La filosofía y la infección del Coronavirus (II)

La filosofía y la infección del Coronavirus (II)

Un brasileño y un asiático trasplantado a Europa polemizan por estos días, desarrollando doctrinas muy diferentes.


La pandemia invasora que en estos momentos invade a la Humanidad, que fue generada por la propia acción de los sistemas económicos que rigen en los países que acumulan bienes materiales, poder, dinero y las armas con las que preservan lo acaparado agrediendo seriamente a la Tierra que nos mantiene con vida.

Las teorías que explican esta pandemia que nos dio la tierra también tienen que ver con la parte del mundo en el que les toca residir a los teóricos. Sus doctrinas y la mayéutica que lleve a la compresión de los fenómenos que genera el desarrollo del Covid-19 está delimitadas, entonces, por el entorno ideológico y, por eso, son a veces tan diferentes.

En el ámbito académico europeo descuella por estos días el despliegue del coreano asimilado a la Alemania de estos días, Byung-Chul Han, que ensayó una explicación de nueve puntos, muy en línea con su convivencia con un pueblo aterrorizado ante la cercanía de la muerte, atosigado de bienes materiales y temeroso de convertirse en el gran perdedor ante el accionar de un virus que hasta tiene un tinte coronado, que evoca a la nobleza que derribó la Revolución Industrial.

El coreano planteó sus reparos ante “los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia”, al mismo tiempo que describió a “una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte”. Anunció además, “un cambio de era”, dado que el éxito chino al enfrentar la pandemia hará que “el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia”. Demasiadas alusiones hacia el poder, la riqueza y una democracia liberal que –él mismo lo menciona- favorece a unos pocos en detrimento de muchos.

Por el contrario, la explicación sobre la propia existencia del virus que entrega el teólogo brasileño Leonardo Boff, éste la atribuye al proceso de acumulación de bienes que desarrolla el capitalismo, al que responsabiliza por la amenaza contra “la vida sobre este planeta y la destrucción de gran parte del sistema-Vida”.

Claro, Boff es un hombre del hemisferio sur, proviene de un país “emergente” (eufemismo por subdesarrollado) y se siente preocupado por la supervivencia de su comunidad, más que por la superestructura del poder.

Eurocentristas

Han planteó en nueve puntos sus objeciones, que no concuerdan con las de otros filósofos que plantearon su preocupación por las consecuencias de que dejará en el cuerpo social el coronavirus.

El primer punto de Han tiene que ver con el carácter “antidemocrático” del Covid-19. Así, se enferman los pobres, los inmigrantes, los que no pueden dejar de trabajar. Los ricos, en cambio, se van a sus casas de campo.

En el segundo ítem de Han, éste plantea que la pandemia no es sólo un problema médico sino social y destaca que en su país adoptivo murieron menos personas porque “el sistema sanitario es mucho mejor en Alemania que en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra o Italia”.

El siguiente punto que pone sobre el tapete el coreano es que el Covid-19 “no sustenta a la democracia”, fundamentándolo en que “del miedo se sustentan los autócratas”, porque la gente busca a los líderes ante el temor que genera la crisis. Esta afirmación le da paso a su cuestionamiento al líder húngaro Viktor Orbán, que “declara el estado de emergencia y lo convierte en una situación normal. Ése es el final de la democracia”, fulmina.

A continuación, Han plantea, haciendo gala de un fuerte escepticismo, que vamos “hacia un régimen de vigilancia biopolítica”, porque “el choque pandémico hará que la biopolítica digital se consolide a nivel mundial, que con su control y su sistema de vigilancia se apoderará de nuestro cuerpo, dará lugar a una sociedad disciplinaria biopolítica”.

 

Byung-Chul Han planteó sus reparos ante “los países asiáticos, que creen poco en el liberalismo, han asumido con bastante rapidez el control de la pandemia”. Anunció además, “un cambio de era”, dado que el éxito chino al enfrentar la pandemia hará que “el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia”.

En su quinto ítem, Han expone que el virus desnuda la sociedad en la que vivimos, basada en el miedo a la muerte, por lo que “sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente. Todas las fuerzas vitales se emplearán para prolongar la vida. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la buena vida”, vuelve a espetar, como un escopetazo.

Luego, Han se conduele de que “la pandemia vuelve a hacer visible la muerte”, que tan cuidadosamente convive con nosotros sin hacerse notar demasiado. A causa de su visibilización –la de la muerte- constante en los medios, que desata la “histeria por la supervivencia, olvidamos por completo lo que es la buena vida”, añora nuevamente. A esta necesidad de sobrevivir a cualquier costo atribuye Han que esta sociedad sea “tan inhumana”.

En su séptimo postulado, el filósofo expone que “por sobrevivir, sacrificamos voluntariamente todo lo que hace que valga la pena vivir, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía”. En este contexto, destaca que hasta los sacerdotes usan “máscaras protectoras”, por lo que, deduce algo apresuradamente, “la virología desempodera a la teología”, llegando a un tétrico final, en el que inclinándose “ante el virus, la creencia se convierte en una farsa”. Quizás Han piensa que Dios ataja los virus con un pase de magia o que la fe inmuniza. ¡¡¡ Él, que es un hombre de ciencia !!!

