La relación Pro-UCR, bajo el suplicio de la desconfianza

La relación Pro-UCR, bajo el suplicio de la desconfianza

“Hasta ahora no existe voluntad política por parte del Pro” para habilitar ámbitos de debate “institucionalizados”, destacó Storani.


El transcurrir de un diciembre tranquilo, al menos hasta el cierre de esta nota, y cierto repunte, sino estabilización, en la imagen pública de Mauricio Macri, según las encuestas que llegan al primer piso de la Casa Rosada con más regularidad que ninguna otra cosa en este gobierno, impactaron de manera positiva en el ánimo oficialista, que todavía guardaba algún rasgo de euforia por las mieles de la diplomacia presidencial que se libaron durante el G20.

Ni el riesgo país, que vuela más alto que los aviones de las low-cost favorecidas sin disimulo por la mano que porta la lapicera; ni el estrepitoso fracaso de las sesiones extraordinarias en el Congreso, territorio a esta altura ajeno a Cambiemos, incapaz de lograr la aprobación de ninguno de los proyectos clave que se había planteado para este fin de año; ni siquiera el notorio virar de la Justicia, cada vez más reacia a devolver los guiños de los operadores dilectos del Presidente, con una Corte Suprema en abierta rebelión; nada de eso arruinará las inminentes vacaciones del mandatario, que puede jactarse de concluir 2018 habiendo cumplido, al menos, el objetivo de mínima: sostenerse en el poder. Y acaso otro: mantener, a esta altura de la soirée, chances ciertas de ser competitivo en las elecciones del año próximo. Nada más y nada menos.

Más terrenales, los hombres y mujeres que se dedican a hacer política por él reconocen que las vicisitudes que hay por delante en el camino a la reelección superan, en número y en dificultad, a las que se dejaron detrás, aunque advierten que, como todo oficialismo, cuentan con la ventaja de elegir la cancha, la pelota, los árbitros y aún pueden fijar, hasta cierto punto, las reglas de juego. Y que mientras la oposición siga poniéndose obstáculos para unificar una propuesta electoral, las posibilidades electorales de Macri siguen intactas, siempre y cuando la economía no estalle por los aires y la situación social continúe apaciguada.

Nada nuevo bajo el sol: los sondeos de opinión marcan una paridad entre el Presidente y Cristina Fernández de Kirchner con final abierto en un balotaje, aunque en la factoría de campaña macrista confían en que el manejo de las artes proselitistas del tándem Jaime Durán Barba-Marcos Peña, si se llega a agosto en este escenario, terminará por decantar la contienda hacia cuatro años más de gobierno. Pero hay un pero. Siempre hay un pero. Las chances de reelección están atadas directamente a la continuidad de la alianza de gobierno. Si se rompe Cambiemos, game over.

Esa idea estuvo bien presente en el encuentro que realizaron la semana pasada en el hotel Savoy los referentes de la nueva línea interna de la Unión Cívica Radical, bautizada, con poco vuelo poético, “Radicalismo Progresista”. El lanzamiento de este espacio, cuya consumación viene anticipándose desde hace casi un año, constituye el primer desafío abierto a la cohesión de la entente oficialista: desde ese lugar se hizo un pedido a las autoridades partidarias para que convoquen a un congreso que defina la estrategia de la UCR para el año próximo.

“Nuestros enemigos son tanto el populismo como el neoliberalismo”, dijo allí Ricardo Alfonsín, el más visible de los conspiradores. Juan Manuel Casella, otro de los armadores del espacio, reafirmó: “No vamos a entregar al radicalismo al electoralismo ni a los privilegios de su conducción”. Quien quiera oír, que oiga. A la misma hora que se realizaban estos llamamientos en la Capital, el titular del partido y gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, compartía con Macri un evento social: el casamiento del número dos en la estructura boinablanca y mandatario de Jujuy, Gerardo Morales. Ninguno de los asistentes al Savoy estuvo invitado a la boda.

Además de Alfonsín y Casella, cuya desconfianza de la alianza Cambiemos viene desde los primeros pasos de esa coalición, el tercer organizador de la rebelión radical es Federico Storani, que fue, junto a Ernesto Sanz, una pieza clave en el armado electoral que se plasmó en Gualeguaychú y allanó el camino de Macri hacia la Casa Rosada. Hoy juega para deshacer la madeja que ayudó a armar hace cuatro años. Esta debería ser una señal de alarma para el oficialismo, habida cuenta de las redes que supo tejer el exministro del Interior y que ahora trabajan con el objetivo de mínima de negociar un mayor protagonismo en un eventual segundo mandato.

“Hasta ahora no existe voluntad política por parte del Pro” para habilitar ámbitos de debate “institucionalizados”, destacó Storani en el encuentro. El plan B, agregó, sería “competir dentro de Cambiemos con una fórmula presidencial propia”. Pero tampoco descartó romper con el oficialismo y competir por afuera si advierten intentos de “obstruir o impedir la competencia leal, sincera y abierta de cara al pueblo” en el marco de las primarias. Fuera de micrófono, los organizadores del encuentro descartan que no habrá una cesión voluntaria de poder por parte del macrismo y que ir a primarias sería más un gesto testimonial que un acto político.

Lo que se presenta como última opción es, entonces, la hipótesis principal que se trabaja puertas adentro, aunque aún resulte imprudente anunciarlo. Un análisis de los discursos y de la asistencia al encuentro en el Savoy hace evidente lo que se quiere, apenas, ocultar. “Es imprescindible que el progresismo asuma la construcción de una nueva coalición política”, dijo la dirigente Margarita Stolbizer, de GEN, invitada el mismo día que hizo público un informe en el que denunció posibles causas de corrupción perpetradas por media docena de funcionarios y exfuncionarios del Gobierno nacional. Además, por video, enviaron adhesiones Antonio Bonfatti, titular del Partido Socialista y exgobernador de Santa Fe, y el indeciso diputado Martín Lousteau, que fue por primera vez mentado en voz alta como posible precandidato o candidato presidencial (aunque en las últimas semanas también lo sondearon desde Cambiemos para ver si querría ser compañero de fórmula de Macri). Aunque no aparecieron por allí ni enviaron saludos grabados, Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey sí siguieron con mucha atención lo que sucedía, más que interesados en incorporar al progresismo en sus magros caudales electorales, para el caso de que les falle la estrategia de seducción al PJ.

Para peor: no existe hoy en el Gobierno ningún dirigente con la capacidad de dialogar y contener a este sector. El vínculo de los rebeldes con la conducción orgánica de la UCR está roto; los principales referentes del radicalismo en el Congreso aún sangran por la herida que significó perder la banca en el Consejo de la Magistratura que ocupaba Mario Negri. Rogelio Frigerio es para ellos demasiado peronista; Marcos Peña es, bueno, Marcos Peña. El gabinete se vació de correligionarios. Quedan apenas el desgastado Oscar Aguad, el freelancer Nicolás Dujovne y, aún con una cuota de poder, el zar de los medios oficiales, Hernán Lombardi.

Dicho sea de paso, en la Casa Rosada, algunos comienzan a preguntarse para quién juega el titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos: el fin de semana pasado, la agencia pública Télam, que no divulga nada que no pase por su filtro, editó una columna de opinión de Casella, uno de los conspiradores. Allí decía: “El Gobierno nunca tuvo un programa económico. Hoy, gracias al FMI, tiene un programa fiscal. La carencia de ideas con relación al modelo productivo demuestra cuán necesario sería un aporte sustancial en ese campo”. Quien quiera oír, que oiga.

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