Este lunes, el presidente Mauricio Macri retomó su actividad oficial en Casa Rosada y el próximo fin de semana partirá rumbo a Europa, con destino a Rusia, Suiza y Francia, con el objetivo de atraer inversiones al país, participar del Foro Económico Mundial en Davos y afianzar sus vínculos bilaterales con el ruso Vladímir Putin y con el francés Emmanuel Macron, con quien buscará destrabar y acelerar la alianza comercial entre el Mercosur y la Unión Europea.
Tras sus días de descanso en Villa La Angostura, donde mantuvo una actividad oficial de forma más distendida y puntual, Macri retomó el lunes sus funciones en Casa Rosada y se prepara para emprender una nueva gira internacional, en la que resolvió, además, viajar acompañado por tres gobernadores peronistas para darle al mundo un mensaje de unidad entre los argentinos, al igual que lo hiciera en su primera participación en Davos, hace dos años, cuando se presentó junto al dirigente opositor Sergio Massa.
El salteño Juan Manuel Urtubey, el entrerriano Gustavo Bordet y el misionero Hugo Passalacqua serán los invitados de honor de la comitiva argentina en Davos, aunque el único de los tres que formará parte de los otros dos destinos, Rusia y Francia, será el entrerriano, quien el lunes acompañó a Macri en una reunión de seguimiento con representantes del sector de la madera.
El Gobierno nacional también quiere dar otro mensaje de paz, pero sobre su relación con Horacio Rodríguez Larreta, el sucesor de Macri en la Ciudad de Buenos Aires, con quien mantuvo algunos cortocircuitos, pero que hoy, desde el entorno presidencial, hacen fuerza para dejar atrás definitivamente.
Macri dio vuelta esa página al recibirlo el jueves pasado en Villa La Angostura, y luego esta semana, cuando en su primera actividad oficial tras el regreso a Casa Rosada decidió acompañarlo en una recorrida por las obras de la Villa Olímpica en el barrio porteño de Villa Lugano, donde habló sobre “todo lo que somos capaces de hacer los argentinos cuando trabajamos en equipo, nos comprometemos y tiramos todos para el mismo lado”.
La agenda internacional de Macri comenzará el martes 23 de enero en Moscú, donde mantendrá una reunión bilateral y un almuerzo de trabajo con Putin, acompañado por algunos ministros (entre ellos Aranguren, en un país eminentemente energético) y por los gobernadores Bordet y Passalacqua.
En el Gobierno creen que el encuentro servirá para darle un nuevo giro a la relación con ese país, luego de algunos meses de mutua desconfianza. Después del sinsabor que fue el encuentro de septiembre pasado en China, en el marco del G20, cuando Macri se animó, sin suerte, a chicanear al ruso con un chiste por el Mundial de Fútbol en ese país, ahora el ánimo es otro desde la última conversación de noviembre. Fue positiva la visita a la Casa Rosada de la máxima autoridad de seguridad rusa, Nikolái Pátrushev, tras esa charla.
En la conversación telefónica, que se prolongó por veinte minutos con Putin, este le ofreció a Macri la cooperación de sus buques en la búsqueda del submarino ARA San Juan y desde entonces la relación cambió favorablemente. Es más, el único barco internacional que sigue prestando servicios en esa búsqueda hasta el día de hoy pertenece a la Federación Rusa y es el buque oceanográfico Yantar, que permanece en aguas argentinas, pese a que otros países abandonaron el rastrillaje, pasado el tiempo de encontrar con vida a la tripulación argentina. Es más, la presencia indefinida del buque ruso ya provoca cierto ruido entre el resto de las potencias.
En Davos, el primer mandatario encabezará una serie de reuniones con empresarios en la Casa Argentina y al día siguiente disertará ante el Foro Económico Mundial, donde la Argentina volvió a participar, después de doce años, con la llegada del gobierno de Cambiemos a la Casa Rosada.
Tras el anuncio de Donald Trump, que confirmó su asistencia al foro económico, en el Gobierno nacional hubo un primer entusiasmo acerca de la posible idea de un encuentro informal o de una foto de Macri que simbolice la buena sintonía entre ambas administraciones, sellada tras la visita del presidente argentino a la Casa Blanca, aunque por ahora “no van a coincidir” porque Macri partirá a París el jueves por la noche y Trump llegaría recién el viernes a Davos, se lamentan desde Cancillería.
Este año en Davos “se repetirá una postal de unidad de los argentinos”, aunque esta vez será con los peronistas Urtubey, Bordet y Passalacqua, según precisaron a Noticias Urbanas fuentes gubernamentales, las mismas que confirmaron la presencia del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y que desmintieron que la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, sea de la partida, pese a que distintas versiones aseguraban su presencia en la comitiva oficial: “Vidal nunca estuvo en la agenda del viaje”, señalaron.
Antes de su regreso a Buenos Aires, Macri hará una escala en París donde será recibido el viernes 26 por el presidente francés, con quien buscará destrabar el anuncio de un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea por tratados de libre comercio, pendientes a definiciones aunque muy cerca de ser concretados.
También encabezará una reunión con empresarios del Movimiento de Empresas de Francia (Medef), que nuclea a más de 750 mil empresas, en su mayoría pymes, aunque distintas fuentes gubernamentales señalan, sobre la actividad francesa, que “todavía hay cosas a definir”, por lo que no se descartan otras reuniones de la comitiva argentina.
Pese a las recomendaciones de la custodia presidencial, Macri se trasladará a Europa en aviones comerciales. Hace unos días recibió un informe elaborado por la Casa Militar, a cargo del general de brigada José Luis Yofre, en el que se enumeran los “serios riesgos” que asume cada vez que opta por esta modalidad, mientras desde la Secretaría General de la Presidencia apuran la compra de un nuevo avión presidencial que reemplazará al histórico Tango 01. Incluso el ruso Pátrushev le ofreció en la reunión un avión oficial ruso para viajar a Moscú y ser recibido con honores, cosa imposible si arriba en un vuelo comercial. Macri agradeció el gesto pero decidió viajar en vuelo de línea, quizás imaginando lo que pensarían otros presidentes amigos si usara un avión ruso.
Entre los potenciales peligros que implica para el Presidente tomar vuelos comerciales, se habla sobre la imposibilidad de garantizar su seguridad física ante el resto de los pasajeros, tanto por el trabajo de su “cápsula de seguridad” como la de su “atención médica”; que no es posible garantizar la integridad de su equipaje, y que tampoco es posible modificar las rutas de los vuelos, quedando a merced de los horarios establecidos por la compañía aérea, impidiendo un regreso de “urgencia” a Buenos Aires en caso de ser necesario, entre otras cuestiones.
En vuelos comerciales no es posible conocer previamente la identidad del resto de los pasajeros, pero, además, el desplazamiento de su “cápsula de seguridad” en las inmediaciones a la nave, una vez concretado el aterrizaje, también es otra de las dificultades, ya que no puede hacer uso de las bases y sectores militares donde los mandatarios tienen un “trato preferencial” que favorece el trabajo de sus agentes de seguridad. Además, cuando estos viajan por alguna compañía deben hacer trámites extra para retirar su armamento, lo que demora aún más su trabajo.
