El 2005 hoy

El 2005 hoy

"Ibarra sabe que los días más difíciles empezarán 24 horas después de la elección cualquiera sea la chapa puesta".


Si bien el 2005 será un año electoral legislativo, algo que en apariencia resultaría de menor importancia si se lo compara con aquellos en los que están en juego los cargos ejecutivos, lejos estarán estos comicios de acercarse al calificativo del tipo de "testimonial" o "idealista", esos que los politólogos usan para restarle dramatismo al resultado.

Si uno mira para atrás en el pasado cercano, fue quizás la de 1987 la elección legislativa nacional más trascendente, con la diferencia que en aquella ocasión muchas provincias elegían también sus gobernadores cuando el período presidencial aún era de 6 años. Como aún se recuerda el todavía senador Antonio Cafiero iniciaba con su triunfo sobre Juan Manuel Casella en la provincia de Buenos Aires el retorno del peronismo al poder desde que lo derrocara la dictadura de 1976.

La Ciudad de Buenos Aires asitirá el año próximo al desembarco en su seno de la ex diputada chaqueña Elisa Carrió. En este distrito-vidriera, su pasado radical -además de su fuerte personalidad cuestionadora y mediática- le puede brindar un porcentual interesante a la hora del recuento. El ARI local forma parte de la coalición -y también del gobierno- de Aníbal Ibarra, que esta vez la esperará desde el lado de enfrente, coadyuvando con el candidato que finalmente proponga el kirchnerismo en el distrito. Los diputados porteños de la fuerza de Carrió acusaron al gobierno nacional de manejarse con la misma metodología del menemismo, tras el entredicho que provocara la blonda chaqueña en uno de sus ya clásicos arranques de furia televisiva contra el gabinete del santacruceño. Quizás sea la única que si hace una buena elección y no gana, no pase nada, dado la unipersonalidad de su armado y la finitez de su realidad de crecimiento.

A propósito del kirchnerismo, pareciera ser justamente ése el sector político que más capital arriesga en la contienda, aquél a quien sólo le sirve el escalón más alto del podio. Desde la Casa de Gobierno imaginan un 2007 ya no con un puñado de provincias chicas o medianas, sino con el manejo de las dos cajas de resonancia -y de riqueza- más fuertes que posee este país: la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Del otro lado de la General Paz y el riachuelo se develará la incógnita de cómo el peronismo dejará de ser bicéfalo tras los primeros años de convivencia difícil entre Kirchner y Duhalde, aunque sin esas traiciones que no permiten retorno a la convivencia pacífica en el peronismo. De allí saldrá también la ecuación legislativa entre ambos para la segunda etapa del gobierno.

En suelo porteño el oficialismo nacional tiene un doble problema: su hombre natural, Alberto Fernández pasará de largo la elección venidera, y a quién le toque salir a la cancha en la ocasión, de lograr el triunfo se habrá posicionado en un lugar expectante en el camino hacia la jefatura de Gobierno, dado los quilates de sus derrotados. Aquí vale la máxima que se escucha en los pasillos de los dos palacios por cien metros separados: no hay 2007 sin 2005. La otra dificultad radica en que Ibarra no le pondrá la alfombra roja para que lo despojen del poder que para esa época mantenga y además deberá lidiar -de no mediar imprevistos giros- con la defensa de una gestión que hasta el momento no concreta logros ni tiene el brillo prometido a pesar de un superavit mayor al esperado.

Ibarra sabe que los días más difíciles empezarán 24 horas después de la elección cualquiera sea la chapa puesta. Ejemplos anteriores preanuncian una dura negociación por los espacios de poder en las listas entre los dos socios mayoritarios de la coalición ganadora en el 2003, lo que determinará la capacidad de maniobra que tendrá el jefe de Gobierno cuando su incapacidad de ser reelecto comience a impedirle mantener el nivel de interlocución de las grandes decisiones.

Es en este complicado escenario en el cual coinciden -por diferentes caminos- la senadora Vilma Ibarra y el jefe de Gabinete porteño, Raúl Fernández, únicos desarrolladores de lo que se podría empezar a denominar como posibarrismo. La influyente hermana no oculta su "seguidismo" de las políticas que lleva adelante, aún con cierta cautela y sin obtener hasta ahora los resultados esperados, el ex legislador local y actual aliado, Alberto Fernández. Mientras tanto "el Colorado" Fernández intenta una trama que no los presente tan visiblemente como la sucursal metropolitana del gobierno nacional y carga además del armado con el peso de una gestión que lo muestra poseedor de una porción importante del andamiaje interno. Aún sin Cristina Fernández jugando en el tablero capitalino, curiosamente y para honrar a la Madre Patria, Fernández-Fernández es una de las hipótesis que cotiza por estos días con chances como la fórmula a futuro. Quién viene subiendo lentamente pero en forma sostenida, es el actual vicejefe Jorge Telerman, cuya virtud es el equilibrio para una amplia franja dirigencial, con base en sectores del actual oficialismo y otros del peronismo que apuestan a su figura para éste turno.

El centro derecha por otra parte espera a que Mauricio Macri defina en qué lugar del mapa plantará su candidatura. Su figura sigue siendo fuerte en las mediciones de la Ciudad pero el Gran Buenos Aires resulta una tentación sugerida por la multitudinaria cantidad de votos que a veces le trastoca su ordenada mente empresaria. Las fotos con Eduardo Duhalde, casi siempre con excusas futboleras, no son otra cosa que el preámbulo de lo que puede venir si desde Balcarce 50 decidieran inmiscuirse en la política provincial.

Ricardo López Murphy (con perfil más radical) y Patricia Bullrich han deshecho definitivamente una sociedad que nació muerta. La poca cintura del Bulldog sumada a la itinerancia crónica de "la Piba" fueron el cóctel del anunciado final. Ambos reconocen en voz baja que sólo tendrían alguna posibilidad en el caso que presidente de Boca emigre a otro distrito. Así y todo, y con el espectro progresista curiosamente dividido entre oficialistas y opositores (Kirchner y Carrió), la posibilidad de este espacio -cuya diferencia con los oficialismos radica casi exclusivamente en las políticas de seguridad- de realizar una buena elección está casi garantizado, salvo que cometan más imprudencias de lo aconsejado en estas lides, algo así como ir todos peleados y separados.

Plebiscitar el gobierno en la elección venidera es tan bueno para el gobierno como para los opositores. A favor de Kirchner hay mucha gente aunque bastante menos son los que avalan su gestión y su gente; Ibarra y su embrionario armado de transversales es bastante previsible para los porteños, pero al no participar directamente no podrá capitalizar la experiencia electoral pasada cuando se puso al hombro la coalición para ganarle a Macri, mientras éste último medirá las encuestas hasta el día anterior ya que nada le molestaría más que volver a perder en el distrito. Pero existen espacios amplios a ocupar a ambos lados de la línea K.

Si bien todo indicaría que vencer al doble aparato estatal es casi una misión imposible, habrá que ver qué nombres son los definitivamente quedan en la contienda. Si llegado el momento, las encuestas sugirieran que ninguno garantiza la victoria de los oficialismos, todavía le quedaría a la alianza pinguina-porteña la posibilidad de jugar en Capital -para satisfacción de Duhalde, que respiraría con alivio- su acción de oro: La Cristina.

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