La crisis resucita al peronismo

La crisis resucita al peronismo

Los precandidatos que ya se anotaron en la carrera. El rol de Cristina. Los diferentes juegos políticos.


Ustedes son muy chicos por eso no se acuerdan, pero en noviembre del año pasado la ola amarilla venía a pintar la política argentina por una década y se discutía si el sucesor de Macri en 2023 sería Peña o Vidal, mientras en la oposición preguntabas si había algún candidato y te encontrabas con un estepicursor atravesando el páramo. Hoy, no alcanzan los dedos de las dos manos a la hora de contar las precandidaturas presidenciales de origen, retórica y hasta –en algunos contados casos– propuesta programática justicialista. Algunas ya son públicas, otras “se filtraron” o están esperando el momento para hacerlo. Probablemente, la gravedad, el paso del tiempo y la cercanía con los comicios terminen acomodando el escenario en dos o tres espacios; las PASO harán el resto. La hipótesis de una gran interna que corone a una única fórmula de unidad peronista suena en este momento como ciencia ficción. Sin embargo, falta mucho para entrar en etapa de definiciones y la política es, al fin y al cabo, el arte de dar sorpresas.

La proliferación de postulantes no es fruto de una ola de entusiasmo cívico ni obra de la casualidad: casi todos salieron al ruedo en este semestre de zozobra oficialista, entusiasmados por encuestas que marcan una caída pronunciada en la valoración pública del Gobierno que no se vio, prácticamente, correspondida por el crecimiento de ninguna opción opositora. Muchos votos en búsqueda de un candidato, un problema de escasez de oferta que se vio rápidamente solucionado por la inercia; la política argentina, si tiene instinto de supervivencia, hace bien en tenerle horror al vacío. Esta promiscuidad tampoco resulta indiferente a la Casa Rosada, donde se teje de cara a 2019 bajo el poco original pero no por eso menos efectivo lema de Divide et Impera. Pensar que Mauricio Macri no se inmiscuye en las cuitas opositoras es como creer que pueda privarse de meter mano en lo que sucede en la AFA.

Dentro de un año, esta semana, estaremos a un mes de las PASO, empezando a sufrir los spots electorales. El gobierno de Cambiemos ya atravesó hace rato su hemisferio y comienza a transitar parajes más fríos. Pasaron casi tres años de llano y contra casi todos los pronósticos el espacio que se configura alrededor de Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo, por lejos, el más sólido y el más numeroso de los conglomerados peronistas, y no hay señales que indiquen que eso pueda cambiar antes de agosto de 2019.

Tras la derrota en las elecciones de medio término, la exmandataria supo prevenir un desbande y hasta logró agrandar su bloque en la cámara alta y acercarse a dirigentes que en el pasado compitieron contra ella varias veces pero ahora consideran que no hay vía posible hacia un triunfo electoral sin el favor de ese sector del electorado.

El magnetismo político de CFK, que le permitió mantener en pie y agrandar su fuerza en este tiempo, es el mismo que dificulta la aparición de otras figuras electoralmente atractivas a su alrededor. Por eso, ninguno de los candidatos que asoma en ese sector recibe el mismo calor de las encuestas que la exmandataria. ¿Puede ser ella? Difícil descartarlo, conociendo los antecedentes, aunque quienes la conocen aseguran que no está en sus cálculos. Detrás de esa decisión habría razones personales pero también empiria política: muchos eventuales socios en esta aventura electoral pueden aceptar formar parte de un frente con Cristina pero no detrás de Cristina. Hoy, la expresidenta se ve más como una hacedora de acuerdos que le permitan gravitar en la configuración de una estrategia electoral más amplia en 2019.

