Encuentro en el Vaticano

Encuentro en el Vaticano

Los entretelones de la visita relámpago y sin fotos de la gobernadora María Eugenia Vidal al papa Francisco.


En puntas de pie, casi sin hacer ruido, María Eugenia Vidal hizo una visita exprés a Roma la semana pasada, donde fue recibida por el papa Francisco en su residencia de Santa Marta. Poco y nada se difundió sobre el encuentro, que buscaba relanzar las turbulentas relaciones entre el Vaticano y la Casa Rosada, sin cauce después de dos años y medio de gobierno de Cambiemos. Según explicaron, off the record, antes de la cita, desde el entorno de la gobernadora, el temario pasaba por “la situación social del país, la lucha contra las mafias y el trabajo para la prevención y atención de adicciones”. El tratamiento candente de la ley por la legalización del aborto también fue parte de las conversaciones, que se extendieron durante más de una hora. No hubo foto oficial ni extraoficial del mitin; a la salida, ninguna de las dos partes hizo declaraciones. Vidal regresó raudamente al país y no volvió a hablar del tema, acuciada por problemas más urgentes.

La gobernadora viajó acompañada por el matrimonio que componen la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley, y el jefe de Gabinete bonaerense, Federico Salvai. Los tres desarrollaron un vínculo fluido con Jorge Bergoglio cuando él era arzobispo de Buenos Aires y ellos trabajaban en el área de Desarrollo porteño, durante los dos mandatos de Mauricio Macri en la Ciudad. Por esa relación, el Presidente les confió una misión compleja: estrechar lazos con Francisco en Roma mientras en Buenos Aires el Gobierno impulsa acuerdos con el FMI, políticas de ajuste de tinte neoliberal y deja que se debata en el Congreso la interrupción voluntaria del embarazo, tres temas sobre los que el Papa tiene su posición tomada con firmeza en sentido contrario al que avanza el Gobierno.

No fue la primera sonda teledirigida a Santa Marta; un mes antes ya había fracasado en esa tarea el canciller Jorge Faurie, a la sazón exalumno del sacerdote Bergoglio cuando daba clases de Literatura en el Colegio Inmaculada Concepción de Santa Fe, a mediados de la década del sesenta. Ni el cargo ni el vínculo le zanjaron un lugar de privilegio en la agenda papal; tuvo que conformarse con saludar brevemente a quien fuera su profesor tras la misa que Francisco brinda todas las mañanas en la capilla de esa residencia ante una veintena de personas. Fue el mismo trato que recibió, veinticuatro horas antes de la visita del ministro de Relaciones Exteriores, el empresario de medios Daniel Hadad. No es poco: al gobernador tucumano, Juan Manzur, que había pedido una audiencia privada, le ofrecieron apenas el baciamano en la audiencia general de los miércoles.

En la Casa Rosada, mejorar la relación con el Vaticano es prioridad número uno. No porque esperen un respaldo a su programa de gobierno, que saben en las antípodas a la línea que adoptó Francisco desde su llegada a Roma, sino porque algunos funcionarios muy cercanos al Presidente y al jefe de Gabinete están convencidos de que, desde allí, él digita o al menos promueve la cohesión de distintos sectores sociales, sindicales y políticos de la oposición. No es un asunto menor: la estrategia oficialista para las elecciones presidenciales de 2019 es apostar a atomizar el resto del espectro político para intentar un triunfo con minoría en la primera rueda, y ven en Bergoglio una amenaza capital a ese plan. Descontento con el trabajo de acercamiento que le habían encomendado al embajador Rogelio Pfirter (también alumno suyo en el Inmaculada Concepción), Macri mandó primero a su canciller y luego a su gobernadora a intentar el milagro.

Para Vidal, la visita era también la oportunidad de rehacer un vínculo que había quedado resentido en febrero del año pasado, después de que el Vaticano le atribuyera a su entorno las versiones de que el Papa visitaría su país natal a comienzos de 2018. Esos rumores, rápidamente desmentidos, comenzaron a circular en medios afines al oficialismo poco después de que la gobernadora hubiera viajado a Roma a mantener un encuentro confidencial con el Sumo Pontífice.

Esta vez, la cita fue pública y oficial, pero el hermetismo que rodeó al encuentro hace suponer que no obtuvo lo que había ido a buscar, según la interpretación de fuentes diplomáticas en Roma. En qué proporción el fracaso de la reunión se debió a resquemores pretéritos o a la distancia insalvable entre la praxis del gobierno argentino y la prédica papal, solo lo sabe Francisco, que no volvió a hablar del asunto en público.

El diagnóstico del Papa sobre la actualidad argentina no es ningún secreto: a la manera papal (esto es, de forma indirecta, ya sea mediante parábolas o a través de otras personas) lo hace público de forma frecuente. Hace unos días aprovechó un mensaje grabado para el Encuentro Nacional de Juventud que tuvo lugar en Rosario para mandar un tiro por elevación a Marcos Peña, uno de los funcionarios de los que más desconfía. “Aquellos que te dicen ‘Sí, los héroes nacionales ya pasaron, no tiene sentido, que ahora empieza todo de nuevo’, ¡reíteles en la cara! Son payasos de la historia”, dijo. Menos elípticamente, el obispo Horacio García, que durante muchos años fue vicario de Bergoglio, había señalado el último 1 de mayo: “Nos preocupa la falta de fuentes de trabajo, nos inquieta el anuncio de medidas económicas, con las que el grueso de la clase trabajadora acusa la pérdida de conquistas trabajosamente adquiridas. Y si bien no dudamos de la recta intención de quienes llevan adelante esas medidas, sin embargo, no podemos dejar de lado y obviar el impacto desmoralizador y su efecto deshumanizante”.

Otro hombre de confianza de Francisco, el dirigente social Juan Grabois, es uno de los principales voceros de la oposición política en la Argentina y en estos días encabeza uno de los focos más importantes de resistencia al acuerdo con el FMI y el plan de ajuste. Esta semana viajó a Brasil a visitar al expresidente Lula da Silva en su prisión en Curitiba para “llevarle un rosario bendecido por el Papa y transmitirle sus palabras”, según consignó el sitio Vatican News, órgano oficial de comunicación vaticana. En los medios argentinos circuló una nota de ese mismo medio donde se informaba que Grabois ya no era consultor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, presumiendo un alejamiento entre el dirigente y el sacerdote. La noticia, estrictamente, es cierta: ese Consejo ya no existe y fue reemplazado por el Dicasterio para el Desenvolvimiento Humano Integral, de mayor estatus institucional y del que Grabois sigue siendo parte. En otras palabras, lejos de haber sido despedido, obtuvo una promoción. La corrección fue publicada este miércoles por el Vatican News. Al cierre de esta edición no tuvo réplica en la prensa local.

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