La política tiene razones que la razón no entiende

La política tiene razones que la razón no entiende

Por Horacio Ríos

Ser opositor significa controlar al Gobierno, no tratar de derribarlo. La estrategia política de Jxec.

23 09 20 Manifestantes frente al palacio de Tribunales Cuarentena / Coronavirus / Covid 19 / Coronavirus en Argentina / Barbijos / Foto Germán García Adrasti

Las cosas no suelen ser como aparentan ser. La oposición a todo esconde otras causas que no son confesables. La distribución del ingreso está detrás de todos los cuestionamientos, de todas las diatribas, de todas las declaraciones, aún de las más altisonantes.

Tiene sutilezas la política que no están al alcance del público. Hay decisiones, enfrentamientos, conflictos y declaraciones que salen a la superficie después de haberse desarrollado lejos de los ojos de los consumidores de noticias y sorprenden por su desenlace. Porque no son lo que aparentan ser.

El caso de la decisión de la Corte Suprema de Justicia, que decidió aceptar el per saltum planteado por los jueces Pablo Bertuzzi, Leopoldo Bruglia y Germán Castelli, significa mucho más que lo que parece.

Hay, en esta ocasión, una mezcla de autodefensa –por parte de los cortesanos-, de la intención de frenar la Reforma Judicial que propone el Gobierno y, en el trasfondo, esconde operaciones de algunos sectores del poder que buscan evitar que Alberto Fernández lleve a cabo una serie de reformas que Mauricio Macri intentó desmantelar durante sus cuatro años de Gobierno, que antes habían sido impuestas durante los doce años de kirchnerismo.

Nada es lo que parece en esta eventualidad. No es la Justicia (así, con mayúsculas) lo que mueve a quienes defienden a los tres jueces que resisten su regreso a sus juzgados naturales, sino que su resistencia, si prosperara, sería una grave derrota para el Gobierno.

No existe la moderación –la misma que se le exige al presidente- entre muchos dirigentes opositores. Van a todo o nada e intentan deslegitimar todo lo que sale de la Casa Rosada o de la Residencia Presidencial de Olivos. Nada es, para ellos, aceptable.

Ni la nueva distribución de la Coparticipación Federal, ni la Reforma Judicial, ni la expropiación de Vicentín (que valió una denuncia penal contra el presidente por “abuso de autoridad”), ni la cuarentena como fórmula de combate a la pandemia, ni el impuesto a las fortunas mayores de 200 millones de pesos serán aceptadas jamás. Es cierto que la oposición no tiene que apoyar al oficialismo y debe controlar su accionar para que no haya excesos en el ejercicio del poder. Pero los ataques en respuesta a estas medidas provocaron respuestas tan virulentas que desataron, inclusive, una fuerte interna y la división entre un ala moderada y un ala dura en el seno de Juntos por el Cambio.

En ese contexto, Emilio Monzó uno de los líderes “blandos” que más sufrió los embates de los “halcones” en los tiempos de la presidencia de Mauricio Macri, llegó a decir que existe una “generación política tiene que desprenderse del macrismo, del Pro, de Juntos por el Cambio, de esos nombres que para mí ya son del siglo pasado”. En este grupo renovador, el expresidente de la Cámara de Diputados ubicó a Martín Lousteau, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Cristián Ritondo, Diego Santilli, Pablo Javkin y Rogelio Frigerio.

No es un tema menor el hecho de que todos ellos hayan sido radiados de los lugares de conducción del Pro. El partido que preside hoy Patricia Bullrich está hecho a imagen y semejanza de Mauricio Macri, promotor y cultor de la línea más dura.

Abonando la línea de la paradoja, Monzó reclamó además porque para él “los tibios son los duros, porque es esconder un vicio detrás de una aparente virtud. La virtud es entender al otro. Es una actitud de vida”, cerró su crítica a sus rivales internos del Pro.

El otro factor que radicaliza la actitud de la oposición no forma parte de la interna de Juntos por el Cambio, aunque sí ejerce una fuerte influencia sobre todos sus dirigentes de ambas líneas. Algunos de los hombres más ricos del país, que se agrupan en algunas asociaciones empresariales, alzan sus voces mediante los medios de comunicación, exigiendo que sean abortadas todas las iniciativas mencionadas anteriormente, aunque hay otras políticas que los molestan mucho más, como la laboriosidad gubernamental en el rubro impositivo, en el que volvieron a crecer el Impuesto a las Ganancias, los Derechos de Exportación y el Impuesto a los Bienes Personales. Por el contrario, en otros tiempos, los impuestos que más recaudaron fueron los relacionados con el consumo.

La imposición que menos recaudaba era Bienes Personales, que sólo aportaba el 0,3 por ciento del total. Las dos gabelas que más recaudaban eran, a su vez, las contribuciones a la seguridad social y el IVA.

No existen los inocentes en esta batalla. Las razones de estos enfrentamientos no están planteadas en la superficie. En realidad, van a seguir existiendo en la trastienda.

Como siempre, se insiste en el concepto de que nada es lo que parece. Todas las acusaciones son artilugios, fuegos de artificio, artes de birlibirloque.

 

 

 

 

 

 

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