Subtes: Pungas, sonrían, los estamos mirando

Subtes: Pungas, sonrían, los estamos mirando

Un grupo de usuarios del subte abrió una página para mandar al frente a los amigos de lo ajeno, cuyas líneas preferidas son la C y la D. Ojo si anda por Catedral, Diagonal Norte y Carlos Pellegrini.


Hacen horario de oficina, se visten con ropa de oficina, pero no trabajan en la oficina. No. También están aquellos de estricta fajina y sudor, las caritas de ángel y los abuelos hechos y derechos. Gente común. O no tan común. Los sobretodos con llantas y los morrales con corbata, por más onda palermitana del todo va con todo, no, no los hace tan comunes. Y en medio de tamaña facha, la bolsa, a todo nylon. Y a todas luces vacía. Se trata de los pungas del subte porteño, que siempre existieron pero que, conforme avanza el tiempo, van depurando la destreza a la hora de camuflar la mano como un titiritero, para operar con la astucia del mago. Y si la presa no está distraída, entonces se la distrae.

Fue su incremento numérico de los últimos meses, en términos de exponentes y también de abanicos delictivos, lo que hartó a un grupo de pasajeros que en octubre de 2012 decidió abrir una página de denuncia y autoprotección –hola, GCBA y Metrovías– llamada Pungas en el Subte de Buenos Aires (www.peesba.com.ar), tras cuatro años de lucha atómica y casi invisible. Luego, redes sociales como Facebook y Twitter hicieron lo propio: viralizaron la noticia de un golpe, otro golpe, nuevos golpes que se replican cotidianamente en distintas líneas, en todas las líneas, y en la mayoría de las estaciones, en el vagón, en el andén, en las escaleras. Y viralizaron también los escraches, con foto, nombre y apellido y hasta DNI del punga en cuestión, metodología que encuentra su correlato físico en el papel que lleva impreso el primer plano del punga repudiado, pegado en las paredes de las estaciones. Así, mientras disfrutaba de su merecido break, uno de ellos fue pescado por una cámara oculta, principal mecanismo de defensa del grupo –¿o táctica?– para no culpar a cualquiera. La leyenda de Nike en el medio del pecho del tipo, toda una declaración de principios espontánea: Just do it.

Dicen los responsables de Pungas en el Subte de Buenos Aires (Peesba) en su página homónima: “Somos un grupo de personas interesadas en crear un país mejor y desde nuestra humilde posición intentamos aportar nuestro granito de arena para lograr ese objetivo. Nuestro granito de arena se encuentra compuesto precisamente por prevenir a la gente para que no sea víctima nunca más de este tipo de delitos (identificando a los ladrones, explicando su accionar y brindando todo otro dato que pueda servir para individualizarlos), y concientizar a la gente de la existencia de esta amenaza latente, que viven diariamente todas las personas que utilizan el transporte público”. Allí, ofrecen desde asesoramiento online hasta los distintos modelos de denuncias penales, pasando por un listado pormenorizado de los más de 500 pungas que pululan bajo tierra sin discreción alguna, acaso conscientes de su cáscara –¿o es raíz?– temeraria e impune: las hay de un colorado Canosa, con zapatos de reptil, uniforme de animal print, como Sandra, la descarada. ¿Burla? ¿Y aquellos que, como exagerando el gesto maradoniano, se llenan los brazos de relojes y publican la imagen en Facebook? ¿Y qué de aquellos que se sacan fotos, como una extraña prueba de vida, con el celular recién robado, para ir a venderlo enseguida a los locales subterráneos? Acto autocelebratorio. ¿Y la policía? Bien, gracias. Desde la misma organización piden que oficiales de civil recorran las líneas y señalan que en determinadas estaciones, a determinadas horas, los agentes pasan a cobrar el peaje. Clinc caja.

“Nos cansamos de pedir audiencia con el Gobierno porteño, y la empresa concesionaria no puede hacer nada. Mientras tanto los robos se multiplican. Hoy las líneas más afectadas son la C y la D, y las estaciones en donde más se delinque son Catedral, 9 de Julio y Tribunales de la D, Diagonal Norte de la C, y Carlos Pellegrini de la B, justo en donde se dan las combinaciones y circula mayor cantidad de gente”, cuenta a Noticias Urbanas Santiago Japas, miembro de la organización hace dos años. “Ningún funcionario nos llamó. No se soluciona lo que no se quiere solucionar”, expresaron otros integrantes de Pungas en el Subte de Buenos Aires que prefirieron preservar su identidad. Pese a que la empresa argumenta “no poder hacer nada”, los trabajadores del subte suman su buena voluntad al conocimiento del mundo punga.

