El Partido de la Red: el desafío de la política 2.0

El Partido de la Red: el desafío de la política 2.0

La agrupación plantea que los porteños voten vía web los proyectos legislativos. Si logra un representante en la Legislatura, este deberá sufragar en función de esos resultados. Desafíos y límites.


“No queremos que se vayan todos, queremos entrar todos”, reza uno de los eslóganes del Partido de la Red (PdR). ¿En qué consiste la propuesta? Simple por el mecanismo que supone y ambiciosa por el norte que asume, se trata de una iniciativa que surgió hace un año y medio, cuando un grupo de jóvenes profesionales, muchos provenientes del universo del tercer sector y de la política más tradicional también, pensó llevar adelante el desafío de romper el paradigma de una institución tan conservadora –y representativa– como es la Legislatura, a partir de plataformas online que pongan en juego ese dinamismo propio del híbrido del que tanto hablan sus referentes, entre democracia directa y democracia participativa. De lo que va la cuestión, lejos de una mirada instrumental sobre las nuevas tecnologías, es de hacer efectivas las pretensiones de la política 2.0. Todo ida y vuelta.

Ahora bien, la idea, que en rigor es una vuelta de tuerca de la experiencia del Partido Pirata sueco, que en 2006 se ideó para sí un software regido por aquellas premisas para dirimir asuntos internos, tiene sus límites. Podrá decirse que uno de ellos es la brecha digital, la alfabetización en TIC, que sigue rengueando. Y podrá achacársele, por qué no, la brecha socioeconómica, madre de todas las brechas para muchos especialistas en democratización digital, quienes entienden que en realidad se trata, teniendo en cuenta los tiempos que corren –modernos y difíciles– , de una misma diferencia, una misma distancia: que inforricos e infopobres no son más que eufemismos. Estas aristas hacen pensar en la dificultad, al menos en el presente, de impulsar el planteo más allá de Buenos Aires, ya que hoy solo pueden ser parte personas empadronadas en territorio porteño, sin necesidad, eso sí, de afiliarse al partido. Ahora bien, si no sos de la Ciudad Autónoma, tu participación se reduce a viralizar. Que no es poco, tampoco.

No obstante, sus impulsores se entusiasman con el propósito de hackear la política, tan siglo XIX. El funcionamiento operativo de semejante concepción indica que, llevada por las riendas de la democracia participativa, horizontal y conectada, eso del puente entre tu click y el diputado responde a tres etapas que se alimentan recíprocamente: la fase de la información sobre los proyectos en tratamiento legislativo, representados en un listado asequible; el momento subsiguiente del debate, y, finalmente, la votación, una suerte de recinto en la web, con botonera y todo: verde para afirmativo, rojo para negativo y blanco para la abstención. Así, lo que vote la mayoría deberá votar en la Legislatura quien le toque representar allí al Partido de la Red. Computadora con acceso a internet, smartphone o SMS, mandato vinculante, le dicen.

¿Y qué hay de la agenda propia? Pía Mancini, candidata del partido, politóloga y directora de la fundación Democracia en Red (su brazo político es, justamente, el PdR), en 2011 trabajó para la campaña de Francisco de Narváez. Lo que vio, comenta, no le gustó. Insiste en el objetivo de anular la brecha digital porque piensa que el acceso a internet es un derecho. Y que hay que educar al ciudadano para que abandone su rol de mero consumidor de información. Para que empiece a producirla.

¿Cómo hacer, además, podrán preguntarse varios, para evitar la orientación malintencionada de propuestas, para eludir, en definitiva, el boicot? Para que no participen la Dra. Alcira Pignata o el Pibe Trosko sino personas reales, en el partido hay integrantes vinculados a la seguridad informática bancaria, trabajando de modo de validar las identidades a través de un protocolo que combine lo online con lo offline, similar al homebanking. Porque si la novedad tiene el espíritu de la política 2.0, también va en contra del punterismo digital.

En caso de que el Partido de la Red logre ubicar por lo menos un legislador, este, advierten, no será una marioneta del destino del debate. Si bien se lo considera uno más dentro de la red de pares, experimentará mayor acción en la primera etapa (la de hacer circular la información sobre los proyectos). A su vez, esta propuesta, que prende mucho en los sub-30, habilita la posibilidad de la oxidación: si en seis meses un usuario no participa de ninguna de las instancias, automáticamente quedará invalidado.

Es claro que la tecnología, en tanto herramienta, no es neutral. El instrumento y su uso están tan imbricados que solo es posible escindirlos a los fines analíticos. De esa forma, un martillo puede usarse para construir o para matar. Dice Agustín Frizzera –sociólogo especializado en urbanismo, exasesor de Fernando Sánchez y primer candidato del espacio– que, en cuanto al anclaje ideológico, en el PdR –que irá con lista corta con postulantes a legisladores– se inclinan a salir de la dicotomía derecha-izquierda, porque el hombre actualmente está atravesado por muchos clivajes.

Internet para empoderar a los ciudadanos, a eso refiere esta democratización. Hoy, por más escolarizados que estemos –bajo el rictus siempre rígido de la escuela moderna–, la información parlamentaria no es accesible: no está al alcance de la mano, pese a la virtualidad que conlleva, ni es fácilmente entendible. Frizzera lo grafica: “¿Qué nos dice la frase ‘catalóguese con carácter cautelar la sección 1 de la manzana 3 parcela 2’? Nada. En cambio, si decimos ‘cuidar y proteger la fachada de Oro 2441’, acercamos al ciudadano a una problemática que efectivamente le preocupa”.

Algunas de las posibles críticas al partido que lleva como candidato en el noveno lugar a Esteban Brennan –creador de Guía Óleo y pareja de la exlegisladora Florencia Polimeni, en la terraza de cuyo local de artículos vintage, Cualquier Verdura, funciona el búnker partidario– apuntan a considerar los agujeros negros que implican aquellos proyectos que pasan directo a tablas sin discusión de comisión, o el mecanismo por el que logre aceitarse el intercambio de información y debate una vez que los proyectos entren en la dinámica de las sucesivas modificaciones. ¿Cuán práctico y transparente podrá ser el juego?

En el Partido de la Red, que obtuvo los cuatro mil avales para pasar directo a octubre (al no presentar candidatos para cargos nacionales, no debió competir en las PASO), son conscientes de que se enfrentan, al margen de la profunda resistencia al cambio de una institución como el Parlamento local, frente a maquinarias partidarias y al propio presupuesto, a todas luces magro. Gran apuesta.

Explica Frizzera: “En la Legislatura se debaten los canteros, los árboles, los nombres de las calles, sus sentidos, la cantidad de autos que circularán por ellas. Por la Legislatura pasa todo lo que afecta al porteño”. Sus pares del PdR, como gustan autodenominarse, están convencidos de que internet es un medio, no un fin. Y que la red es un ágora que ni los griegos soñaron.

“Creemos que la democracia está estancada, que es un cheque en blanco. Nos consulta cada dos años y el resto del tiempo nos encasilla: no concibe la complejidad del sujeto contemporáneo”, asegura Frizzera. Si el 27 de octubre el partido obtiene unos 60 mil votos, tiempo en el que el software estará online, posiblemente tendrá un legislador. Ese día, habrá hackatón en la Legislatura.

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