En la Casa Rosada consideran al G20 como un trampolín

En la Casa Rosada consideran al G20 como un trampolín

El futuro, preso de una compleja diversidad.


La despedida de la Cumbre de Líderes del G20, que se realizó durante dos días en Buenos Aires y por la que Mauricio Macri ha logrado capitalizar una serie de importantes reuniones bilaterales, coincide con el comienzo del mes más temido por la Casa Rosada.

En el palacio presidencial reina la euforia por la exitosa visita de los principales líderes mundiales, además de la alegría ante los acuerdos firmados con los Estados Unidos y China, que obligó a sostener un fino equilibrio entre Donald Trump y Xi Jinping, que durante su paso por la Argentina signaron un pacto de no violencia en la denominada “guerra comercial”. Por supuesto que hay conformidad por el efecto positivo de estos logros en la imagen presidencial, aunque ahora habrá que ocuparse de diciembre.

El mes que año tras año amenaza con poner en jaque la paz social aparece como un desafío tan importante como el G20 para las ambiciones electorales de Cambiemos. “Nos dieron la presidencia del G20, y tengámoslo claro, porque no es una presidencia rotativa, como un impulso al cambio que decidimos los argentinos. Era la primera vez que se lo daban a Sudamérica”, sostuvo Mauricio Macri al hacer un balance durante una entrevista con Joaquín Morales Solá, en la que también subrayó: “No hubo uno solo de los líderes que no haya felicitado a la Argentina y a su Presidente por las reformas que estamos haciendo”.

En el Gobierno afirman una y otra vez que se han podido despejar todas las dudas, externas y locales, que había sobre la capacidad del Gobierno para organizar la Cumbre de Líderes. Esta semana, el Presidente reiteró esa posición durante un saludo y agradecimiento al personal que trabajó por el “éxito” del G20.

Y pasarán los días, se acercarán los tiempos electorales y Mauricio Macri seguirá hablando sobre el evento que lo hizo emocionar hasta las lágrimas durante la cena en el Teatro Colón. El carácter histórico que significó la presencia de los principales mandatarios del mundo en la Argentina es incuestionable y resume tal vez uno de los principales pergaminos de la gestión: el de la vuelta al mundo.

Sin embargo, toda esa centralidad no se ha traducido en la pronosticada lluvia de inversiones. Más bien, ha servido como un salvataje para transitar los peores meses de la economía argentina en mucho tiempo, a partir de la cortesía del presidente de los Estados Unidos y su influencia sobre el Fondo Monetario Internacional (FMI), en el que fue uno de sus guiños más claros.

Y hablando de Donald Trump, que por supuesto acaparó una especial atención durante su paso por la Argentina, no hay que pasar por alto sus sobradas cuotas de picardía y maldad para con su “amigo” Macri, arrodillado a merced de uno de los líderes más influyentes pero también más cuestionados por el mundo entero. Tras haber dinamitado la expectativa de recibirlo con todos los honores en la Residencia de Olivos, la cita quedó agendada para el viernes a la mañana. Trump llegó media hora tarde y durante la declaración conjunta en el Salón Blanco expresó todo su fastidio, arrojando el auricular con la traducción al piso y protestando por haber “entendido mejor” a Macri en castellano que con la traducción en simultáneo.

Cuando le tocó hablar a él, Trump concentró su diálogo con la prensa en recordar y elogiar su vínculo con Franco Macri y los negocios con el Grupo Macri. “Quería decirles que hace años que soy amigo de Mauricio. Cuando lo conocí era un hombre joven, muy buen mozo. Nos conocemos muy bien. En realidad hice negocios con su familia, con su padre, un hombre excelente y muy buen amigo mío. Hicimos un trabajo exitoso con uno de los grandes proyectos que hicimos en Manhattan en la época en que yo solamente era un ciudadano y sin saber que su hijo en algún momento se convertiría en el presidente de la Argentina. Vos tampoco sabías que yo me iba a convertir en el presidente de los Estados Unidos”, arrancó Trump, para luego inmediatamente repasar brevemente los temas de la agenda bilateral y concluir, una vez más, con los piropos hacia su “gran familia” que “hace un excelente trabajo”, sabiendo que el vínculo entre Mauricio y Franco nunca ha transitado por los mejores carriles del afecto y el respeto.

Después de haberlo tratado de “hijo de”, el mandatario estadounidense se reservó una jugada magistral para reprocharle a la Argentina sus vínculos comerciales con China, en el medio de una batalla binaria que tiene tanto a Trump como a Xi en una cruzada comercial sin precedentes y que tuvo su cese de fuego en Buenos Aires, durante el encuentro que mantuvieron ambos y que centró la agenda internacional como el acontecimiento más importante durante los días de la Cumbre de Líderes en Buenos Aires.

