Lo peor de la grieta empieza con g de Gato

Lo peor de la grieta empieza con g de Gato

Opinión.


“La Grieta” la tienen que cerrar los que la abrieron. Esa es la cruel realidad, enunciada de este modo cual postulado de la izquierda dogmática, que tendrán que afrontar todos aquéllos que prefirieron usarla en su beneficio personal y de sus espacios políticos por sobre los intereses nacionales.

Todos ellos, pichones de estadistas, privilegiaron un puñado importante de negocios por sobre la principal condición que debe conquistar la joven Argentina si se propone de alguna manera invertir el rumbo de los procesos truncos productos de las antinomias que posee desde su origen.

No pretendo aquí ignorar al influyente italiano Antonio Gramsci que reducía la actividad política a los partidos dominantes y subalternos en tiempos de alta conflictividad social. Admitía sin embargo que podría haber multiplicidad de partidos si la contradicción -por algún tiempo- no estaba tan agudizada.

Volviendo a la Argentina, los filósofos de la cultura ultra K y los adoradores de Mauricio, junto a la inestimable colaboración determinados medios de comunicación, construyeron para desgracia argentina una nueva y potente versión de la grieta histórica, que con un buen grado de reduccionismo podemos dividirla en los últimos 80 años como entre peronistas y anti peronistas. Las oscilaciones quienes no avalaron estas dos posturas aunque depende del momento generalmente y en tiempos democráticos, se volcaron a la vertiente que representa históricamente a los más humildes.

Volviendo a la hipótesis de entrada, si la grieta la tienen que cerrar los que la abrieron, se entiende que de un lado del mostrador, el Fente de Todos, ha tomado mayor conciencia de esta necesidad y empezaron a principios del 2018 a disminuir las tensiones internas, las viejas rencillas y hasta los odios viscerales, en función de un puñado de acuerdos mínimos, no plasmados en un esquema rígido, que tienen que ver con la imposibilidad de seguir asistiendo al “cine continuado de semestres fracasados de oficialismo” que ya casi completa todo unl período de gobierno con una deuda general, nacional de 300.000 M de dólares, PBI entero (alicaído) de un país en recesión.

Alberto Fernández y Sergio Massa, fueron las principales figuras que debieron reflexionar para pararse sobre los votos de su archienemiga CFK, e intentar con algún éxito el objetivo común de todos de frenar la catástrofe económica que hoy vivimos. Como muestra en el día de la fecha los equipos de los principales candidatos están hoy recorriendo Washington y Nueva York procurando soluciones (y dinero) que no sean mágicas (aunque deberían serlo) por la magnitud de los problemas a resolver en el corto y mediano plazo.

Si Larreta y Vidal no entienden de una vez por todas que la autonomía y concreción del proyecto futuro de ambos -y además un esquema más atractivo para toda la tibu no peronista-, pasa por liberarse del yugo del actual Presidente y su perverso esquema de capitalismo de muy pocos amigos, no tendrán para el porvenir político la más mínima chance de sobrevivir a un nuevo genocidio interno de dirigentes Pro como siempre ideado por Mauricio Macri y Marcos Peña.

Los casi ocho millones de Macri no se regalan, es la máxima que guía la despedida del Si Se Puede y el inicio del liderazgo opositor que sueña Macri. “El partido es mío, los votos también y el liderazgo ni hablar” es algo de lo que ya está convencido.

Y eso es todavía verdad. No lo duden. Y si nadie se atreve a sacárselo a las trompadas, como son siempre los cambios en la política o si continúan diciéndole tibiamente las diferencias cuando él no duda en disparar por la espalda, la suerte de la renovación amarilla está echada. Tanta inocencia pasada suena a una tontera importante o quizás a capacidades no tan desarrolladas tal como marcaban las preferencias populares no concretadas.

La Ciudad y la Provincia están plagadas de obras y emprendimientos que involucran a un pequeño sector muy ligado al presidente. Ni siquiera le dejaron a sus principales espadas intervenir en quiénes desarrollarían las decisiones importantes y por supuesto -como marca distintiva-las de más alta rentabilidad de ambos distritos. Vidal y Larreta juntos tienen además que forjar su futuro político ponienmdo en el frente interno lo que hay que poner, o sea los casi cuatro millones de los votos que reclama Macri para sí, pero que realidad la mitad les pertenece a ellos, con mochila incluida.

Aquí entran ahora los votos radicales del resto del país que siguiendo a sus líderes provinciales o nacionales podrían sumar alrededor de casi 2 millones de votos más, sin contar los de CABA y PBA ya incluidos en el paquete descripto en el párrafo anterior.

Los radicales con Lousteau, Cornejo y Nosiglia a la cabeza deben pensar que el futuro ya llegó y que estos días de movilización y despedida deben servir para jubilar sin rencores al líder que en el mejor de los casos quiso y no pudo, o ni supo o ni quiso.

Vidal, Larreta, los radicales, Monzó (el más coherente) y un oscilante Frigerio -aunque siguen las firmas- deben sumar, coordinar y aceptar nuevos consensos. deben sí o sí cambiar algunas personas de sus entornos que fueron conexiones al fracaso y hoy las tienen demasiado cerca, pero fundamentalmente también los contenidos, objetivos, métodos, planes y estrategias de poder.

Si Macri llega a ser el candidato en la Ciudad dentro de dos años como se rumorea en la Rosada, esta etapa de la “nueva oposición” ha quedado perdida para este sector o no ha sido aprovechada en esta instancia para generar propuestas más competitivas que la que ahora se va. O sea será más de lo mismo. Les produce dolor el retroceso a estos dirigentes pero no encuentran nunca ni el cómo ni el cuándo para desprenderse del tumor.

Del otro lado Fernández y Massa, y también Cristina tienen la misma responsabilidad solo que estos, la grieta también los contiene aunque el debate interno ya está blanqueado dentro de la coalición, no explotará hasta el triunfo del 27 de octubre. Los más “grietistas” parecen bastante marginados de las centralidades que conducen al espacio. La ventaja es que sabedores de esto ya se unieron para triunfar en un camino que aunque no está garantizado para nada, ya está en marcha, marcando la gran diferencia con Cambiemos: la mayor generosidad interna para acordar.

La grieta empieza con la G de Gato. ¿Hay Gato para rato? ese es el dilema de Cambiemos y la Argentina hay lujos que no puede tolerar más. Las PASO hablaron, ¿serán escuchados los 44 millones?

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