Coronavirus en el encierro: ¿el brote futuro?

Coronavirus en el encierro: ¿el brote futuro?

En Argentina, el problema aún no estalló en las cárceles, pero puede ser grave. En los geriátricos están creciendo los casos.


No pueden surgir datos estadísticos alentadores que den cuenta de una pandemia como la que estamos viviendo. El Covid-19 infectó ya a mucha gente a lo largo de todo el mundo: generó 3.662.691 contagios y 257.239 fallecidos en al menos 187 países del mundo, contando hasta la medianoche del martes.

El problema surgió en estos días antes la proliferación de fallecidos en los lugares cerrados, en los que las personas no pueden guardar la distancia aconsejada para evitar el contagio. Los geriátricos, las cárceles y los cruceros son los principales espacios en los que ha habido contagios masivos.

Un problema incipiente que ya provocó cinco muertos

En Argentina, el 20 de abril último se conoció al primer preso contagiado por Covid-19. Es un interno de la Unidad N° 42 de Florencio Varela que sufre de insuficiencia renal y podría haberse contagiado en un hospital de Avellaneda, adonde concurría a tratarse su enfermedad.

Sólo en la Provincia de Buenos Aires hay 58 mil detenidos, sumando a los que se alojan en las prisiones provinciales y federales. La crisis que provoca en el sistema penitenciario la sola aparición del Coronavirus ya provocó  la muerte de cinco reclusos en las cárceles de Coronda, Las Flores y Devoto. Fueron asesinados, es necesario destacar, por la acción represiva de los cuerpos se seguridad.

Ante esta situación, la Cámara de Casación Penal provincial emitió una acordada por la que recomendaba o la liberación o la concesión del arresto domiciliario para presos que debían cumplir dos condiciones esenciales: que fueran procesados y condenados por delitos leves, que tuvieran más de 65 años, mujeres embarazadas, personas que sufrieran enfermedades pulmonares graves o madres que viven tras las rejas con hijos menores.

Incluso la jueza de Ejecución Penal de Quilmes Julia Márquez realizó una denuncia de la que se desdijo el mismo día en que la lanzó en los medios de comunicación. Alegó que habían sido liberados “172, abusadores, violadores y asesinos”, destacando que sus datos se originaban en un informe de la Cámara de Casación, organismo que luego desmintió que estas cifras formaran parte de su escrito.

Márquez, que forma parte de Usina de Justicia, una agrupación de funcionarios judiciales ligada al macrismo, por su parte, liberó al homicida Víctor Manuel Carrizo el tres de abril pasado. La pena de Carrizo, que debía utilizar una tobillera electrónica, vencía recién el 19 de octubre de 2024. Había sido condenado a once años de prisión. Márquez se excusó en que el detenido sufre de tuberculosis y que eso implica “un factor de riesgo de contagio” de Coronavirus.

Los liberados por la acordada de Casación fueron, hasta hace tres días, 439, una cifra que no alteró mayormente la estadística anual de los que salen de prisión, en especial por haber cumplido sus condenas. No todos fueron liberados, entre ellos hay quienes fueron enviados a cumplir prisión domiciliaria.

En el mismo período del año 2019 –del 17 de marzo al 17 de abril- se ordenaron 1.713 libertades y se concedieron 30 arrestos domiciliarios. Este año, en cambio, se otorgaron menos libertades (1.607), pero aumentaron las prisiones domiciliarias, que llegaron a los 637.

En el primer mundo, las cosas están aún peores, por ahora. En la cárcel del Condado de Marion, en el medio oeste norteamericano, el 80 por ciento de sus reclusos están infectados por el Coronavirus. Son 2.500 presos y 175 de sus vigiladores y empleados de la cárcel.

En ese país –que es el de mayor cantidad de presos en el mundo- existen 2,3 millones de personas privadas de su libertad. Según el Covid Prison Data, que publican expertos en justicia penal, existen en estos momentos 13.400 reclusos y 5.300 trabajadores de prisiones infectados.

Los geriátricos pueden ser trampas mortales

Paralelamente, comenzaron a conocerse las muertes acaecidas en otros espacios cerrados, como son los geriátricos. En el Apart Inca, situado en el barrio de Belgrano, fallecieron seis ancianos y hay otros 19 que fueron internados a causa del Covid-19. Entretanto, en un asilo de Hurlingham hubo siete casos de Coronavirus y debieron trasladar a otros 27 pacientes más a otros hogares en la Ciudad de Buenos Aires.

En la ciudad de Buenos Aires hay 478 geriátricos, en los que están internadas 16 mil personas, lo que convertiría a estos lugares en bombas de tiempo ante la menor infección.

Ya hubo, en un establecimiento de Villa Luro una mujer fallecida que dio positivo de Covid-19, situación que se agravó cuando evacuaron a los 40 ancianos que vivían en el lugar, tres de ellos, que estaban infectados, fallecieron por el stress de la reinternación. En la misma semana, los 35 internados del Hogar Beit Sión, ubicado en Flores, fueron evacuados después que en varios de ellos fueron se detectara la presencia del temido virus.

El 22 de abril se conoció que en asilo de Parque Avellaneda se detectaron ocho contagiados por el virus, de los cuales uno falleció. Peor fue el caso del geriátrico Santa Lucía, de Saldán, Córdoba, se informó de 66 contagiados por el Coronavirus y otros cuatro fallecieron.

Las cifras podrían llegar a ser explosivas, si ocurriera lo mismo que en Nueva York. Allí hubo 1.700 muertos en los geriátricos, en especial en uno de ellos, situado en el barrio de Queens, se murieron 71 internos. Si la cifra total en Nueva York llega a los 18.600 fallecimientos por el virus, es de imaginar la influencia que alcanzaron en ésta la mortandad de los más longevos.

¿Existen soluciones?

Liberar a los presos quizás no sea la mejor solución. Al menos eso piensan los residentes en los barrios de clase media y alta. Muchos piensan, incluso, que el Coronavirus debería atacar las cárceles como si fueran comandos asesinos y provocar una mortandad en las cárceles, como si la muerte fuera la solución ante la pobreza.

En cuanto a los ancianos, viven en geriátricos porque sus familiares los llevaron allí. No tienen ya lugar en la familia, al menos no el lugar de importancia que tuvieron cuando estaban activos, años atrás.

No hay solución a estos dilemas. Pero si no se encuentra una respuesta, la única salida es dejar morir a los más longevos y a los “malos”. ¿Será ésa la única solución posible que propone una sociedad democrática?

El enigma, por ahora, no tiene solución, como La Conjetura de Hodge, uno de los siete problemas matemáticos que planteó el Instituto Clay. La diferencia es que éste incluye vidas humanas.

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