Día Internacional del Trabajo doméstico, el principal factor de desigualdad

Día Internacional del Trabajo doméstico, el principal factor de desigualdad

Recae en el 76% de los casos sobre las mujeres, lo que genera triples jornadas laborales y pérdida de oportunidades y derechos.


En 1983, en el Segundo Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se declaró el 22 de julio como el Día Internacional del Trabajo Doméstico, con el objetivo de reconocer el trabajo no remunerado que realizan las mujeres en sus hogares, basado en patrones socioculturales históricos, que estigmatizan y profundizan la desigualdad entre varones y mujeres.

En la actualidad, las tareas del hogar y de cuidado recaen sobre las mujeres en un 76% de los casos, según la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del INDEC del 2013.

Las consecuencias de sostener una socialización que divide sexualmente las tareas que deben ser remuneradas de las que no, producen fenómenos como la feminización de la pobreza (según datos de Naciones Unidas, el 60% de las personas que pasan hambre en el mundo de forma crónica son mujeres y niñas); brecha salarial (las mujeres ganan, en promedio, un 29% menos que sus pares varones, determina el informe de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género) y poca o nula participación de la mujer en espacios de toma de decisiones (según el ranking de la revista Fortune, en el 2019, las ejecutivas dirigen tan sólo 14 de las 500 compañías más grandes del mundo).

A raíz de la coyuntura actual de confinamiento, a todas estas tareas se le suman aquellas destinadas a mantener al virus fuera del hogar, lo cual genera hasta triples jornadas laborales. Según una encuesta de Grow – Género y Trabajo, realizada en abril de este año, las mujeres dedican dos horas más que los varones al cuidado de les hijes y duermen una hora menos. Los varones, por su parte, duermen una hora más por día y tienen una hora más de ocio y entretenimiento que ellas. El dato es similar al de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo del INDEC del 2013.

Para visibilizar lo que sucede “puertas adentro” es necesario generar políticas públicas y educativas que rompan la complicidad cultural machista, que pone a ellas a cargo del cuidado y, a ellos, como “acompañantes”.

Mientras las cifras estatales se hacen esperar, una herramienta de la que disponemos en la actualidad para desarmar estereotipos de género y socializar las tareas es la implementación efectiva de la Ley de Educación Sexual Integral que, aunque fue sancionada en el 2006, es la eterna asignatura en “cuarentena”, ya que no se dicta en la mayoría de los espacios curriculares educativos del país.

Trabajo no remunerado: una inequidad que empieza en el Estado

Según un informe de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad, el trabajo de cuidados y de gestión del hogar representó en el 2018 el 13.4% del PBI porteño. Además, si todas las mujeres radicadas en las grandes ciudades de Argentina que realizan tareas de cuidado recibiesen la remuneración estipulada para esta categoría por la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares (CNTCP), según el tiempo total que le dedican a esta actividad, el valor monetario sería de más de 4 billones de pesos al año.

Asimismo, la desigualdad también forma parte de nuestra legislación: según la Ley de Contrato de Trabajo, la licencia por maternidad es de 90 días y la de paternidad, solo de 2. Es decir, desde la Ley misma se plantea que la madre es la “encargada principal” de cuidar, mientras el padre ocupará el rol de “acompañante”.

Las masculinidades y el trabajo doméstico: “¿Te ayudo?”

Según la encuesta mencionada de Grow Género y Trabajo, los varones con niños a cargo dedicaban a estas tareas 3 horas de su tiempo previo a la pandemia, cifra que aumentó —según ellos mismos— a 6 desde la implementación de la cuarentena. Sin embargo, no se condice con el tiempo que las mujeres dedican (10 horas) y esa diferencia los varones la usan para dormir más, trabajar más o para el ocio.

El espacio privado y el uso del tiempo libre, dos terrenos por conquistar

A nivel histórico, todo lo que respecta a la feminidad fue considerado del espacio “íntimo” y, por tanto, se entiende como algo “privado” las cosas que les sucedan. Dentro del hogar, se afianza esa devaluación social. Para la antropóloga Rita Segato, “resolver el problema de la desigualdad de género no es sólo y simplemente resolver el problema de los hombres y mujeres, sino desmontar dos estructuras: 1. La asimetría binaria entre los temas de interés general —lo netamente político— y aquéllos de interés particular —su resto, su margen, lo no plenamente político—, y 2. El mandato de masculinidad que sustenta esta asimetría”.

Asimismo, el uso del tiempo libre también es una categoría que condiciona la vida de las mujeres por ascender profesionalmente o acceder a trabajos mejor remunerados. La historiadora Gerda Lerner reconoce que uno de los dos hitos de la historia que hicieron que los hombres tengan control de la propiedad privada fue el reparto desigual del tiempo libre: “Los hombres se benefician más que las mujeres por el simple hecho de que las actividades ‘femeninas’ de preparar la comida y cuidar de los niños nunca se detiene”, mientras, en cambio, para los hombres, el trabajo formal tenía un límite de horario. “Así es que, posiblemente, los hombres podían emplear este nuevo tiempo de ocio para desarrollar oficios nuevos, iniciar rituales que le dieran un mayor poder de influencia y administrar los excedentes”.

Queda nada más para la imaginación pensar qué sucedería si todos los temas que rodean a las identidades feminizadas fuesen tan importantes como los masculinos. Aunque, pensándolo bien, para imaginarse hay que tener tiempo; y, el tiempo, es, todavía hoy, un derecho de género.

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