La política mirada desde el ombligo

La política mirada desde el ombligo

Si bien Zamora y Mercado son personajes muy distintos, es llamativo que ambos sostengan que todo lo que ocurre en política está dirigido a ellos y que al hacerlo se contradigan absolutamente.


Llama fuertemente la atención que el mismo día que el mundo se estremece con el inicio de la criminal guerra en Irak, algunos exponente de nuestra política criolla no titubeen en sentirse al ombligo del mundo, tal como puede verse en las declaraciones del diputado Luis Zamora y el legislador Jorge Mercado a Noticias Urbanas.

Si bien Zamora y Mercado son personajes muy distintos, es llamativo que ambos sostengan que todo lo que ocurre en política está dirigido a ellos y que al hacerlo se contradigan absolutamente.

Luis Zamora señaló que no se presentará a las elecciones presidenciales por ser éstas una farsa, ya que en ellas se vota sólo para presidente y vice. Esta idea, discutible pero respetable, se basa en la crítica a una dirigencia política que desoyó olímpicamente el reclamo social de que se vayan todos. Nada habría de particular en esto, si no fuera porque inmediatamente acusa al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de "Antidemocrático y Autoritario" por adelantar las elecciones de la Ciudad. Tamaña acusación se comprueba porque, con el cronograma propuesto por el Gobierno, "nosotros no vamos a tener tiempo para organizarnos". Es decir, las elecciones son antidemocráticas de acuerdo a si cumplen o no con las necesidades temporales del solitario diputado.

Este ombliguismo extremo es aún más llamativo desde el momento en que Aníbal Ibarra no adelantó ninguna elección. Por el contrario, su propuesta original, enviada a la Legislatura, fue que éstas se hicieran el 26 de abril, junto con las elecciones nacionales, expresando en los hechos la misma idea que Zamora dice defender. Es decir, que si la Legislatura no hubiera bloqueado la idea de Ibarra y las elecciones de la Ciudad se hicieran como dice querer Zamora que se hagan, es decir junto con las nacionales, en su opinión serían todavía más antidemocráticas, ya que le darían menos tiempo del que tiene ahora.

En el mismo sentido el legislador Jorge Mercado señaló que el secretario de Descentralización, Ariel Schifrin, partió en viaje oficial hacia Barcelona para escaparse de la reunión a la que estaba citado en la Legislatura y le sugirió "no jugar más a las escondidas si quiere mantenerse en el cargo".

Poco le importa al legislador que la citación haya sido un jueves y que el funcionario debía representar al Gobierno de la Ciudad como expositor en un importante foro internacional la semana siguiente. Siguiendo con su lógica, Schifrin debería haberse haberse negado a representar a la Ciudad, cancelando sobre la hora su participación, empeorando de esta manera la imagen internacional de la Ciudad de Buenos Aires. Todo para reunirse con él y con otros legisladores para responder a los importantes temas por los que fue citado.

Pero el ombliguismo llega al extremo cuando nos enteramos de que la citación fue para que el funcionario "explicara los gastos de su área", cosa que ya hizo tres meses atrás, en el marco de la discusión del presupuesto. Esto, de todos modos, poco tiene que ver con los motivos que el mismo legislador Mercado sostuvo en la sesión en la que se decidió citar al funcionario.

En ella sólo se habló de unas declaraciones periodísticas de Schifrin, en las que éste presuntamente denigraba a la Legislatura de la Ciudad. Algunos, pareciendo querer darle la razón, dedicaron horas de la siguiente sesión hablando de él, en lugar de dedicarse a los temas a los que deberían dedicarse. Si a lo anterior le sumamos que las declaraciones del funcionario fueron en un programa de cable y que prácticamente nadie se enteró de ellas, no podemos dejar de preocuparnos por políticos que piensan que lo único importante que ocurre en esta ciudad es lo que los atañe a ellos.

Una de las principales causas de la deslegitimación creciente de la política es la percepción por parte de los ciudadanos de que los políticos viven en un espacio autorreferencial, ocupados de sus cosas y absolutamente separados de las preocupaciones de la gente común. Algunos, sin dudas presos de un narcisismo preocupante, se esmeran por abonar esta percepción.

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