El peronismo ya es el límite de una Cristina más cool

El peronismo ya es el límite de una Cristina más cool

Por Fernando Riva Zucchelli

Opinión por Fernando Riva Zucchelli


Los Papeles de Panamá parecen haber abierto la hendija para que empiecen a picar las balas cerca de la Casa Rosada. El pasado empresarial de algunos funcionarios y políticos de la fuerza oficialista ha demostrado que en el mundo nadie orina agua bendita. Y eso que detrás del financiamiento de la maniobra panameña están los Estados Unidos. Así y todo, perdieron muchos amigos políticos del imperio reinante.

Más allá de sociedades offshore y de las cuentas en el exterior relacionadas, el intenso bombardeo que venían realizando los medios de comunicación locales acerca de la brutal corrupción kirchnerista empezó a tener algún atisbo de respuesta desde el espacio político K, o sea, el de los ladrones de la década más allá de la discusión política.

Después, ¿casualmente?, se dieron a conocer quiénes habían sido los beneficiados de la operatoria del dólar futuro: todos los dueños del país, por decirlo de una manera fácil. Gente muy rica y poderosa, junto a algunos acomodados de la burguesía criolla o del gobierno anterior.
No olvidemos que fue esa la causa por la cual Cristina tuvo que concurrir a los tribunales de Comodoro Py. Allí presentó un escrito político que, junto con el posterior acto en esa lluviosa mañana, constituyó el inicio de su campaña para reconquistar el amor y la confianza política que le dispensa todavía un sector de la gente, a pesar de todo lo acontecido en este corto período sin ella en el poder.

Ese es, quizás, un tema: el período es demasiado corto para contabilizar el importante impacto en el sufrimiento de la gente para hacer frente a sus obligaciones. No es cierto que Macri hizo todo bien ni tampoco que hizo todo mal. La herencia de la década ganada no coincide ni a palos con el relato. Era pesada de veras (como cada diez años en este bendito país) y nadie que gobernara en la crisis que todavía atraviesa la Argentina lo hubiera hecho mucho mejor o peor. Para pagarle a los holdouts no había plata sin tomar deuda, no había un peso. Y había que pagar para acceder al crédito internacional. Sin secretos ni hipocresía. Hasta aquí, no había muchos caminos, el tema es el “ahora qué”.

El miedo a repetir el pasado es de a ratos el que se incrusta en el cuerpo social. La deuda externa, esa situación imprescindible para el crecimiento si se la controla y se la vigila, pero que fue tan mal manejada por anteriores gobernantes que la tomaron y fundieron biela, es la que genera tensión social e ideológica entre los más politizados.

Se suma, además, la situación inflamable de los asalariados por los aumentos generalizados, la inflación en niveles demasiado altos, el parate en general de la industria y de la cadena de pagos en casi todos los sectores, que hacen que el humor social y el nivel de aceptación, muy bueno en general en los primeros sesenta días, haya pasado a guarismos, no digamos críticos, pero con un delay importante con aquellos momentos. Nadie mide de quién es la culpa. Todos tienen el suyo en la grieta. La gente solo se mira el ombligo. Lo demás es chamuyo.

Cristina, que de política entiende bastante, vio el momento que estaba esperando desde diciembre y se montó en el escenario que torpemente le montó el juez Claudio Bonadio. Hasta el momento de escribir estas líneas, su hiperactividad es inimaginable. Incluso ha hecho una autocrítica fuerte ante los intendentes que antes la habían acusado de la derrota. Exculpando a los jóvenes de La Cámpora, admitió ser la responsable de lo bueno y de lo malo de su gobierno y de la elección perdida. Lo que es más loco: ahora también escucha y deja hablar. Esa es la prueba más clara de que todo esto es una farsa. Nadie aprende en tres meses a ser más democrática con sus compañeros, sobre todo después de ocho años de látigo continuo.

Es tan tramposa Cristina como los que van a hacerle la corte al Instituto Patria (exceptuando a La Cámpora y a Nuevo Encuentro, ambos re-jugados y sin chances sin ella) y la tratan de “líder” sabiendo que su lugar es viable mientras nadie aparezca en el horizonte peronista con la suficiente fuerza para frenar el ritmo de Cambiemos. Y el peronismo genera siempre, como lo hizo con ellos mismos. Ya la traicionarán, como corresponde. Cristina, con la inercia del poder que ostentó, lo puede hacer, lo sabe hacer y llegará hasta donde el PJ y el Gobierno lo permitan.

La verdad es que hoy es una dirigente de culto. Igual, que Macri no se distraiga. Las inversiones locales (siempre reacias) tardan seis meses, y las extranjeras, un año y medio. Las cosechas y el boom de infraestructura (si se concreta) es todo lo que tenemos para los próximos dos años. El pueblo no siempre sabe ni puede esperar. Es bueno recordarlo, a ver si todavía se le escapa la tortuga.

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