Peronismo: el 2019 es aún una lejana galaxia

Peronismo: el 2019 es aún una lejana galaxia

Los bloques parlamentarios comienzan a moverse. Hay deserciones, nuevos ingresos y realineamientos.


Se juntan, pero no discuten. Se reúnen, pero cada uno guarda su lugar. Se muestran juntos y sonrientes en las fotos, pero la unidad es, hasta ahora, un objetivo a lograr en el futuro.

Los peronistas tienen hasta ahora una sola cosa en claro: deben estar juntos “porque ésa es la ley primera”, pero evitan cuidadosamente profundizar las discusiones, porque las diferencias que guardan aún son lo suficientemente peligrosas como para separarlos nuevamente.

De todos modos, sólo exhibiendo su intención de unificar las candidaturas y manteniendo a sus candidatos en un plano de no agresión, el peronismo logró colocar a todo el gobierno de Cambiemos a la defensiva. El ataque constante sobre la administración anterior cada vez les sirve menos al presidente y a sus ministros. Ahora deben hacerse cargo de que lo que ocurre en el presente, que es la consecuencia directa de sus propios actos. Es más, criticar lo hecho por otros se ha convertido en una muestra de debilidad, que no hace otra cosa que potenciar a sus adversarios y reducir a Cambiemos a una suma de frustraciones, aunque sea por no haber podido cambiar lo que cuestiona.

¿Del conflicto a la armonía?    

En el campo opositor, después de la traumática derrota del 22 de noviembre de 2015, el peronismo entró en una fase de dispersión y de peleas internas constantes, en la que sólo la consciencia de que el futuro puede ser aún peor ha obrado como antídoto.

Esta situación de estudio mutuo, en la que ambos vigilan los movimientos del otro buscando la ventaja sin hacer nada más que criticarse los errores, es una especie de empate táctico, que entrega pobres resultados. A ninguno de los dos bandos les alcanzan los errores ajenos, si no empiezan a exhibir aciertos, historias y proyectos que logren el apoyo popular. Sino, disminuyen sus posibilidades para 2019.

En este terreno resbaladizo, el peronismo viene posponiendo sus definiciones taxativas, que deberán comenzar a delinear inmediatamente después de la votación del Presupuesto 2019 que se disponían a aprobar los senadores al cierre de esta edición. Era el plazo que todos estaban conscientes de que debía ser respetado, porque los que tienen responsabilidades de gestión a veces deben votar con la nariz tapada. Una vez superada esta instancia, comenzarán en serio el armado 2019.

Antes de mayo deberán haber cicatrizado las heridas, definido las luchas internas y saldado las viejas cuentas. Ésa es la exigencia mínima que creen necesaria para encarar con alguna posibilidad de éxito el reemplazo gubernamental que se producirá en el final de 2019.

En esa línea, pareciera que el clamor de las “bases peronistas” es mucho más ruidoso que el de sus dirigentes, que recién en los últimos tiempos comenzaron a delinear el trazo grueso de una estrategia unificadora, más allá de que hayan planteado antes la necesidad de hacerlo. Lo que ocurre es que no existe el orden en la política. El propio Juan Domingo Perón lo sintetizó con profunda ironía, muchos años atrás. “Los que en política quieren manejar un orden perfecto suelen morir de una sed desconocida –graficó el fundador del movimiento-, porque en política difícilmente exista un orden perfecto. Por eso, el que anhele conducir políticamente, ha de acostumbrarse a manejar el desorden antes que el orden”.

Cambios en el Congreso: ¿el principio?

En dirección al futuro cercano, se produjeron en los últimos días algunos corrimientos en el bloque de senadores –un movimiento que se extendió a otros ámbitos-, que comenzaron a abandonar la bancada del bloque Justicialista, que preside en ínclito rionegrino Miguel Ángel Pichetto.

Así, el formoseño José Wayans y los tucumanos José Alperovich y Beatriz Mirkin manifestaron su decisión de abandonar el bloque, en una movida a la que se supone que seguirían otras posteriores, que incluiría, en principio, a los tres senadores por La Pampa. Todos los disidentes anunciaron hasta ahora que trabajarán en un interbloque que incluye a la bancada del Frente para la Victoria, en el que revista la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

La política es una ciencia compleja, pero es posible que la decisión de los senadores sea el anticipo de lo que vendrá inmediatamente después de la votación del Presupuesto. No es que sólo exista disconformidad entre los  gobernadores, sino que existe una sensación de límite.

El peronismo no espera nada más de Cambiemos en las negociaciones del Palacio. Cuando esto ocurre, gana protagonismo la calle, donde se está cocinando un caldo explosivo, integrado por los sindicatos, los movimientos sociales y otras organizaciones, cuyos reclamos vienen siendo atendidos de manera selectiva por la ministra Carolina Stanley. Ésta porta una vara que mide la capacidad de desorden que amagan las organizaciones y en proporción a ella son atendidos sus reclamos.

Paralelamente, la judicialización de la política que, según los peronistas, planteó el Gobierno, en realidad oculta su vacío político y su ausencia de capacidad para gestionar la cosa pública. De todos modos, ya no subestiman a Cambiemos, después de las derrotas de 2015 y 2017. <lo contrario, sería suicida.

Dentro de este panorama, en vista de la caída en los números de la economía, Macri apuesta a dividir a la oposición como método para ganar. Lo hizo en el pasado en la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad, en la ciudad de Corrientes, en Chaco y en otros distritos, adonde la dispersión peronista le alcanzó para ganar.

La única duda que carcome los cerebros de los gobernadores y otros líderes distritales peronistas –hoy por hoy, nadie unifica la propuesta ni la política nacional- es si les servirá acumular para Cristina Fernández de Kirchner. Aún no se sentaron a discutir con ella, la figura que más mide en el peronismo. La experiencia de los doce años de kirchnerismo los impulsa a anticiparse para exigir sus reivindicaciones antes de que los hechos se produzcan.

El problema es que para eso Cristina debería erigirse en la conducción, un rol que en el pasado ejerció con certera eficiencia Néstor Kirchner y que desde su fallecimiento está vacante. Ella jamás ejerció la conducción, prefiriendo ocupar un lugar de poder. En este punto, es necesario recordar de nuevo a Perón, que alguna vez le espetó a John William Cooke, al que había nominado para sucederlo, en caso de emergencia: “Usted debe ser como el Papa –le dijo. El Papa bendice a tutti. Usted dé su bendición urbi et orbi”. Con esto le recordaba que la conducción es un arte que no sólo se ejerce en el desorden, sino que debe incluir a los leales, a los que dudan, a los decididos, a los fanáticos, a los críticos, a los fieles y aún a los díscolos. No se puede conducir sólo a los seguidores convencidos, sino también a los lejanos y a los disconformes.

De todos modos, en los últimos tiempos, si bien las encuestas muestran números alentadores para el peronismo, nadie capitalizó de manera contundente la caída del Gobierno. Es cierto que CFK es la figura que más mide y que el sello peronista sería, en principio, el principal beneficiario, pero para ganar hace falta algo más y eso es lo que aún no está y por esa razón, Mauricio Macri y Cambiemos aún tienen chances para seguir en carrera e incluso para ganarla. En este punto, la marcha de la economía definirá las cosas.

Esto, mientras en peronismo siga en estado de asamblea permanente, sin definir propuestas ni candidatos. Stra Trek, fue, al fin y al cabo, una epopeya sin fin.

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