La crisis del peronismo

La crisis del peronismo

Golpeado por la derrota electoral y por el crecimiento de Cambiemos en el sur del Conurbano y el Noroeste, el justicialismo encara el presente con más dudas que certezas.


La contracara del inédito papel que está ocupando Cambiemos en el sistema político argentino, donde por primera vez una fuerza con un programa económico y social de centroderecha logra llegar y mantenerse en el poder mediante los votos, se ve del lado de enfrente: el peronismo, acostumbrado a ser, para bien o para mal, el eje troncal de la política argentina en democracia, hoy, relegado a un rol secundario, no termina de hallarse como opositor.

Después de las últimas elecciones legislativas, donde volvió a ser derrotado tras una campaña en la que muchas veces los candidatos de origen justicialista parecían más preocupados por las cuitas internas que por poner un freno al programa político de Mauricio Macri, algunos dirigentes empiezan a ensayar fórmulas de unidad futura, otros se prueban la camiseta amarilla y un tercer grupo apuesta por el proyecto que propone la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, haciendo eje en una nueva alianza que incluya a sectores del peronismo y de otros espacios opositores.

Mientras tanto, desde el Gobierno y desde Comodoro Py llegan señales de que los de afuera, en este caso, no son de palo. El devenir judicial de muchos dirigentes políticos y sindicales está atado al rumbo que va a tomar el peronismo en los próximos dos años.

El resultado de las elecciones de octubre, que dejó plasmado un mapa de dominancia oficialista a lo largo y ancho del país, puso sobre la mesa un dato que no pasó inadvertido por los armadores del PJ: el enorme crecimiento que hizo Cambiemos en el sur del Conurbano y en el Noroeste del país, los dos bastiones históricos del justicialismo en casi todas las elecciones desde 1983 hasta esta parte. Esa novedad, más que los resultados esperables en Córdoba, Santa Fe o Mendoza, preocupan a los dirigentes que ya están pensando en 2019 y más allá. “Hay un cambio en la dinámica social, fruto probablemente de los avances de la década pasada, que no alcanzamos a comprender cabalmente mientras ellos lo entienden perfectamente y lo explotan para sí”, analiza el responsable de una de las campañas en las que el peronismo se impuso en octubre. Analizar, entender y dar respuestas a esos cambios y a las demandas que traen aparejados será una de las claves para que el peronismo vuelva a ser competitivo en todo el país.

Los gobernadores peronistas. Jugadores de toda la cancha, quieren enviar a CFK a la retaguardia.

La segunda clave pasa por la tan mentada “unidad”, palabra que puede tener tantos significados como dirigentes que la pregonen, pero que en este momento preciso, para buena parte del espectro opositor, significa reconstruir la alianza entre sectores del peronismo y del progresismo, incluyendo partidos, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, trabajadores, estudiantes e intelectuales, que protagonizaron la etapa 2005-2011 del kirchnerismo y que hoy aparecen dispersos en sectores y grupúsculos que durante la última campaña funcionaron de forma independiente y, a veces, antagónica. Hay varios obstáculos en este camino. Algunos, personales, tienen que ver con cuitas que no han sido dejadas atrás, rencores añejados en el llano y desconfianzas mutuas con y sin razón. Otros son institucionales.

Por último, en esta coyuntura algunos actores de esta tragedia decidieron adherir a una suerte de “sálvese quien pueda” político, de resultado incierto pero que obstaculiza un eventual acuerdo amplio. “No hay secretos”, piensa y dice un joven pero experimentado legislador en el Congreso nacional. “Les pasaba a ellos cuando nosotros éramos gobierno. Fueron separados en 2007 y 2011 y perdieron como en la guerra. Fueron juntos en 2009, 2013 y 2015 y ganaron. Habrá que taparse la nariz y sentarnos todos en la misma mesa. Todos tenemos deudas con alguien o alguien nos debe algo. Pero hasta que no volvamos al poder no vamos a cobrarlas”, asegura.

Allí, en el parlamento, se jugará la próxima movida de esta partida de ajedrez. El próximo 10 de diciembre asumen los nuevos diputados y senadores nacionales, se reparten nuevamente las comisiones, se arman y desarman bloques, se eligen autoridades. Hoy por hoy, todo parece indicar que en la Cámara baja habrá dos bancadas que se reivindiquen como peronistas. Una, similar a la que hoy se llama “FpV-PJ”, seguramente algo menguada, la encabezaría Agustín Rossi. La otra reuniría a exmassistas con el Bloque Justicialista de Diego Bossio y algunos exiliados del primer grupo. Todas las fichas están para que Felipe Solá conduzca esta segunda facción. En el Senado, con la presencia estelar de Cristina Fernández de Kirchner, todo es incógnita. Parece difícil que convivan en un solo espacio con el senador Miguel Pichetto, pero la primera minoría que ostenta el justicialismo en esa cámara es muy preciada por todos los senadores y están tendiendo lazos para lograr un alto el fuego, al menos temporal, que ninguno de los dos protagonistas está muy interesado en firmar. Parece complicado.

CFK. La noche de la derrota del 22 de octubre aseguró: “Nada terminó”.

En el territorio la cosa no es muy distinta. Los caciques que jugaron de opositores de la oposición estos dos años fueron duramente derrotados: Juan Schiaretti, en Córdoba, y Juan Urtubey, en Salta, ambos con ambiciones presidenciales (propias o interpósita persona) que fueron sepultadas por una ola de votos amarillos. Rosana Bertone (Tierra del Fuego) también cayó en esa volteada. El sector alineado con Unidad Ciudadana tampoco pudo anotarse un triunfo fuerte, aunque hizo roles más dignos en la provincia de Buenos Aires y Santa Fe que le permiten disputar la primacía opositora. En el medio, un rosario de dirigentes variopintos lograron victorias que valorizan sus acciones a futuro. En ese grupo se anotan los gobernadores Gildo Insfrán (Formosa), Juan Manzur (Tucumán), Lucía Corpacci (Catamarca), Sergio Uñac (San Juan) y Carlos Verna (La Pampa). La gran novedad de la elección fue la emergencia del clan Soria en Río Negro: la diputada María Eugenia ganó con holgura la elección; su hermano Martín se anota como candidato a gobernador en 2019 y ya piensa más allá.

El peronismo de la provincia de Buenos Aires, en tanto, experimenta, por su parte, otro proceso, paralelo y propio, de reordenamiento en la oposición. Mientras que el objetivo público para 2019 es recuperar la gobernación, en privado muchos intendentes piensan más en cómo harán para conservar su territorio en dos años. El fortísimo avance de Cambiemos en el Conurbano entre las PASO y la elección general encendió una señal de alarma. Las cuitas bonaerenses se resolverán en diciembre, cuando se elijan a las nuevas autoridades partidarias. Fernando Espinoza quiere renovar pero no encuentra apoyo. Varios intendentes de la Primera impulsan la candidatura de Gustavo Menéndez (Merlo), mientras que Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) busca apoyo entre sus pares del ex Grupo Esmeralda. Desde sectores más cercanos a la expresidenta existe la propuesta de “desconurbanizar” el PJ y poner al frente a un hombre del interior, aunque no es la postura oficial que emana desde el Instituto Patria, donde todavía discuten cuál será la estrategia a seguir.

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