La vuelta de un sindicalista clave

La vuelta de un sindicalista clave

El Gobierno nacional considera que el líder camionero es el principal interlocutor con el que tiene que negociar la reforma laboral.


La política no se hace con fotos, pero hay placas que marcan agenda. Esta semana, el sindicato de Camioneros inauguró su nueva clínica en la Ciudad de Buenos Aires, el mismo día que cumplía años el hombre fuerte de ese gremio desde hace décadas, Hugo Moyano. La doble cita fungió de excusa para un reencuentro con el ministro de Trabajo de la Nación, Jorge Triaca (h), un viejo conocido con el que estaba distanciado desde hace unos meses, cuando otro Moyano, su hijo Pablo, le puso freno a la reforma laboral impulsada desde la Casa Rosada. También fue parte de la ceremonia el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli, otro dirigente de insospechado macrismo pero con alcurnia peronista. Allí, en la calurosa tarde del barrio de Caballito, se cortó la cinta, no se soplaron velitas, se intercambiaron algunos reproches pero hubo un rato también para una charla privada de buen tono, en la que los enviados del presidente Mauricio Macri tendieron nuevamente puentes con el camionero, una de las pocas personas que tienen capacidad de hacer daño real a la gobernabilidad, según evalúan en la mesa chica de Cambiemos.

La prioridad en los planes oficiales ya no es solamente la reforma laboral, cuyo tratamiento quedó, por ahora, pospuesto sin fecha definitiva. El problema que asoma en el horizonte son las paritarias que comenzarán a discutirse en los principales gremios a partir de febrero, y que representan el principal obstáculo en la dificilísima tarea de acercar la economía a la inflación previstas. Ni el nuevo objetivo del 15 por ciento ni mucho menos el viejo, que oscilaba alrededor del 10, parecen creíbles para los funcionarios, ni para los economistas amigos del gobierno; mucho menos para quienes deben sentarse a discutir sus salarios, que ya cerraron a la baja en 2016 y 2017. Difícil va a ser cerrar acuerdos abajo del 20 por ciento, aseguran en Azopardo. Sin embargo, en el Gobierno consideran que cualquier concesión por encima de las pautas sería una herida mortal para las metas, que ya parecen bastante lastimadas en el tironeo público entre el gabinete económico, el Banco Central y la realidad.

Triunvirato debilitado. Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid, actuales conductores de la CGT.

Ese es el nudo gordiano que debe resolver el gabinete en las próximas semanas. Prioridad número uno, según las órdenes que emanan desde Villa La Angostura. Al fin y al cabo, la encerrona en la que quedó la economía macrista es la misma que signó al kirchnerismo: priorizar la lucha contra la inflación o priorizar la actividad económica. La obsesión del Presidente con la primera de esas dos variables, a veces contra el consejo de Mario Quintana y Marcos Peña (más preocupados por mantener la exánime actividad económica en marcha), tiene una sola explicación: 2019. Ese año habrá elecciones, y ya no se podrá echar mano al discurso de la “herencia recibida”. Con cuatro años enteros de gobierno a sus espaldas, el Presidente deberá dar cuenta de resultados. Y contener la suba de precios fue su principal caballito argumental para llegar a la Casa Rosada. Afrontar una nueva campaña electoral explicando por qué los niveles de inflación son los mismos de 2015 le resulta, dicen sus colaboradores, inaceptable.

En ese contexto, la volátil situación de la CGT no ayuda a los planes oficiales, porque multiplica las ventanillas en las que es necesario negociar. Hoy, son por lo menos tres: el triunvirato, más propenso a acordar, pero que ya transita sus últimos estertores; la Corriente Federal, plenamente identificada en la oposición, y el moyanismo. En el tramo final del año pasado, mientras el patriarca Hugo hacía silencio, Pablo y Facundo, en ese orden, se opusieron a las reformas planteadas por el Gobierno. Pero en la Rosada saben que sin el apoyo del clan, todo será cuesta arriba, y que con ellos sentados a la mesa de negociación, el sector más fuertemente opositor puede ser aislado y pasteurizado. Ambos tienen, además, un objetivo en común, que puede ayudar a acercar posiciones: terminar con el triunvirato y poner en su lugar a un secretario general que concentre todo el poder en la central obrera. El apellido de la persona elegida sería, por supuesto, Moyano.

Reaparición. La inauguración de una clínica de Cambiemos reunió a Hugo Moyano con representantes del oficialismo nacional y porteño.

Las negociaciones no serán sencillas. La desconfianza mutua es grande, y las distancias a cubrir, más grandes todavía. Moyano necesitará mostrarse firme a la hora de negociar para mantener la autoridad puertas adentro de la CGT. Querrá exhibir resultados concretos para diferenciarse de un triunvirato que exhibía acuerdos de palabra que rara vez duraban más que unas pocas horas. Simultáneamente, el Gobierno necesita cerrar paritarias bajas y reducir la conflictividad social en un año en el que habrá muchas medidas económicas antipáticas. La reforma laboral puede ser una moneda de cambio. El Gobierno la quiere, pero no tanto: lo más importante del paquete presentado por el Presidente ya es ley. Pero en la Casa Rosada son precavidos: si no arreglan por las buenas, será por las malas. Aunque nadie vaya a admitirlo on the record, el avance de todas las causas judiciales que pueden rozar a los Moyano está siendo supervisado, en detalle, por funcionarios del Gobierno nacional. Hoy hay sonrisas para la foto y ganas de sentarse a negociar. Pero mañana, nunca se sabe.

Qué se dice del tema...