Hace unos días, cerca de las cuatro de la tarde, una formación de la Línea D, repleta de pasajeros, se detuvo en Plaza Italia. Ahí nomás se escuchó por los parlantes la advertencia del motorman: “Atención, por favor. Se les recomienda cuidar sus pertenencias por presencia de pungas vomitadores” (ver recuadro). Entre varias iniciativas que manejan en Peesba figuran la difusión de los rostros de los pungas en los televisores de los andenes y una movilización para ganar visibilidad ante el avance de las bandas –los pungas no acostumbran a actuar en soledad– de los viejos, los flacos, los gordos. Los gordos se caracterizan, justamente, por los atracos en las puertas, cuando se da el amontonamiento. Todos tienen su sello.

No falta el usuario que, desbordado de indignación, faje a algún punga. En uno de los tantos videos que el grupo Pungas en el Subte cuelga en YouTube a diario, cazando a los amigos de lo ajeno, se puede ver cómo uno de ellos cobra de lo lindo y pide permiso al policía interviniente para juntar por favor los dientes del piso. En otro material, se muestra el arrebato a Cara de Goma, uno de los pungas veteranos que “trabaja” en todas las líneas. “Yo no robo ni a obreros ni a peones. No tengo captura. Entro y salgo, entro y salgo. Gracias por hacerme famoso”, declaró, sincericida.

“El tema es que desde que los subtes pasaron de Nación a Ciudad, esto es tierra de nadie. Hay mucha gente de Bolivia, Perú, Chile que viene a robar. Y también aprovechan para ir a robar a Europa, donde los subtes están muy desarrollados. La complicación también está en la cifra negra, esos hechos que no son denunciados, que quedan fuera de la estadística. Llamar al teléfono de Metrovías no sirve, es preferible llamar directo al 911. A Metrovías le tienen que quitar la concesión y hay que aplicar, además, el derecho de admisión entre los usuarios del servicio. Nuestra máxima ambición es cerrar la página, que esto no pase más. Por suerte la gente está cada vez más alerta y es solidaria con el otro”, expone Osvaldo, también parte de la iniciativa que reúne activamente a una decena de personas, más allá de la colaboración permanente de quien viaja en subte, tratando de evitar que este fenómeno se cobre una tercera víctima fatal. Afortunadamente, cada vez hay más botones que gritan “Cuidado con ese de gorrita blanca que acaba de subir” o “Guarda con la zorra, la del tapado”.

Cuando hay justicia por mano propia y el punga tiene que tirar el botín a las vías –para que otros pungas, una especie de primera B subterránea, accionen– hay revancha de los pasajeros. Y sobreviene el alarde, la jactancia en el universo 2.0. Muchas veces el límite con el racismo y la xenofobia se borran como en el subte porteño se borran billeteras, celulares, cadenas y carteras. “12.30 hs. informan que en Tribunales linea D punga cobro de lo lindo. Estamos esperando el video. llego el video. Imperdible! al punga le quedan los dedos atrapados entre las puertas del coche y va asi desde Callao a Tribunales”, se tuiteó hace unos días desde la cuenta oficial del grupo, @pungasenelsubte. Como si fuera obra de Dante, unos minutos después, al tiempo que un pibe se ganaba unas monedas tocando una de los Stones en la criolla, una chica con obsesión Blair Witch seguía al punga Scar Face, bautizado por sus captores. Imposible no verlo con su rostro partido en dos perfectos hemisferios.

Clásicos y nuevas tendencias

De los creadores de “Mostaceros, te marco la ropa” y “Te escupo y mi compañero te saca todo”, llegan “Los vomitadores”, nueva modalidad delictiva en el subterráneo, a partir de la cual un miembro de un grupo punguista ingresa en el vagón simulando sentirse mal, para inmediatamente vomitar. “Si ves bien, no sé cómo hacen, pero lo que vomitan es agua”, comenta Daniela, una joven pasajera que viaja por el centro de la Ciudad habitualmente, a quien también ya le robaron dos veces mediante el escupitajo.

“Una tercera vez me escupieron para robarme en la estación Plaza Miserere (Línea A), pero me aguanté la sensación de asco y seguí caminando. Los pungas aprovechan el momento en que te quedás dura, sin saber cómo reaccionar, y mirás para todos lados para ver quién puede agredirte injustificadamente de esa manera. A mí no me enganchan más. Y a toda persona que sé que usa este medio de transporte, le aviso cómo viene el panorama”, comenta Daniela ante Noticias Urbanas.

La técnica del vómito hace que la gente se aleje de la persona supuestamente descompuesta generando involuntariamente un tumulto alrededor, esto es, un margen óptimo para los secuaces del enfermito. “Sacan mucho provecho de los turistas, a quienes también tratamos de alertar. Hay que cortar la cadena corrupta, la connivencia con la policía. Los robos, lamentablemente, ya se convirtieron en una caja”, cree la joven.

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