Fernández dialoga con todos, menos con los que no quieren hablar

Fernández dialoga con todos, menos con los que no quieren hablar

En recientes gestiones, el presidente cosechó buena recepción en algunos sectores, pero en Juntos por el Cambio aún reina la hostilidad.


En apenas una semana al frente de la Presidencia de la Nación, Alberto Fernández deshizo varias de las políticas impulsadas por Mauricio Macri. Entre ellas, reglamentó el protocolo sobre el aborto no punible, suspendió el régimen de privilegios para funcionarios estatales, restableció la doble indemnización, asiló al derrocado mandatario boliviano Evo Morales y desterró definitivamente el Consenso Fiscal que el Gobierno anterior había firmado con los gobernadores. 

Con una foto de alto voltaje político y con el radical Gerardo Morales sentado en conferencia de prensa en Casa Rosada, Fernández además se metió indirectamente en las disputas internas que hacen temblar el liderazgo y la sobrevida de su predecesor sobre Juntos por el Cambio. El acuerdo con los gobernadores, firmado también por Horacio Rodríguez Larreta, Rodolfo Suárez y Gustavo Valdés, pone de manifiesto que, mientras se gestiona con urgencia, también se hace política para esmerilar el poder de fuego del adversario.

El abrazo de oso con los mandatarios de la UCR se tradujo después en un apoyo explícito para torcer a la oposición macrista que pretendía no habilitar el quórum para votar el proyecto de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, ese paquete de medidas, que el Gobierno necesita para ponerse al frente de respuestas inmediatas para afrontar la cruda realidad económica y social que dejaron los cuatro años de Mauricio Macri.

Por estas horas, el oficialismo espera convertirlo en ley esta misma semana y hasta ofreció algunas concesiones en relación a la delegación de “superpoderes”. Al mismo tiempo, recibió a la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA), a los de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y asistió a un almuerzo con los empresarios más poderosos del país, nucleados en la Asociación Empresaria Argentina (AEC). Y ya es todo un tema sólo sentarse en la mesa con Héctor Magnetto (Clarín), Paolo Rocca (Techint) y Luis Pagani (Arcor) para involucrarlos en la unidad de los argentinos y en los sacrificios que espera de la clase empresaria argentina para combatir la pobreza.

En el juego de las diferencias, Alberto gana por goleada: le imprime vértigo a la praxis política, mostrándose encima de todos los temas, incluso para poner en caja a algunos de sus colaboradores, con un grado de informalidad nunca antes visto en la Casa Rosada. 

Desde lo urgente hasta lo simbólico: puede recibir en su despacho a Eduardo Duhalde, por un lado, y a un grupo de jubilados de Hurlingham, acompañados por el intendente Juanchi Zabaleta, por otro.

En su agenda, que se configura minuto a minuto, a veces con nula antelación y otras con una máxima reserva de un día, pueden aparecer las visitas del Episcopado para inaugurar el diálogo oficial entre la Rosada y la Iglesia, o también un visitante imprevisto como Nito Artaza, interesado en temas educativos y muy cercano al ministro Nicolás Trotta o hasta concederle un rato de su día a Máximo Kirchner para afilar la estrategia parlamentaria.

También puede sorprender a todos y anunciar por televisión medidas de importancia como el bono de fin de año a los jubilados y en la AUH, o la desdolarización de las tarifas energéticas, además de la suspensión de los aumentos previstos por la gestión anterior, entre tantas otras medidas, como el lanzamiento inmediato de la tarjeta alimentaria en Concordia, la ciudad más pobre del país a la que irá la próxima semana el “Gabinete Federal”, luego del estreno de la Mesa contra el Hambre este viernes y con la presencia de representantes de todos los sectores de la sociedad.

En el terreno de las definiciones, el Presidente además infla el pecho cuando habla sobre el nuevo rumbo que tomó la relación con el Fondo Monetario Internacional: “Le hemos dicho al Fondo Monetario que si seguimos haciendo lo mismo nos van a seguir ocurriendo las mismas cosas. Ahora cambiemos la lógica. Acordamos que nos dejen construir un plan que sea sustentable y que sobre la base de ese plan nosotros acordamos cómo pagarles a ustedes, pero no vengan con el plan de siempre porque el plan de siempre nos dejó en el lugar en el que estamos. El dato saludable es que el FMI ha aceptado esta lógica de trabajo y no estamos improvisando. Tenemos un plan que silenciosamente hemos construido durante dos meses “, sostuvo, para anotarse otro punto en el juego de las diferencias.

“Yo siento que había un colectivo que se llamaba Argentina, que estaba conducido por alguien que estaba marchando a toda velocidad hacia el precipicio (por Macri) y había muchos que le decíamos que estábamos yendo al precipicio y él decía: voy a hacer lo mismo, más rápido. Con lo cual el precipicio cada vez se acercaba más. Lo que hemos hecho ahora es parar el colectivo durante 180 días para reflexionar en conjunto sobre cómo encarar el futuro. Lo que todos saben es que el que maneja el colectivo ahora ha doblado y ya no va por la ruta, camino al precipicio. Lo que necesitamos en los tiempos que se vienen es hablar mucho entre nosotros”, dijo, muy desenvuelto en la cena organizada por los empresarios más poderosos del país, al involucrarlos para terminar con la desigualdad en la Argentina y subrayar que, en materia económica, no habrá un Estado “intervencionista” sino un Estado “inteligente” que “equilibre las desigualdades de los mercados y que dé garantías a los que inviertan”.

Días atrás había desactivado el fuego externo en la relación con el campo por la actualización en la alícuota del derecho a exportación en la soja, el maíz y el trigo. “Las decisiones las vamos a tomar en conjunto porque el campo es importante. El sentido es tratar de poner en orden el desorden que hay en la economía argentina. Todos tienen que entender lo que estamos viviendo, es un pedido de ayuda al campo. No es una medida contra el campo, pero de todas formas los voy a escuchar, vamos a negociar, pero les pido solidaridad, tenemos que recuperarla”.

Alberto Fernández habló hasta ahora con los que deciden los destinos del país. Ahora falta el roce internacional y, en especial, el contacto con la oposición, que hasta ahora no se mostró especialmente receptiva al diálogo. ¿El problema se encuentra adentro del país y no afuera?

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