“Masculinidad tóxica”, el nuevo e irresponsable spot de Gillette

“Masculinidad tóxica”, el nuevo e irresponsable spot de Gillette

Con una visión punitivista sobre la masculinidad, la marca propone afeitar la masculinidad sin cuestionar los modelos impuestos.


Es más que lógico que los varones estén confundidos sobre cómo hacer para tener conciencia de género o cómo aportar para regular el desequilibro en términos de justicia que existe hoy entre varones y mujeres, trans, travestis y lesbianas. Ya que son los varones quienes gozan de los mejores trabajos y mejor pagos, son quienes conducen las empresas de marketing que lanzan campañas como la que acaba de sacar la marca de afeitadoras estadounidense Gillette sobre “masculinidad tóxica”, un corto donde se ve a los varones hablarle a otros varones sobre agresiones sexuales, acoso callejero, chistes machistas, acoso escolar, mansplaining, y la crianza de niños y niñas.

Bajo el lema “We Believe” (“Nosotros creemos”) y “lo que los niños ven hoy, es lo que será cuando sean hombres en el mañana” Gillette quiso mostrar todas estas conductas para ¿denunciarlas?

“No podemos escondernos de ello. Ha estado sucediendo demasiado tiempo. No podemos reírnos, haciendo las mismas excusas viejas”. El concepto “no pueden” alienta una conducta punitivista de los varones “buenos” contra los “malos”, exteriorizando la reproducción de la violencia machista hacia un otro, inscripto además sobre la culpa y la confesión, métodos que provienen de la mísmima tradición judeocristiana.

Lo mismo sucedió hace poco tiempo atrás, cuando en Argentina la marca Avón publicó una campaña llamada “Cambia el trato”, donde se ve a un varón “bueno” interpelando a otro varón “malo”. El material está, aunque incomoda el estereotipo de varón que plantea el corto sin replantear el pacto machista de masculinidad y ubicando a las mujeres como víctimas.

Es importante que, como nos reclaman a nosotras, no se enojen si les marcamos el error. Al contrario, tener conciencia de género implica considerar que nosotras, las feministas, hace más de 100 años que venimos hablando de esto y sabemos lo que hay que hacer para generar un mundo donde todos y todas tengan las mismas oportunidades y derechos. Lo que pasa es que no teníamos el contexto político, económico y social para que el mensaje sea recibido y viralizado.

Renunciar a tus privilegios, darle lugar a las mujeres, interpelar la propia masculinidad y la de tus pares

Esos son los tres puntos claves que debe hacer un varón. No es algo punitivista, de señalar al varón “bueno” del varón “malo”, ya que así cae en una lógica binaria o de grietas como proclaman los fanáticos “anti-k”. Proponemos hacernos cargo de la cultura en la que fuimos todos y todas criados. Una cultura de la violación, donde la mujer es objeto de la soberanía del varón. Considerarlo implica revisar las propias conductas violentas que reproducimos todos y todas.

Es quizás hasta entendible por qué tienen tanta resistencia: nadie quiere perder sus privilegios. Lo que pasa es que la realidad misma ya los está interpelando: hay un montón de cosas que se tienen que replantear para poder seguir trabajando o relacionándose con cualquier persona. Lo saben. Las feministas se los estamos poniendo adelante de sus ojos.

Existe un problema social al que erróneamente le decimos “sentido común” el cual supone que el feminismo está contra los varones y el machismo a favor. No es así en la teoría. Y, mucho menos, en la práctica. El machismo perjudica a las mujeres y también perjudica a los varones.

Ser varón es una construcción como cualquier género. El enojo, y la resistencia, sucede porque se cuestionó mucho más el modelo de género asignado a las mujeres que el atribuido a los varones. Cuando se trata de la construcción de la masculinidad, con más frecuencia se critican los actos que los modelos en lo que los actos se inspiran, es decir, el concepto de hombre macho-guerrero-protector-cazador sobre el que se construyó la masculinidad.

Nuestra deconstrucción

Mientras las mujeres nos replanteamos empoderar nuestra sangre menstrual; nos esforzamos para mirarnos al espejo y querernos con el envase con el que vinimos sin pensar en el modelo de belleza hegemónico impuesto; ejercitamos creerle a una mujer como decisión política; tejemos redes de contención feminista de abogadas, psicólogas, médicas, periodistas y demás disciplinas por fuera de un Estado abandónico; los varones siguen en esta especie de limbo todavía sin saber qué hacer.

Pero si hay algo que comprendimos en nuestra deconstrucción, es que es un ejercicio diario y constante. Celebramos que estén ahora en ese limbo, hace mucho los esperamos. Pero mientras tanto, los fallos judiciales siguen revictimizando a las víctimas y los femicidios y violaciones no cesan. Por eso la urgencia. Por eso el enojo. Por eso la irresponsabilidad de una marca como Gillette, que plantea como estrategia que otro hombre le explique a otro hombre lo que hay que hacer, en vez de tomarnos a nosotras como referentes, siendo que -al menos- ya pasamos 33 Encuentros Nacionales de Mujeres, travestis, lesbianas y trans donde nos cuestionamos la reproducción de la violencia como método impuesto por el sistema patriarcal y capitalista. A ello se suman ya cuatro manifestaciones Ni Una Menos, dos Paros Internacionales de Mujeres, y dos Paros Nacionales.

La masculinidad como mandato imposible

Ningún varón es perfectamente masculino, porque el macho-cazador ya murió hace siglos. Por eso, la incomodad parece ser un buen lugar para dejar de sostener y reproducir un sistema de violencias y desigualdades. Para ser un aliado feminista, hay cuatro aspectos -en principio-que podes considerar, respecto de la cultura de la violación, la crianza de niñes, trabajo doméstico y el tiempo libre.

¿Se viraliza o no se viraliza?

No hay una manera de hacer las cosas, pero lo importante siempre es la intención, el punto de vista que se quiera marcar. Problematizar aporta mucho más que punitivizar y de esa experiencia histórica es donde nos tenemos que ubicar. Si la voz de las mujeres tuviera más lugar, podrían fácilmente darse cuenta que estamos a su lado, no en contra.

No nos interesa que opinen sobre qué es el feminismo. Nadie les está preguntando. Nadie les está exigiendo que sepan lo que es mansplaining. Con replantearse su propia masculinidad, es un gran paso de aporte.

El debate sigue abierto, y los varones siguen teniendo material para cuestionar qué modelo de masculinidad los representa, qué actitudes toman frente a lo edípico y qué quieren aportar para generar igualdad de oportunidades y derechos hacia las mujeres. Los seguimos esperando, siempre.

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