Sorpresas te da la vida, dice la canción

Sorpresas te da la vida, dice la canción

El hombre se fue de esta vida y dejó, no uno, sino dos amores. El problema es que uno era oculto e ilegal y se conoció en la despedida. Shock!


La vida tiene sorpresas que a veces nos dejan en estado de shock.

Parece que ese hombre trabajador, devoto padre de familia, esposo abnegado, que cumplía con sus horarios, que jamás faltaba a sus tareas diarias y que honraba sus deberes familiares y cívicos y que los guardaba con precisión suiza, no era lo que parecía.

Se llamó en vida Guillermo del Castillo y dicen que siempre fue un hombre cumplidor, pero la realidad es que dejó tras de sí lo inesperado, justo al fin de sus días.

El hombre se fue de esta vida dejando sumida en el llanto a una esposa devota y a dos hijos sufrientes. Lo que siguió fue la lógica ceremonia del obituario, publicado como corresponde en el diario más serio de una ciudad argentina.

Su esposa Graciela y sus hijos Pablo y María Laura lo despidieron allí con el dolor que se espera que sufra una familia ante la finitud inevitable.

Pero, de repente, justo debajo del dolido mensaje de la esposa legal y de los hijos legales, hizo su aparición “esa otra”. ¿Tenía que ser tan explícita la señora Susana, que además ni siquiera puso su apellido, la chiruza?

¿Cómo es eso de “mi gordito querido”? Peor aún, encima será imperdonable para la shockeada familia legítima que “esa” le haya agradecido al difunto por “estos cinco años de felicidad” y encima la desafió con eso de “tu amor por siempre Susana”.

Ya lo dijo el gran Rubén Blades, cuando escribió esa envidiada canción llamada Pedro Navaja, en la que un sicario se encontraba de repente con la muerte en una calle desierta, a manos de una trabajadora del sexo -a la que previamente apuñalaba- que cargaba “un smitanueson del 38 del especial” que llevaba consigo “pa’que la libre de todo mal”.

Finalmente, en una mítica escena final imaginable, un borracho, después de recoger los pesos y el puñal que llevaba él y el 38 de ella, escapaba tambaleando por la calle, mientras cantaba “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay Dios”.

No sabemos cómo se expresará el dolor de los deudos en el futuro, pero es de esperar que el final de “la otra” no se asemeje al de Pedro Navaja, el sorprendido.

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