Inversiones y geopolítica: Xi Jinping y Putin se juegan demasiado en Venezuela

Inversiones y geopolítica: Xi Jinping y Putin se juegan demasiado en Venezuela


Venezuela afronta por estos días una crisis muy dura, que no solo fue generada únicamente por sus propias vicisitudes internas. Como ocurre con cualquier país petrolero, su principal riqueza aunque no la única, los jugadores que intervienen en su política interna llegan desde todas partes del mundo.

Más allá de las furiosas protestas de la clase media -que le imprimieron su sello característico a la crisis venezolana-, existen otros protagonistas, cuyo accionar define muchos de los sucesos que azotan al país caribeño.

El país quedó en el centro de la escena internacional y fue protagonista del gran debate de la ONU del día sábado. El actual secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo intentó en ese momento que en el Consejo de Seguridad de la ONU fuera apoyada la intervención norteamericana en Venezuela, pero 19 de los 35 países que lo conforman rechazaron la moción. Esta inédita derrota demostró una vez que EE.UU. no está solo en la contienda, pero tampoco Venezuela lo está. En realidad, el país caribeño goza del apoyo de los países que no se alinean con la política exterior del State Department.

No sólo eso, sino que cuando este norteamericano de Orange puso como ejemplo a los manifestantes que expresaban su repudio contra Maduro, el representante de Rusia contraatacó destacando el accionar de los “chalecos amarillos” en Francia, proponiendo la figura de Emanuel Macron como contraespejo de la del venezolano. Así consiguió exponer a su rival estadounidense a una derrota que configura un mundo multipolar, sin liderazgos exclusivos como el que existía durante la época de la Guerra Fría, que tuvo lugar entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la explosión de la “perestroika”, que marcó el fin de la Unión Soviética.

También es pública la simpatía de los partidos que encabezan Vladimir Putin y Viktor Orban (entre otros, incluido Trump) con los revoltosos franceses, que se han negado repetidamente a que la izquierda capitalice políticamente su accionar antisistema. En este contexto, la vocera del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, María Zajárova, tuiteó con fina ironía sobre otro tuit de Macron.

Mientras éste alababa con cierta hipocresía”el coraje de los cientos de miles de venezolanos que marchan por su libertad”, la rusa expresó que quizás “los chalecos amarillos podrían ponerse celosos por sus palabras sobre Venezuela”.

De todos modos, el problema principal que sufre Nicolás Maduro por estos días es que no controla a los grupos internos de la nación bolivariana. El desabastecimiento que sufre Venezuela sobre algunos productos básicos, como medicamentos y algunos alimentos, tiene que ver con esa limitación. También este hecho hará muy dificultoso su derrocamiento. Es que los americanos pretenden quedarse no sólo con el petróleo, sino con todos los negocios que controlan esas supuestas “mafias”, que dejarían de serlo sólo cuando las empresas yanquis manejen los mercados. Se sabe, “mafias” son las que conforman los desconocidos y los incontrolables, no los amigos del bien…y de los EE.UU.

Por de pronto, la deuda que liga a Venezuela con China alcanzó ya los 70 mil millones de dólares. Por esta razón, el gigante asiático, que sostendrá a Maduro hasta sus últimas consecuencias, se dispondría esta semana o la próxima a jugar duro en las propias puertas de Wall Street.

La operación tendría lugar en uno de los bancos más prestigiosos de Nueva York. Un señor, cuya identidad podría ser cualquiera, se presentaría en una ventanilla cualquiera portando títulos de la deuda externa norteamericana por un total de alrededor de 1.000 millones de dólares -una suma matemáticamente casi despreciable- e intentará convertirlos a dólares, precisamente. Luego, anunciaría con china amabilidad su intención de comercializar en el futuro el resto de sus tenencias de títulos de deuda, que se miden en billones y se convertirían en un problema de imposible solución financiera para el país del norte, habida cuenta del gigantesco volumen que opera en su poder.

Por otra parte, hacia fines de 2014, Caracas enviaba diariamente cerca de 600.000 barriles de petróleo diarios a Pekín para saldar su deuda, pero actualmente esa cifra se redujo notablemente, a causa de una seria merma en la producción que afecta a Venezuela, lo que generó algunas rispideces con el gigante asiático, que de todos modos sostendrá la partida hasta el final.

No sólo eso. Ese petróleo barato impulsa aún más su economía y lo vuelve más competitivo en el mundo.

Para ponerle más condimentos a la situación estratégica, Venezuela posee además una empresa -CITGO-, que tiene una red de 6.000 estaciones de servicio y tres refinerías de combustibles en EE. UU. Adicionalmente, el 49,90 por ciento de las acciones de esta empresa fueron puestas como caución por Venezuela en una de sus tomas de deuda con Rusia -que suma 17 mil millones de dólares- y que hasta ahora no fue saldada. Este hecho hasta ahora no se tradujo en la toma de la empresa por parte de Rusia, pero abre esa posibilidad, lo que encendió en Wall Street algunas alarmas que preocupan al “stablishment” financiero y al complejo militar-industrial norteamericanos. Es necesario destacar que Petróleos de Venezuela (PDVSA) opera en fuerte sintonía con la rusa Rosneft, que lidera Igor Sechin, un empresario del riñón de Putin.

El líder de la oposición venezolana, Juan Guaidó, está intentando desde la semana pasada -hasta ahora sin éxito- apoderarse del directorio de CITGO designando nuevos ejecutivos y quizás éste sea uno de los hechos que obligaron a Pompeo a arriesgar -y perder- en su apuesta al apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU. La represalia de EE.UU. sobre Venezuela fue embargar las cuentas bancarias de CITGO, por lo que no pueden girar fondos hacia el país caribeño.

Finalmente, la Alemania de Angela Merkel, la España de Pedro Sánchez, la Inglaterra de Theresa May, la Francia de Emanuel Macron, la Holanda de Mark Rutte y el Portugal de António Costa le asestaron un ultimátum a Venezuela para que vuelva a convocar a elecciones en una semana o reconocerían a Guaidó. El resto de Europa -liderado por Italia- no comparte esta posición, pero si la situación no se decantara, podrían terminar aceptando la posición “dura” de los países nombrados.

En este punto, la Rusia de Vladimir Putin no compartirá ninguna de las posiciones anteriores. Ni moderados, ni duros, simplemente seguirán apoyando al país con la mayor reserva petrolera del mundo, al que apoyaron desde el inicio de la Revolución Bolivariana.

En este sentido, la diplomacia rusa jugó un papel más expuesto que la china. Es lo habitual. Los chinos son acreedores de una suma asimilable a casi la mitad de la deuda argentina. No necesitan ponerse tan duros. Sólo con esa posición dominante le basta. De todos modos, ambas potencias operan en sintonía y coincidirán en oponerse a una hegemonía absoluta de EE.UU. Una vez más, América Latina es el escenario de los conflictos geopolíticos del mundo.

Quizás el mundo ha vivido equivocado desde 1985 (cuando se acabó la Unión Soviética) y estamos viviendo la continuación de la Guerra Fría por otros medios, igual de duros, más complejos, multilaterales y no tan distintos.

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