Lagarde, Macri y Dujovne le ponen glamour a la crisis

Lagarde, Macri y Dujovne le ponen glamour a la crisis


Madame Lagarde estuvo en Buenos Aires para participar de la Cumbre de Finanzas del Grupo de los 20 y aprovechó para certificar personalmente la implementación del plan de ajuste acordado entre el Gobierno de Cambiemos y el Fondo Monetario Internacional.

Fue recibida por el presidente Mauricio Macri en la Residencia de Olivos con agasajo especial y luego acompañó al ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, en una conferencia de prensa que tuvo como consulta principal el nuevo plan económico del Gobierno, tutelado por el Fondo Monetario Internacional.

Lagarde y Dujovne encabezaron luego una conferencia de prensa para dar una fuerte señal y comprometer en público al Gobierno. Madame Lagarde expresó allí su satisfacción por el grado de implementación del acuerdo llevado adelante por la Casa Rosada y el Banco Central en materia de ajuste fiscal y política monetaria.

La funcionaria internacional también instó al Gobierno a lograr un acuerdo político con la oposición, al pedirle que ponga en marcha las “mesas necesarias” para alcanzar las metas asumidas, y ambos (el ministro y la dama) celebraron que finalmente se haya logrado restablecer y gestionar una situación con “menos volatilidad y con más transparencia” que “alienta a ir hacia delante”. En otras palabras, hasta acá con la devaluación.

“Tomé la oportunidad de estas reuniones para expresar el respeto y el aliento muy fuerte para el progreso enorme que ha sido demostrado” fueron las palabras de madame, acompañada por el ministro de Hacienda y Finanzas, a quien le endulzó los oídos con elogios sobre su “liderazgo”.

Sin ponerle nombre a la recesión económica decretada para estos meses, la francesa pronosticó una mejora económica recién para los inicios del próximo año. Luego, con menos cintura política para el optimismo ensayado por su jefa, Alejandro Werner, el cordobés que se desempeña como director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, lo dijo sin vueltas: “Se proyecta que el crecimiento en la Argentina se vuelva negativo en el segundo y el tercer trimestre de 2018”. 

El Fondo Monetario estaría dispuesto a tolerar la reducción gradual de las retenciones, ratificadas esta semana por Macri durante su visita a ExpoAgro en el predio de La Rural en Palermo, aunque las nuevas metas de inflación deben cumplirse irrestrictamente: “¿Si las autoridades argentinas están en el buen camino? Mi respuesta es inequívocamente que sí. Estamos muy complacidos de poder ayudar a las autoridades para alcanzar estos resultados”, sostuvo, con buenos modales, aunque no sin advertir que “desde el punto de vista del FMI, la meta de inflación debe ser alcanzada” porque “esto ha sido dicho por sus autoridades, las hemos discutido juntos y hemos acordado estas metas de inflación y las políticas que están siendo decididas son implementadas según lo planeado y por eso vemos que esos objetivos son alcanzables” aunque “es verdad que han alcanzado un punto alto”, agregó, para luego autocongratularse por el capítulo del acuerdo destinado a contener el tejido social frente a esta variable.

El punto destinado a la protección social es uno de los fuertemente cuestionados por los movimientos sociales, por considerarlo ridículamente insuficiente. Paradójicamente, este fue uno de los puntos que el Gobierno utilizó para representar la idea de un Fondo Monetario Internacional más humano y preocupado por los sectores más vulnerables, los destinatarios de siempre de los planes de ajuste.

“Como ustedes saben, existe un mínimo nivel de recursos fiscales que tienen que ser dedicados a la protección social, a un piso social en el que las autoridades argentinas están más que enfocadas, porque el programa tiene una pequeña variación que puede aumentar en caso de ser necesario el gasto social y la meta actual es realmente la adecuada”, apuntó. Pero protección social no es ayuda social y lo destinado a los planes sociales, como la Asignación Universal por Hijo y las jubilaciones, no alcanzaría ni para comprar dos kilos de pan en un mes. Así lo asegura Juan Grabois, el líder de la Corriente de Trabajadores de la Economía Popular, una de las organizaciones que se movilizaron frente al Banco Central para repudiar la visita de madame Lagarde a la Argentina del fin de semana.

Grabois, a quien muchos señalan como el embajador político del papa Francisco en la Argentina, decía hace unos días: “Es objetivamente incorrecta la interpretación que se hace sobre la protección social. El acuerdo lo que destina a asistencia social es el 0,02 por ciento del PBI, es decir menos de tres mil millones de pesos, que representa un aumento en la AUH y la inclusión jubilatoria de menos de 150 pesos por beneficiario. Es lo mínimo que está contemplado en el acuerdo, al que considero como corrupción financiera. En el acuerdo se habla de servicios sociales, que incluye educación y salud pública, pero no es asistencia social en términos de asistir a los más vulnerables, sino que se remite a derechos que han sido elementales en la historia argentina”.

Los representantes de los movimientos sociales, agrupaciones de izquierda y referentes de la oposición parlamentaria se movilizaron frente al Banco Central y protagonizaron una entrega simbólica de la carta publicada días atrás, en la que se argumenta en contra el acuerdo y se acusa al Gobierno de llevar adelante un nuevo plan económico tutelado por el Fondo Monetario Internacional. “El Gobierno de Macri ha resignado el control de los instrumentos de política económica al control de un organismo multilateral que ha diseñado un plan económico que va a tener consecuencias nefastas para la Argentina, pero, mas allá de eso, está monitoreado y supervisado por un organismo que no es democráticamente electo en nuestro país. Hay una cesión de soberanía”, sostuvo Grabois, en diálogo radial con Diego Sehinkman, para luego apuntar que el primer desembolso de dinero está siendo destinado a garantizar la ganancia de los especuladores financieros.

