El peronismo debate su futuro tras el affaire de los cuadernos

El peronismo debate su futuro tras el affaire de los cuadernos

Hoy el que mejor mide es Sergio Massa, el único con un nivel de conocimiento alto en todo el país.


Pasaron dos años y ocho meses desde que Mauricio Macri asumió la Presidencia por Cambiemos, y el peronismo se encuentra hoy, acaso, en su momento de mayor desconcierto político desde que le tocó (otra vez) ser oposición. Con una paradoja: esa incertidumbre sobre su futuro coincide con los días, semanas, de mayor dificultad para el Gobierno nacional. En metáfora futbolística: como si a un equipo le echaran un par de jugadores, se lesionara el arquero, pero el equipo rival no pudiera aprovechar esa debilidad. No hay demasiado misterio para entender la paradoja. Cristina, la capitana de ese virtual visitante, arrastra tantos o más problemas que su contrincante.

En este escenario dual, donde la pelea pareciera resumirse entre un oficialismo al que se le desbocó la economía y una oposición K que no sabe cómo justificar el esquema de coimas más obsceno desde la vuelta de la democracia, el PJ y sus variantes juegan al ensayo y error. Prueban, se equivocan y vuelven a intentar.

Si ya antes de que se destapara el escándalo de los cuadernos, las diferentes vertientes peronistas orbitaban alrededor de Cristina y dudaban sobre cómo convivir con ella y su posible candidatura, ahora el panorama es de revolución permanente. La corrupción intapable del kirchnerismo deja a los moderados, o al menos a los no ultrafanáticos, en una disyuntiva: ¿siguen cerca de la expresidenta, que es la que más mide y les aseguraría un arrastre de votos, o deciden de una vez por todas pegar el portazo y se aferran a un nuevo armado que hoy no tiene visibilidad dentro de la grieta?

Algunos actos políticos recientes fueron sintomáticos de este presente. El kirchnerismo se juntó en Ensenada, tierra del intendente Mario Secco. Con la ausencia de la expresidenta, fue su hijo Máximo el principal vocero del espacio. La defensa fue la obvia: que todo es una persecución política para tapar los males económicos. A Luis D’Elía, uno de los asistentes, no se le movió un pelo con el débil argumento. Pero a algunos intendentes, que buscan mostrar otro perfil, les corría cierto escozor. Sobre todo cuando la jornada finalizó con el saludo carcelero de Julio de Vido.

En paralelo, en otra ciudad bonaerense, el senador Miguel Pichetto amagó con una candidatura presidencial. Más allá de su fidelidad al kirchnerismo durante 12 años, el rionegrino supo dar el salto pronto y reconvertirse en un dialoguista. El problema, para sus aspiraciones, es la escasez de compañías de peso que mostró en ese prelanzamiento en La Plata. Todos dirigentes de segundo y tercer orden, siendo generosos.

La contracara se confirmó en los últimos días en un par de encuestas. El tema de la corrupción hace menos mella en la imagen de Cristina de lo que podría suponer algún republicano. Es la exacerbación de la grieta. Su núcleo duro (¿25% a 30%?), como suele explicar el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, la sigue casi por una cuestión de fe. Justamente, un hombre cercano al Papa, el dirigente social Juan Grabois, fue uno de los que acompañó a la expresidenta en su nueva cita en Tribunales. Luego, Grabois dio una polémica justificación sobre su postura: reconoció las coimas, admitió que Cristina sabía del tema, pero concluyó que sería más riesgoso para la democracia una expresidenta presa y por eso había que defenderla.

La imagen de Cristina y su intención de voto sufrieron pocas oscilaciones desde que dejó el poder. Subió algo con su silencio, cayó otro poco por la causa que la muestra en el centro de la corrupción K, pero no varió demasiado. La pregunta, entonces, se repite: ¿le alcanza para ganarle eventualmente a Macri? Después de las legislativas de 2017, parecía un imposible. Incluso en el oficialismo se ilusionaban con triunfar en primera vuelta. Hoy, todos los sondeos auguran un balotaje entre el Presidente y su antecesora. Y allí entran a jugar otras fuerzas, el antimacrismo y la decepción con el manejo económico del país.

Tanto Macri como Cristina tienen un rechazo electoral superior al 50 por ciento, lo que los dejaría perdedores en cualquier balotaje, salvo que choquen entre ellos y la gente deba elegir entre el “menos malo”.

Para el resto del peronismo, una buena y una mala noticia. ¿Primero la mala? Hoy, el que mejor mide de ese grupo es Sergio Massa, el único con un nivel de conocimiento alto en todo el país; pero apenas llega a los dos dígitos. ¿La buena? Que si los planetas se alinean o se baja Cristina y un representante de ese espacio llega a la segunda vuelta, aparece con buenas chances de vencer al oficialismo. Cuentas y teorías a un año de las primarias. Mucho o poco, según cómo se lo evalúe.

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