El pacto Fernández Fernández se salda sin sangre y desde el poder

El pacto Fernández Fernández se salda sin sangre y desde el poder

Opinión.


Es absolutamente cierto que la mayoría de los votos con los que ganó Alberto Fernández las elecciones del 27 de Octubre fueron aportados por Cristina Fernández de Kirchner. Ese se podría cuantificar -aunque sea muy subjetivo el número- entre un 30 y un 35 por ciento de los sufragios obtenidos por el Frente de Todos. Los demás le pertenecen al colectivo formado luego.

También es cierto que el primero que acuñó la frase que “con Cristina no alcanza y sin Crisina no se llega” fue el Presidente electo de la Argentina. Desde allí, Fernández empezó a trajinar un camino de mil charlas con distintos dirigentes nacionales, donde ya estaba encaminado el “gallego” José Manuel De La Sota entre otros y fueron quizás los que primero comprendieron que la unidad era posible, motorizada por el plan de destrucción masiva del PBI argentino que venía desarrollando Mauricio Macri.

Entonces, había divisiones fuertes en el peronismo, que perduraron hasta que el proyecto que encaraban Fernández y Cía empezó a juntar masa crítica, sobre todo luego que la ex Presidenta anunciara la postulación de Alberto F. Ese esquema, tantas veces usado por el peronismo, de dividir a la oposición entre los opositores más cercanos y los más lejanos, había sido adoptada en la Casa Rosada con el guiño de algunos gobernadores que creían que aún no era el tiempo del peronismo para volver al poder.

Alternativa Federal fundió biela en la primera recta larga. Roberto Lavagna equivocó el camino y puso a todos –incluso a él- al borde del abismo. Sergio Massa empezó a tener más claro que las ofertas del Frente de Todos parecían más reales y cercanas a su modo de percibir la realidad del país que las que le brindaban desde Cambiemos, con las alternativas a Macri, más precisamente María Eugenia Vidal.

Otra vez su olfato lo depositó en el lugar justo, en el momento justo. Habrá que ver si ahora aprendió a mantenerse de pie y creciendo, ya que es obvio que es más fácil llegar que mantenerse. Es un presidenciable en el futuro cercano, si lo logra. Debe mirar a los últimos presidentes radicales que gobernaron el país, por citar ejemplos notorios.

La campaña de desprestigio hacia el Presidente electo, desatada luego de la reunión mantenida  en el departamento de Cristina entre la anfitriona y Alberto, más las presencias de Máximo y Wado de Pedro, llegaron al límite de poner en el sitial más alto de la agenda nacional, ya no el destino de esta gestión, sino la confrontación entre el presidente y vice electos, incluido el rol de títere del primero, que estaría siendo manejado desde el Instituto Patria por la Doctora.

Alberto y Cristina se conocen demasiado bien. En ese conocimiento conviven sus diferencias, sus coincidencias, sus desconfianzas y también sus esperanzas. Los dos saben qué es lo que pertenece al otro en esta etapa, no necesitaron casi ni siquiera acordarlo. Sólo corregirlo para mantener la esencia del acuerdo. También saben que la mayoría de los integrantes del gabinete nacional los pondrá Fernández, a pesar de lo que pronostiquen los medios opositores.

Del mismo modo, la Provincia será territorio kirchnerista, con algunas excepciones puntuales. Hay que ver cómo les va allí a los intendentes, el otro grupo de poder en el distrito.

Los vetos existieron, como también los intentos de imposición por parte de los dos integrantes de la fórmula. Es que en una coalición como la que integran los Fernández, sería antinatural la coincidencia en el cien por ciento de los proyectos de gestión y de las personas que lo lleven adelante. U olvidamos la distancia que los separó durante años antes de la decisión de indultarse mutuamente. Y también es cierto que a pesar de las diferencias sobre algunas posiciones, que no son la mayoría, Alberto a veces sobractúa naturalmente su kirchnerismo y le sale naturalmente, ya no solo la protección jurídica de su socia en este proyecto, sino que también imita a su manera algunos rasgos de su carácter beligerante, que él no tiene.

Alberto y Cristina saben perfectamente cómo es su trato. Incluso Massa lo percibe con bastante claridad, cerca de Máximo. Pero hay algunos que no entenderán nunca la lógica de la política argentina y, menos aún, la del peronismo. Ésa en las que las diferencias se sobrellevan sin sangre y sin gritos y se saldan ejerciendo el poder desde el Gobierno.

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