoy tiene solamente respaldo de un notable sector popular y un liderazgo firme con fuerte anclaje en el mundo virtual de las redes sociales y algunos medios. Aprovechando eso al máximo, desde lo simbólico quiere que quede claro que Randazzo representa lo viejo, el PJ ortodoxo y pactista, cuyos diputados fueron funcionales al “ajuste neoliberal” de Macri. Ella y los suyos son, así, lo puro (porque de nuevo hay poco).

La expresidenta, al alejarse del PJ, conurbaniza aún más su poder. De la quincena de gobernadores electos en la boleta del Frente para la Victoria, sólo su cuñada le responde, aunque sumó el apoyo del puntano Alberto Rodríguez Saá. El bloque del peronismo en el Senado está partido y muchos legisladores que la consideraban su jefa política al ser electos en 2013 podrían perder su banca en Diputados por el simple motivo de que las listas nacionales ya no las autoriza Carlos Zannini. Así, el cristinismo hoy es esencialmente bonaerense, pero, sobre todo, su fortaleza es la Tercera Sección electoral, con casi cinco millones de votantes (Córdoba y Santa Fe sumadas) y en donde Cristina orilla el 40 por ciento de intención de votos.

Al dejarlo a Randazzo sin oposición interna en el PJ, y negándose a abrir un vericueto legal que le impida competir (esos rumores también habían trascendido), Cristina evita sobre el final no ser esta vez la victimaria, se sacude el fantasma de la proscriptora y lo deja solo en la cancha para que su exministro pierda todos los votos que podía llegar a tener de simpatizantes kirchneristas.

Martirizar al adversario para que crezca es un error que ya cometió con Scioli y Macri. Tal vez ya sea demasiado tarde porque han pasado meses durante los que Randazzo se posicionó gracias al rechazo cristinista y sin formular una sola autocrítica profunda. Pero, bueno, se suele decir que no hay dos sin tres.

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