Putin y Trump marcan la cancha: ¿dónde queremos estar?

Putin y Trump marcan la cancha: ¿dónde queremos estar?

Opinión


La cumbre entre Vladímir Putin y Donald Trump renovó algo que en una metáfora futbolera sería como el superclásico del fútbol criollo. Clásicos hay muchos, pero súper, uno solo.

Esto implica, sumado a la frescura intacta de un Mundial impecable, el fracaso del intento del expresidente estadounidense Barack Obama y de sus socios occidentales europeos de aislar de las decisiones mundiales a la Federación Rusa. La posición del gigante euroasiático frente al bloque que hasta Helsinki tuvo enfrente de manera sólida –y verificable en las innumerables sanciones recibidas–, ha cambiado sustancialmente después de su breve charla con Emmanuel Macron en la final del Mundial acerca de los inmigrantes sirios (alguien que estuvo cercano al boicot) y, sobre todo, por la belicosa (y casi cómica en el acting) gira previa de Trump por Bruselas y el Reino Unido, que culminó en la distendida, aunque bien profunda, cumbre de Helsinki.

“La reunión con la OTAN fue muy buena, ahora sí tendremos una estructura militar fuerte, y la reunión con Putin fue aún mejor, excelente”, tuiteó Trump al regresar a los Estados Unidos, en medio de las críticas desatadas por las viudas del sistema, que hoy unifican al belicoso senador John McCain con Hillary Clinton –junto con el emporio comunicacional que les da soporte– en una sola voz. Europa aportará por Trump más dinero a la OTAN (dos por ciento del PBI), una cifra que dejarán de poner los Estados Unidos, en un triunfo rotundo del magnate.

El mundo está cambiando rápidamente y no es solo una cuestión de gobiernos e intereses. Probablemente esta sea la tendencia y la velocidad que regirá en los tiempos que se avecinan. Aferrarse a una estructura rígida y ya antigua, tal como intentan los líderes de la Unión Europea (ya sin el Reino Unido), la Zona Euro y la OTAN (junto a los Estados Unidos), no parece ser un buen negocio por estos tiempos. Sin ideas alternativas, solo refunfuñan.

China, Japón, Israel, Turquía, India, Arabia Saudita, México y hasta Irán, por citar solo a algunos de los grandes jugadores mundiales en distintos terrenos, se mueven más rápidamente que el Viejo Continente, entendiendo mejor el rumbo actual, más allá del estado de desarrollo de sus sociedades.

Trump es consciente de que hoy la relación de Rusia con casi todos los actores arriba nombrados es muy superior a la de su país. Sobre todo si se refiere a los acuerdos vigentes y a las proyecciones compartidas. Obviamente, Israel sigue siendo, como los saudíes, un gran aliado de los Estados Unidos, pero ambos han recuperado una buena sintonía con Moscú, unos por la situación de Rusia en Siria y otros por el andar del precio del petróleo.

Es normal que a pesar de ser la primera superpotencia mundial, Trump intente acortar la brecha con ellos que su antecesor le dejó en ese rubro, destacando de ese legado la “fortuna” que le cuesta a su país la defensa europea (o sea la OTAN) mientras descuidó alegremente al resto del planeta. Pretende entrar en la nueva lógica que él mismo genera gritando a quien no tiene poder y respetando a los países donde hay que pedir algo.

Es falso que no se abordaron temas estratégicos en Helsinki. Lo que no se alcanzaron, obviamente, son los acuerdos estructurales en cada uno de los conflictos, pero hubo una decisión compartida y firme de apartarse de la situación de enemigos absolutos para pasar a los acuerdos de cooperación posible entre los países, poniendo en la agenda todos los temas en positivo y las medidas concretas y los avances para abandonar la línea del daño en la que se estaba. De hecho, el Ministerio de Defensa ruso se pronunció de manera concreta para tomar contacto con el Estado Mayor de los EE.UU. para regenerar los puentes explotados.

Hay una decisión de ambos países, y sobre todo de los dos líderes, de dar una vuelta de página en la relación y volver a discutir sobre el relacionamiento de los países, acciones, gastos, acuerdos y todo tipo de “garantías” que entre ambos puedan sostener en beneficio mutuo y, por extensión, de todo el planeta. Nadie estaría tan loco como para desafiar militarmente al 90 por ciento del armamento nuclear del planeta. No olvidemos que Rusia puede jugar un rol clave si los Estados Unidos desean recomponer su relación con China.

Juego de tres

En lugar de las actitudes de despecho (en realidad, de debilidad) que demuestran algunos líderes occidentales y los principales grupos de medios que sustentaron la vieja etapa, sería mucho más provechoso estudiar estos encuentros, cómo siguen, por dónde pasa la nueva distribución de la riqueza mundial, dónde podemos los países emergentes participar en esta nueva realidad, colaborar desde nuestros lugares, entendiendo que habrá más fondos (por parte de estos actores) en negocios y menos en armas, una de las cosas más importantes a nivel mundial que se abordaron en Helsinki.

Pronto, el G20 nos tendrá como anfitriones. Estarán todos los grandes, y ellos dos podrían reunirse en Buenos Aires para profundizar los acuerdos. Quizá jugar de locales sea nuestra última oportunidad de no errar y sí de subirnos al tren correcto.

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