Cuando la antipolítica es la norma, sólo queda la guerra

Cuando la antipolítica es la norma, sólo queda la guerra

Antes de que se supiera la suerte que corrió Gutiérrez, ya se especuló con la supuesta complicidad de la vicepresidenta con el crimen. Después, la Justicia despejó esa hipótesis.


El asesinato del exsecretario privado de Cristina Fernández de Kirchner, Fabián Gutiérrez, volvió a destapar una caja de Pandora que ya había sido abierta en otras ocasiones, anteriormente.

En los primeros momentos, cuando aún no se conocían las circunstancias en las que el crimen había sido cometido, la principal fuerza opositora -Juntos por el Cambio- ya había emitido un comunicado en el que sostenía la hipótesis de que era “un crimen de extremada gravedad institucional” y que era necesario que “no haya familiares de la vicepresidenta Cristina Kirchner en el proceso”. 

Este desprecio por la política terminó de sumergir al partido que preside Patricia Bullrich en el ridículo. Si hubieran esperado unas horas, no habrían dado tamaño paso en falso. La prudencia enseña a no dar nada por hecho a priori en el ejercicio de la política. Su opuesto, la temeridad, suele conducir por caminos equivocados, como fue el caso.

Tamaño amateurismo político podría ser explicado por la filosofía platónica. Platón determinó, hace más de 23 siglos, que el conocimiento se divide entre la “doxa” u opinión, determinada por la percepción sensorial, que permite una noción superficial de las cosas y la “episteme” o conocimiento científico, es decir, el conocimiento de las cosas por sus causas.

Estas percepciones sensoriales que conforman el mundo filosófico de la derecha argentina, son reduccionistas. Allí sólo existen los malos y los buenos, los blancos y los negros o la virtud y el pecado. Todo ello, sin medias tintas. De esta manera, las acciones y las declaraciones de Juntos por el Cambio tienden a anular el derecho a la existencia de sus adversarios,  los que trata como enemigos mortales, como seres despreciables, carecientes de cualquier asomo de virtud o de razón de ser o, peor aún, como si carecieran del derecho a existir.

Este grave reduccionismo, que sólo aporta a la división, al desagrado hacia los demás y al aislamiento, muestra además a la línea dura del Pro hablándole a la Cristina del 2015, con el peronismo en derrota. No toma en cuenta a la vicepresidenta de la Nación que ella es actualmente, ni al peronismo triunfante, que les ganó de manera clara en primera vuelta el último 27 de octubre de 2019.

Un partido o coalición política ganadora se puede dar el lujo de ejercer moderadamente la descortesía, cierta controlada aspereza y hasta podría hacer gala de algún arranque de mala educación. Pero la derrota exige la modestia. Los perdedores deben reaprender su posición en la coyuntura política. Deben reformular sus opciones, abandonar la ilusión de la victoria y cruzar el duro páramo de la derrota para volver a planificar un futuro, quizás victorioso.

El manejo de las posiciones extremas, en cambio, les evita el ejercicio de replantearse la misma política que llevó a la derrota a la coalición. Reconstruir una opción ganadora exige mirar hacia delante. Quedar atrapados en 2020 en la estrategia que desplegaron entre 2013 y 2015, que explotó hábilmente las contradicciones que existían en el Frente para la Victoria y los llevó a quedarse con la Casa Rosada, Bolívar 1 y la Casa de Gobierno bonaerense, es apostar por una nueva derrota.

Inclusive, los entretelones del lanzamiento del comunicado, que llegó a las redes sociales y a los medios de comunicación cuando aún la mesa del Pro se encontraba reunida para adoptar una posición frente a la muerte de Fabián Gutiérrez, muestran una crisis dentro del que fuera el partido de gobierno entre 2015 y 2019. Esto es, además, la consecuencia del  verticalismo que exige a su dirigencia la mesa nacional del partido amarillo, que no suele escuchar a las voces críticas.

Cuando algunos de los presentes en el encuentro virtual se enteraron de la publicación del documento, cundió el enojo. Incluso, cuando el exsecretario general de la Presidencia de la Nación, Fernando de Andreis, quiso mediar entre ellos y los duros, debió soportar algún insulto, algún chascarrillo y aún ciertas palabras subidas de tono.

Hay varios intendentes bonaerenses –el lanusense Néstor Grindetti, entre ellos- que se plantean, no desde ayer, borrarse del chat que comparten con los “duros” del Pro. Los que coinciden con su posición le pidieron al intendente de Lanús que aguardara un día más, tanto para organizar una salida colectiva como para renegociar su permanencia dentro del entorno de la mesa nacional, pero en otras condiciones.

Paralelamente, Patricia Bullrich salió a cruzar nada menos que al presidente de la Nación, en un tono que habitualmente es reservado para las peleas callejeras. Curiosa mezcla, la de una señora de la clase alta que utiliza un tono plebeyo, de barricada.

Tras ella, el exgobernador de Mendoza y presidente del radicalismo, Alfredo Cornejo, puso otro huevo en la canasta de la estrategia de la erosión, utilizada hasta hoy sin demasiado talento por Juntos por el Cambio: “un nuevo crimen vinculado al poder kirchnerista”, expresó, muy suelto de cuerpo.

De todos modos, el desagrado que impera en las cercanías de los dirigentes del Pro “con territorio” cuestiona seriamente el liderazgo de Patricia Bullrich, que no perderá su posición sólo porque el poder real dentro de su partido –que sigue en manos de Mauricio Macri- seguirá apoyando la estrategia de la confrontación total, aunque en las cercanías de Horacio Rodríguez Larreta nieguen la existencia de un crimen político.

Para el final quedan las palabras, porque, más allá de la muerte del joven santacruceño, alrededor del cual se tejieron todos los desatinos apuntados y otros que no vale la pena agregar, hubo otras palabras. Graciana Peñafort habló de “necropolítica”, mientras que el padre Eduardo de la Serna fue más osado, llamando al episodio “copropolítica”, sin ponerse colorado por su audacia.

El psicólogo argentino residente en España Jorge Alemán, señaló, por su parte, que “Cristina es un tabú porque reúne en su cuerpo una gran autonomía intelectual, una femineidad afirmativa y no sumisa y la relación con un proyecto histórico siempre por venir. La miseria argentina es el odio -antes de que cualquier grieta se produzca- a esta dimensión  radicalmente creadora de lo femenino”.

Los enfrentamientos conforman una parte vital de la historia política argentina. De todos modos, los últimos 75 años –tras la irrupción del peronismo en la historia- estuvieron teñidos por esa misma concepción descripta más arriba, de deshumanizar a los que plantean las reivindicaciones de los más pobres. No existió la piedad para con sus simpatizantes, ni para con sus militantes, que fueron tirados al océano con vida desde aviones y luego torturados, asesinados, fusilados, desaparecidos, bombardeados, enterrados como NN y quemados. Hasta fueron asesinadas en ocasiones las madres y otros familiares de los que ya habían sido muertos.

Es hora de que la política vuelva a aparecer y que salgan de la escena estas diatribas calumniosas que suelen utilizar algunos opositores. La política es otra cosa y debieran aprenderlo. Corren el peligro de convertirse en parte del pasado y no del futuro.

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