Las preguntas del caso Nisman

Las preguntas del caso Nisman

En el caso Nisman, hay cuestiones que la Justicia ya tendría que haber resuelto. La trayectoria de la bala, los últimos llamados telefónicos, el contenido de las cámaras de seguridad, entre otros.


El caso Nisman es lo más parecido a un laberinto. Un lugar lleno de pasillos en forma de calles y encrucijadas, cuya única finalidad es desorientar y confundir a quien entre en él. Y todo esto con el objetivo de que no se pueda encontrar la salida. Con lo cual, que la investigación de una muerte, sea lo más parecido a un laberinto, pone las cosas en el peor de los escenarios.

En el caso Nisman, a medida que pasan los días, la pesquisa se vuelve más laberíntica y confusa, y en vez de hallar respuestas, lo único que hace es plantear nuevos interrogantes.

El papel de la Justicia en el esclarecimiento de la muerte es de vital importancia. Todo parece indicar que debido al tiempo transcurrido ciertas cuestiones ya deberían tener una explicación.

En primer lugar, todavía no se sabe cómo fue la trayectoria del disparo. Y esta es una de las primeras cosas que los peritos tratan de dilucidar, para de esa manera saber si se suicidó o lo mataron. Así se puede conocer a que distancia fue el disparo y si el mismo fue ascendente, descendente o recto.

En segundo lugar, por qué todavía no se conocen las imágenes de las cámaras de seguridad del edificio donde vivía Nisman. Esos registros son fundamentales para saber quien entró y salió del mismo el último fin de semana. Pero aún más importante, para saber la hora exacta en que Diego Lagomarsino entró al edificio para entregarle la pistola al fiscal. La hora exacta era un dato que la justicia debía tener, antes de llamarlo a declarar para compararla con su testimonio. Así se podría saber si decía la verdad o mentía.

En tercer lugar está el tema de las comunicaciones telefónicas de Nisman. Especialmente las de su celular. Ya se debería conocer con que números se comunicó Nisma el último fin de semana. La tardanza en conocer esos datos no hace más que dejar el campo a las versiones más disparatadas. Algo que en estos es preferible desterrar desde el inicio.

En cuarto lugar, está el tema de la puerta de servicio y la tercera puerta. Todavía los testimonios del cerrajero y la madre del fiscal siguen siendo confusos o al menos tienen ciertas contradicciones entre ellos. Que la fiscal Viviana Fein no haya aclarado de manera concluyente si alguien pudo haber entrado o salido del departamento por esas dos puertas, es otro que complica aún más la investigación.

Por último, se encuentra el tema del peritaje de la bala y los rastros de pólvora que no se pudieron hallar en la mano del muerto. El primer peritaje lo hizo la Policía Federal, ante los resultados no del todo esclarecedores, se ordenaron nuevas pericias. Las mismas se alargan en el tiempo como si se tratara de un caso de escasa relevancia.

La mala preservación de la escena del hecho es el bonus track de la investigación. Si la cosa arrancó mal, como dice los viejos investigadores, es muy poco probable que el final sea bueno.

Si esta fuera el argumento de un policial negro de los sesenta, la trama sería cautivante y su autor una figura de culto. Lamentablemente se trata de la realidad. Y de un muerto de carne y hueso y no de papel.

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