Pues entonces, quién. El que picó en punta fue Agustín Rossi. El histórico jefe de diputados del bloque del Frente para la Victoria tiene el visto bueno de Fernández de Kirchner para recorrer, desde hace algunos meses, pueblos y ciudades del interior, actividad que realiza, religiosamente, cada fin de semana. Cuenta con antecedentes de sobra para aspirar a la candidatura, aunque sus críticos le atribuyen un flaco caudal electoral en su propia provincia, Santa Fe. De todas formas, su campaña es la que por ahora asoma más consistente en ese espacio, comparada con otros dirigentes que soñaron con lo mismo, como el intendente de Resistencia, Jorge Capitanich. Un caso particular es el del exministro de Economía Axel Kicillof, que recibe buenos resultados en los sondeos a pesar de no haber manifestado en ningún momento su voluntad de participar de la campaña.

Otros dirigentes, con menos pedigrí kirchnerista, podrían sumarse a ese armado, a través de una interna o de un acuerdo más amplio, y varios de ellos tienen ambiciones presidenciales para sí mismos. El caso más notorio es el de Felipe Solá, cuyo vínculo con el Frente Renovador de Sergio Massa (de quien hablaremos en breve) parece haber concluido por un tácito acuerdo. Alberto Fernández, después de resignarse a que Florencio Randazzo no era el brillante cuadro político que creía, también pegó el salto; el eterno armador de candidatos guarda el anhelo de ser armado. Ninguno de ellos vería con malos ojos ir a una interna contra un candidato kirchnerista que no sea Cristina. Tampoco el gobernador Alberto Rodríguez Saá, aunque con los puntanos nunca se sabe. Con ánimo enciclopédico se puede incluir también en esta lista al ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Y, por qué no, dejar una línea en blanco para anotar algún nombre inesperado a último momento, acaso uno de mujer.

A partir de acá se traza una línea: la que separa aquellos precandidatos que están dispuestos a coexistir políticamente con CFK y los que no. En este segundo grupo conviven varias figuras fuertes, con peso propio, que se conocen desde hace mucho tiempo, tienen proyectos similares, están acostumbrados a trabajar en tándem y coinciden con el diagnóstico de que para llegar a la Casa Rosada necesitan presentar un candidato diferenciado del kirchnerismo, conseguir el segundo lugar en las generales y derrotar a Cambiemos en un balotaje. El problema es que todos quieren llevarse el mismo premio y desconfían de cada movida que hacen los demás. Si el efecto gravitatorio de CFK es lo que complica el armado político del kirchnerismo, la falta de un ordenador pone en riesgo las perspectivas de éxito del así llamado “Peronismo Federal”.

El primero en blanquear sus intenciones de este grupo fue el gobernador Juan Manuel Urtubey, que desde finales del año pasado armó un equipo para planear su campaña. El salteño no tiene reelección en su distrito y cree que es el momento de pegar el salto a la escena nacional, algo que ya había soñado en 2011 y 2015. Las conversaciones con Sergio Massa para conformar un espacio común son tan regulares como inconducentes. Para peor, el coordinador natural de esa estrategia, el senador Miguel Pichetto, está enojado con ambos por cuestiones parlamentarias y está evaluando lanzar su propia precandidatura presidencial. Lo natural sería una convergencia entre los tres, pero hoy por hoy las relaciones están muy tensas y, Antón pirulero, cada cual atiende su juego. Habría que preguntarle a Rogelio Frigerio por qué sonríe tanto en las fotos, últimamente.

Urtubey y Pichetto no son el único problema que tiene Massa, que debe lidiar a la vez con una fuerte sangría de dirigentes del Frente Renovador. Además del asunto de Solá (que se fue a hacer rancho con Cristina junto a Daniel Arroyo y los Moyano), el tigrense debe soportar que un amigo, como Eduardo Duhalde, fogonee en los medios con una postulación de su colaborador estrella, el exministro de Economía Roberto Lavagna, que sin decir nada para desmentir al Cabezón de Lomas, de alguna forma acepta los honores. Otro que supo ser socio electoral del Frente Renovador y ahora se lanzó por su cuenta es el cordobés José de la Sota, entusiasmado con la idea de ser el Adolfo Suárez argentino. Requetesic. El drama para Massa no es perder dirigentes o aliados, algo a lo que se acostumbró desde que comenzó su aventura en 2013. El drama es que ahora se le están yendo aquellos que tienen eso que él más necesita: votos.

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