Time Warp devela lentamente sus secretos

Time Warp devela lentamente sus secretos

El caso de la fiesta realizada en Costa Salguero se agrava, revelando una trama de complicidades ya difícil de ocultar. Se supo que no eran 11 mil sino 20 mil los asistentes.


En el reino de las cosas que no son lo que parecen, en el predio de Costa Salguero en el que se realizó la trágica fiesta denominada “Time Warp”, un simple cruce de información lograda a través de los celulares utilizados por los organizadores que ordenó el juez Sebastián Casanello, reveló que en el predio había 20.490 personas a las 6:30, contradiciendo un acta labrada a las 3:00 por los inspectores gubernamentales, que daban cuenta de la venta de 10.900 entradas.

Esta irregularidad se suma a las habituales que suelen darse en torno a todo tipo de fiestas y recitales, entre los cuales se enmarcan las tragedias de Cromañón y Beará, siempre con saldo fatal a causa del descontrol, la superpoblación y la falta de contralor de las agencias encaragadas de realizarlos, siempre curzadas por la corrupción, la “vista gorda” y las “cadenas de favores”, que involucran a los inspectores y a sus jefes.

En el caso de Cromañón, la encargada de darle immunidad a los popes del negocio nocturno era la propia hermana del jefe de Gobierno, Vilma Ibarra. En la actualidad, se podría enumerar el Caso Beará, en el que el director de Habilitaciones Especiales, Pablo Saikauskas y el director general de Habilitaciones y Permisos de la Agencia Gubernamental de Control, Martín Farrell, que resultaron procesados y desprocesados tantas veces que hasta se puede dudar de cuál es su condición judicial por estos días.

A partir del jueves a la noche, que es cuando trascendió la noticias de las escuchas y, en consecuencia, del exceso de asistentes a Time Warp, es dable preguntarse si las inspecciones se producen realmente a las 3:00 de la mañana o si se firman previamente y se presentan luego ante el organismo de control, con la esperanza de que en el tiempo intermedio “no pase nada raro”.

O, aún peor, el público debería evaluar si el ojo para calcular de los inspectores es defectuoso. La situación es la siguiente: si la empresa presenta una declaración de haber vendido 10 mil entradas y hay casi el dobre de cuerpos presentes en el lugar, ¿es muy difícil darse cuenta del engaño? ¿Existe un “ojo entrenado” de parte de los inspectores, que detecta personas por metro cuadrado y que es capaz de sancionar? Porque no es sólo conocer la irregularidad, sino que el funcionario debe estar dispuesto a no hacer “la vista gorda”, que es otro tema posible.

 

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