En el capítulo octavo de los teoremas de Han, éste plantea que el pánico ante el Coronavirus es excesivo, ya que la edad promedio de los muertos fluctúa entre los 80 y los 81 años, pero el temor muestra que “algo anda mal en nuestra sociedad”. O especifica qué, prudentemente.

En su último punto, el filósofo muestra su temor a los países asiáticos (recordar que es coreano). Dice que quizás la pandemia “no sea un buen presagio para Europa y Estados Unidos”, ya que los países asiáticos, “que creen poco en el liberalismo” controlaron rápido la pandemia, instalando la vigilancia digital y biopolítica. Ante esto, dice, “Europa y Estados están tropezando” y China, a quien el virus no detuvo, “venderá su estado de vigilancia autocrática como modelo de éxito contra la epidemia. Exhibirá por todo el mundo aún con más orgullo la superioridad de su sistema. La Covid-19 hará que el poder mundial se desplace un poco más hacia Asia. Visto así, el virus marca un cambio de era”.

 

Leonardo Boff, la atribuye al proceso de acumulación de bienes que desarrolla el capitalismo, al que responsabiliza por la amenaza contra “la vida sobre este planeta y la destrucción de gran parte del sistema-Vida”.

 

Latinoamérica habla por boca de un teólogo

Leonardo Boff es uno de los principales teóricos de la Teología de la Liberación. En 1985 fue condenado a silencio penitencial durante 18 meses por el papa Juan Pablo II a causa de su adscripción a esa doctrina, que Roma consideraba “subversiva” y más cercana al marxismo que a La Biblia.

En un reciente artículo, titulado “El principio de autodestrucción y el combate contra el Covid-19”, el exhermano de la orden de los franciscanos, planteó que después de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, ahora la carrera nuclear amenaza “la vida sobre este planeta y la destrucción de gran parte del sistema-Vida”.

“Aún peor –planteó el teólogo brasileño-, hemos diseñado la inteligencia artificial autónoma”, que combina miles de algoritmos y puede tomar decisiones “sin que nosotros lo sepamos”. Podría darse el caso de que este artilugio digital, “en una combinación enloquecida”, penetrara en un arsenal nuclear y lanzara una guerra de destrucción masiva que terminaría con todo lo que existe, “incluso de sí misma”. A esto le llama Boff “el principio de autodestrucción”.

Para esta circunstancia se acuñó en esta fase de la historia humana, un término, asimilándola a una nueva era geológica: el antropoceno, que entraña un tenebroso significado: “el ser humano como la gran amenaza al sistema-Vida y al sistema-Tierra”. Por esta razón, Boff llama al hombre como “el Gran Satán de la Tierra”.

Pero el riesgo es tan grande, que Boff considera que la intensidad de su accionar destructivo podría provocar que del Antropoceno podríamos estar yendo al Necroceno, que encarna “la era de la producción en masa de la muerte”. Más, teniendo en cuenta que estamos “dentro de la sexta extinción masiva”, que se acelera a causa de la “voluntad de dominación de la naturaleza y de sus mecanismos de agresión directa a la vida y a la Gaia, la Tierra viva”, por parte de los que acumulan de manera absurda “bienes materiales, hasta el punto de crear la sobrecarga de la Tierra”.

El punto liminar del postulado de Boff tiene que ver con que “la Tierra no consigue reponer los bienes y servicioa naturales que le fueron extraídos y comienza a mostrar un proceso avanzado de degeneración a través de tsunamis, tifones, descongelación de los casquetes polares y del permafrost, sequías prolongadas, tormentas de nieve aterradoras y la aparición de bacterias y virus difíciles de controlar. Algunos de ellos, como el coronavirus actual, pueden llevar a la muerte a millones de personas”.

Estos sucesos, que el teólogo relaciona con “represalias de la Tierra ante la guerra que realizamos contra ella en todos los frentes”, desatan sucesos impensados, en los que “millares de especies vivas desaparecen definitivamente cada año, mientras que en las sociedades humanas millones pasan hambre, sed y toda suerte de enfermedades mortales”.

Boff plantea a continuación cómo “perplejos, hemos visto las maldades que se han hecho, anulando los derechos de los trabajadores e internacionalizando riquezas nacionales que sostienen nuestra soberanía como pueblo”, describiendo el ámbito en el que se desarrolla el Coronavirus.

Finalmente, el exreligioso brasileño plantea que “el tiempo apremia. Y esta vez no hay un plan B que pueda salvarnos. Tenemos que salvarnos todos, pues formamos una comunidad de destino Tierra-Humanidad. Para eso necesitamos abolir la palabra «enemigo». El miedo crea al enemigo. Exorcizamos miedo cuando hacemos del distante un próximo y del próximo, un hermano y una hermana. Alejamos el miedo y al enemigo cuando comenzamos a dialogar, a conocernos, a aceptarnos, a respetarnos, a amarnos, en una palabra, a cuidarnos”.

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