Ante tanta sinceridad y elocuencia por parte de madame Lagarde, Dujovne optó por medir sus palabras, ser breve y dejar que los gestos hablen por sí mismos. Daba la sensación de no ser él el dueño de la pelota. Incluso, la economista hasta se animaba no solamente a proponer que lo único que le faltaba era “mejorar” su “español”, sino que además dejaba en evidencia la relación cotidiana entre ambos lados del mostrador: “Siempre hay consultas y hablamos frecuentemente”, decía la directora ejecutiva del Fondo Monetario, justo cuando la danza de informaciones aseguraba que el organismo tiene pensado abrir en el corto plazo una sede en Buenos Aires, precisamente en el edificio en el que funciona el Banco Central, para monitorear aún más de cerca y técnicamente los compromisos y resultados asumidos tras el acuerdo por 50 mil millones de dólares y un programa de ajuste enfocado principalmente contra el déficit de las cuentas públicas.

Esperan su inauguración para agosto, en ocasión de la visita del equipo técnico de madame Lagarde, cuando finalmente sí los referentes de la oposición, los movimientos sociales y el sindicalismo puedan ser escuchados en las autoridades que llegarán desde Washington. En esta ocasión, no fueron tenidos en cuenta porque la misión oficial estaba destinada a su participación en la Cumbre de Finanzas del G20, que sirvió como antesala para la reunión de los líderes mundiales en Buenos Aires de noviembre.

Macri aprovechó para reunirse en privado con madame Lagarde en la Residencia de Olivos y mantener audiencias con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin; el ministro de Economía de Francia, Bruno Le Maire, y el ministro de Hacienda de Chile, Felipe Larraín.

El Presidente agasajó el viernes a Lagarde y a su comitiva en la Residencia de Olivos, acompañado por su esposa Juliana Awada, que se ocupó de diseñar un menú que contemplara el fino paladar de la invitada y su rechazo a las carnes rojas. También estuvieron el jefe de Gabinete, Marcos Peña; el ministro Dujovne; el presidente del Banco Central, Luis Caputo, acompañando al Presidente y el primer subdirector del FMI, David Lipton; el director del Departamento del Hemisferio Occidental, y el jefe de la Misión para la Argentina, Roberto Cardarelli, acompañando a su jefa.

Tras reunirse a puertas cerradas en Recoleta, se dio a conocer el documento final, firmado por los ministros de Finanzas del G20, en el que ratificaron que el comercio internacional y la inversión son los “motores de crecimiento”. Macri, por su parte, condensó, en siete minutos de inglés fluido, su discurso de cierre de la Cumbre en el Centro de Exposiciones y Convenciones, donde habló como mandatario a cargo de la Presidencia del Grupo de los 20 que ostenta el país desde diciembre del año pasado, cuando recibió el traspaso por parte de Alemania.

El Presidente aseguró que en la Argentina “estamos sentando las bases para un crecimiento sostenible e inclusivo” y puso de relieve que “los argentinos han entendido que el cambio no se produce mágicamente de un día para el otro”. Su discurso chocó de frente contra el rechazo popular sobre el rumbo económico que arrojan los diversos sondeos de opinión pública.

Para profundizar la relación argentina con el mundo, esta semana Macri partirá rumbo a Johannesburgo para participar como invitado en la cumbre del Brics, el grupo de países con las economías emergentes más poderosas del mundo, y para reunirse en privado con el presidente ruso, Vladímir Putin; el presidente chino, Xi Jinping, y el primer ministro de la India, Narendra Modi. Como relatáramos una semana atrás, el discurso oficial empapado de optimismo continuará su recorrido internacional, tras los roadshows de Dujovne ante inversores de Wall Street.

Madame Lagarde, entretanto, ya advirtió que el Gobierno debe lograr un acuerdo político para destrabar el Presupuesto del próximo año, donde se consagrará por escrito el plan de ajuste tutelado por el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el Gobierno recrudece en su aislamiento político y dinamita la normalidad de la discusión institucional con los representantes parlamentarios. Esta semana nomás, Macri se despachó con un nuevo decreto presidencial, un síntoma de la soledad política de estos tiempos.

La apuesta, que fue tildada de un método para esconder fines electorales según algunos opositores, es centrar en la agenda la cuestión de la inseguridad y el narcotráfico, apelando a las Fuerzas Armadas, habilitadas ahora a participar en la seguridad interior como apoyo logístico. La desconfianza de los movimientos sociales y los organismos de derechos humanos encuentra sus razones en el plan de ajuste y por eso el jefe de Gabinete deberá dar explicaciones la próxima semana en el Congreso de la Nación sobre una decisión que Cambiemos ni siquiera consultó con sus aliados radicales, según lo confirmaron a Noticias Urbanas algunos voceros del radicalismo.

El ministro de Defensa, Oscar Aguad, solamente fue comisionado para darles la noticia a sus correligionarios. Ahora, el Gobierno deberá convencer a los parlamentarios de que no utilizará a las Fuerzas Armadas como brazo armado para contener la protesta social. ¿Los soldados de madame?

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