Optimismo en medio de brindis, tarifazos y corridas

Optimismo en medio de brindis, tarifazos y corridas

El equipo económico del Gobierno anunció las pautas que se propone llevar adelante en 2018.


A veces son los grandes operadores financieros, o los industriales, o, peor aún, los malvados especuladores de la city los culpables de provocar las corridas, subas de precios e hiperinflaciones que aún traumatizan la memoria de los argentinos y, paralelamente, les complicaron la vida a los distintos gobiernos que se aposentaron en la Casa Rosada.

Pero en esta ocasión fue una conferencia de prensa la que destapó la caja de Pandora, aunque es justo reconocer que hasta ahora fue sujetada a tiempo, antes de que se produjera la debacle.

El contacto con la prensa, en el que el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne; el ministro de Finanzas, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, anunciaron que la meta inflacionaria del ocho al doce por ciento que figuraba en el presupuesto que terminaba de ser aprobado por el Congreso –y que ellos mismos habían elaborado– no iba a ser cumplida, fue casi un cachetazo para los mercados, que inmediatamente dispararon los precios y desataron una corrida en el dólar, que al cabo de una semana pareciera haber sido contenida.

De todos modos, el contexto en el que los espadachines económicos de Cambiemos lanzaron su estocada desmentía cualquier optimismo posible en cuanto al cumplimiento de las metas inflacionarias pautadas antes de ese 28 de diciembre (¿no se podía haber elegido otra fecha?).
Los aumentos que se anunciaban por esa misma fecha y en los días posteriores deberían bastar para aterrorizar hasta a Stephen King.

Por lo pronto, los precios de los combustibles subirán el cinco por ciento, según las petroleras, aunque voceros de la Cámara de Expendedores de Combustible elevaron su expectativa hasta el seis o el siete por ciento. El mismo camino seguirán las prepagas de salud (4%); la electricidad domiciliaria (24%); el gas hogareño (15%); trenes, subtes y colectivos (entre el 30 y el 55%); peajes en territorio porteño (del 36 al 83%); telefonía móvil (12%) y hasta el DNI y pasaporte incrementaron su valor en un 70 por ciento.

Paralelamente, la Cámara de la Mediana Empresa anunció que las ventas de sus asociados cayeron en 2017 en un 1,1 por ciento, denunciando a priori un estancamiento derivado de la caída salarial, los tarifazos y el impacto de las importaciones, que generaron grandes olas de despidos y fuertes caídas de las inversiones industriales.
Casi todos los economistas y las consultoras, tengan la tendencia que tengan, habían anunciado que la meta inflacionaria del ocho al doce por ciento contenida en el presupuesto era irreal, y estas estimaciones deben haber pesado en la decisión de convocar a la prensa, porque 2018 iba a ser el tercer año consecutivo en que esa meta iba a ser incumplida, de haberse mantenido esa pauta.

De todos modos, ya hay voces de la economía que también evaluaron que el 15% es irreal, vistos los incrementos que se anunciaron por estos días, a los que se deberán agregar otros más en los próximos meses. Incluso el titular de la consultora Abeceb, Dante Sica –que suele acertar en sus pronósticos–, ya evaluó que la inflación de 2018 no bajará del 18 por ciento. Por lo pronto, algunos ya anunciaron que en enero, la inflación será de aproximadamente el 1,7 por ciento, en línea con la que se viene produciendo. Y advirtieron que en el resto del año se vivirá una situación similar.

Por su parte, la lista de precios de algunas empresas proveedoras de hipermercados y supermercados, como Coca-Cola, Unilever, Arcor y Quilmes, serán retocadas en los días que vienen y tras ellos llegarán los más pequeños, que suelen esperar a sus hermanos mayores para atreverse a hacer lo mismo.

Es que muchas pymes temen al impacto que produciría en sus posiciones quedar fuera de la lista de proveedores de las grandes bocas de expendio, a pesar del maltrato constante a que son sometidas y a las complicadas negociaciones que deben encarar con sus gigantescos e incómodos clientes.

¿Un cambio de época?
Hasta el 28 de diciembre, el proyecto económico de Macri pasó por la etapa de la recesión provocada de sus primeros tiempos, por la contracción de la demanda que esta provocó y por la posterior recuperación, lenta y parcial del mercado, que resultó en especial de las grandes facilidades que les otorgó a los empresarios para que generen empleo y riqueza. De todos modos, no se anunciaron medidas de promoción industrial para profundizar la generación de abundancia, por lo que el método de las facilidades empresariales podría estar tocando su techo, en cuanto a los beneficios que genera.

No estuvo ajeno a este combo el blanqueo de capitales que se decidió en agosto de 2016, que resultó en el regreso al país de 116.800 millones de dólares, aunque para que ello ocurriera debieron ser otorgados a los tenedores de “dinero oculto” la posibilidad de volver a evadir al Estado a través de la adquisición de bonos y otras inversiones suntuarias.

Por su parte, el propio Sturzenegger aclaró que el Banco Central ahora podrá bajar las altísimas tasas de interés con las que intentó frenar la inflación. Al hacerlo, Mauricio Macri –la decisión de realizar los anuncios fue de él– se propone apostar al crecimiento económico, ya que hasta ahora el único sector que fue beneficiado fue el financiero, que cosechó ingentes utilidades invirtiendo en Lebac, al que estas medidas los convirtieron en los grandes perdedores del 28 de diciembre.

Dujovne, algo escaldado por algunas críticas provenientes del propio riñón del Gobierno, explicó: “Hemos decidido recalibrar nuestras metas de inflación: postergamos un año, de 2019 a 2020, la meta del 5 por ciento”.
El objetivo del Gobierno es permitir que suba el tipo de cambio. No hay que olvidar que aún existe un stock de soja retenido de cuatro millones de toneladas, a la espera de que esto ocurra.

Si la suba en el tipo de cambio –esto es, la devaluación– no se trasladara plenamente a los precios, la competitividad de la economía mejorará y la decisión del equipo económico –de Macri, en realidad– habrá sido exitosa.

La nota de preocupación la dejó el ministro Caputo, que planteó que el programa financiero exigirá endeudar al país por 30 mil millones de dólares en 2018 y por 26 mil millones en 2019.
Sobre esta materia advirtió el economista Guillermo Nielsen, que declaró que “cuando hay un déficit muy elevado y se traen dólares para financiarlo y se sigue financiando con el Banco Central, esto tiene un impacto muy grande en la inflación”.

Finalmente, Caputo se felicitó porque la normalización financiera del país “ha permitido bajar el nivel de tasas a las más bajas de nuestra historia: 4,5 por ciento versus el 15 por ciento de la década pasada”, y aclaró que “esa plata va a mayor asistencia social y a obras de infraestructura”.

Para aguar la fiesta, el economista Martín Kalos, director de la consultora EPyCA, puso el dedo en la llaga. “Los intereses en 2015 equivalían al 1,4% del PBI, y en 2018 van a equivaler al 2,3%. Esto significa que más plata que podría destinarse a otros gastos tiene que usarse para solventar el pago de los intereses de la deuda tomada. El problema es cuando esto empieza a requerir que otros gastos se hagan más chicos para poder pagar la deuda, algo que ya pasó en la historia argentina.”

El sector financiero y los tenedores de “dinero oculto” obtuvieron sus beneficios. Ahora faltaría la industria. ¿Será ese el camino elegido por el Gobierno?

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