A través de su vocera, Sarah Sanders, los Estados Unidos difundieron que la conversación con Macri había incluido menciones sobre China como un “depredador económico”. El canciller argentino, Jorge Faurie, tuvo que salir a desmentirlo tibiamente para que la provocación de Trump no alterara la buena relación con el mandatario chino, a quien Macri iba a recibir el domingo, un día después de que concluyera el G20, con un agasajo en Olivos para celebrar el buen momento de la relación y la firma de una serie de importantes acuerdos comerciales.

Como si fuera poco, Trump tampoco asistió al llamado “retiro”, la reunión de los mandatarios que se realizó en Costa Salguero antes del inicio formal de la Cumbre y que se extendió durante noventa minutos, sin la compañía de funcionarios y asesores. Un espacio que los líderes utilizan para decirse las cosas en la cara, con una distensión que no permiten los manuales de la diplomacia y el protocolo.

Un rato antes, Macri y Trump habían protagonizado una perla que generó todo tipo de burlas en las redes sociales con un desplante en el saludo, que dejó en un lugar incómodo a Macri durante su recepción en el predio. El destrato ya se había hecho presente durante su visita a la Casa Blanca, cuando durante un breve contacto con la prensa argentina en el Salón Oval, el magnate dejaba en claro que mientras Macri estaba interesado en hablarle sobre los “limones” de Tucumán, a él le tocaba hablar sobre Corea del Norte y la posibilidad de ir a una guerra nuclear.

Así y todo, el Gobierno se dio el gusto de contar con la presencia del líder del principal país inversor en el país y firmar acuerdos que promuevan la participación de empresas estadounidenses en Vaca Muerta y en proyectos de obra pública financiados por el sistema de Participación Público Privado (PPP), la compra de armamento militar y profundizar la cooperación entre ambos países en la lucha contra el narcotráfico, el lavado de dinero y el crimen organizado.

Con Xi Jinping, en cambio, se firmó un plan de acción conjunta que establece una hoja de ruta con distintas acciones en materia política, económica y comercial para el período 2019-2023, con temas que involucran a la mayoría del gabinete nacional, en los más de treinta acuerdos firmados. Además, durante el acto del domingo, se firmó una ampliación del intercambio de monedas (swap) por hasta 9.000 millones de dólares.

Los acuerdos con China aparecen en el primer lugar entre los beneficios concretos que dejaron las reuniones bilaterales, aunque con todos Macri ha logrado dar pasos importantes en las relaciones diplomáticas.

“Uno percibe que estamos en el curso de una aceleración en la relación y nos pasa eso con el que país que me preguntes”, sostuvo un asesor. En cinco días, Macri mantuvo encuentros con Giuseppe Conte (Italia), Vladímir Putin (Rusia), Emmanuel Macron (Francia), Angela Merkel (Alemania), Shinzo Abe (Japón), Theresa May (Reino Unido), Moon Jae-in (Corea del Sur), Halimah Yacob (Singapur), Pedro Sánchez (España) y Narendra Modi (India). Hasta aprovechó para recibir a la titular del FMI, Christine Lagarde, quien volvió a ratificar su apoyo y a pronosticar que la economía argentina repuntará a partir de marzo y abril.

Primero habrá que transitar un diciembre que pone en alerta y nerviosos a los integrantes del ala política de Cambiemos. “La palabra ‘pronóstico’ no la quiero usar más. No nos ha ido bien con los pronósticos, pero todos los hechos de violencia que hemos tenido en grado mayúsculo, como los del Congreso de la Nación, no son espontáneos, son organizados. Trabajamos muy bien con la AFI, el Ministerio de Seguridad, para que en el G20 no nos suceda. Y vamos a seguir alerta”, afirmó el mandatario, confiado en la “estabilización de la economía” que favorecieron los acuerdos con el FMI.

Anticipó que en el segundo trimestre del próximo año se reflejará definitivamente una baja en la inflación, en lo que denominó “una lenta puesta en marcha de la economía”. Mientras tanto, el Gobierno relanza su discurso oficial, con miras a los comicios del año próximo, con un destacado lugar para el liderazgo mundial de la Argentina por el consenso alcanzado, reflejado en el documento final de la Cumbre de Líderes, pese a que no exponga compromisos concretos en dos de los temas claves de la agenda global, que son el comercio y el cambio climático.

“La verdad es que generamos un clima muy bueno, porque yo tengo un estilo bastante poco formal, que la verdad me ayuda mucho porque trato de ser como soy y entablar una relación con los líderes poco protocolar”, explicó el Presidente, sin vergüenza para congratularse a sí mismo y sin disimular que el paso del G20 le llegó como una bocanada fresca y será para él una señal de largada para buscar la reelección.

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