“No conozco otra lengua sino la del lenguaje de mi espíritu herido”

“No conozco otra lengua sino la del lenguaje de mi espíritu herido”

Claudia Baldoni habla de su último libro, El ojo que cuestionaba mis hurtos, y cuenta por qué decidió incorporarle imágenes y un corto. Asegura que “no se puede vivir subestimando al lector”.


El ojo que cuestionaba mis hurtos es el segundo libro de la autora platense Claudia Baldoni, quien coordina y conduce el café literario de la biblioteca López Merino, de La Plata. Con ella dialogó Noticias Urbanas sobre su más reciente trabajo y sobre el próximo, que ya comenzó a escribir.

–Expresaste que definir El ojo que cuestionaba mis hurtos como una novela te trajo comentarios adversos. También dijiste que es “un cuento con otros cuentos más”. Más allá de la calificación, ¿al momento de gestarlo ya lo imaginaste con la estructura fragmentada y la inclusión de imágenes y un corto adjunto?

–Sí, lo imaginé como una novela. Y es más, para mí es una novela. Sucede que el formato y la estructura trajo críticas en contra por todo lo que se dice que es una novela, entonces decidí que sea el lector quien defina el género. Desde su origen fue concebida como novela, pero la reconversión constante de la palabra y el simbolismo la dejaron breve, la acortaron en páginas, pero no en significación.

“El simbolismo tiene esa magia de decir más allá de una palabra, de significar muchas cosas en sí misma. La construcción de imágenes, el simbolismo de la palabra y el tácito de los personajes redondean esta obra. Lo esencial es lo que está escrito, y confío en que el lector interprete esas imágenes y esas fantasías a partir de su propio prisma”, agrega Baldoni, quien integra el Museo de la Palabra.

Sobre la inclusión de las imágenes, explica que “tanto los dibujos como el video complementan a la palabra escrita, mas no la sustituyen. La obra es un todo, donde la fuerza está apoyada en la construcción del pensamiento”.

–Te definís como escritora y poeta por esencia, sin embargo en El ojo… realizaste audiovisuales. ¿Cómo fue la experiencia de generar otros materiales? ¿Qué material creés que tiene más peso?

–El objetivo era resaltar el peso de la palabra sobre la imagen. Entiendo que el lector es atrapado en todo el relato por el pensamiento escrito y no por el video o las imágenes. Quise demostrar de esta manera un mito o un miedo que tienen muchos escritores acerca de poner imágenes en sus obras temiendo que el lector se sienta influido por ellas y no deje así actuar los instintos o sentimientos que le despierta la palabra escrita.

–Hablás de El ojo… como un libro simbólico y decís que en la literatura se necesita de golpes y un efecto lacerante, ¿El simbolismo fue el camino para conseguirlo o esto atenta contra esta búsqueda?

–Al contrario, el simbolismo es el camino, no se puede vivir subestimando al lector, escribiendo solo lo que vemos. La única manera de golpear, de lacerar, es mediante la reconversión de la palabra, digo lo que no se ve, lo intangible, cómo expreso la situación de dolor o no dolor de lo que estoy viendo en las historias: la sombra detrás de la palabra.

–¿Por qué imaginás que el libro tiene gran penetración entre los jóvenes?

–Tal vez sea que el joven mantiene viva esa necesidad de viajar por el laberinto del alma humana, sin miedo al abismo, a las miserias, a los dolores. La búsqueda constante de amar su propia historia, los finales abiertos, finales sin finales. Yo escribo desde el fondo y respaldo con la vida lo que escribo.

–¿Ya estás trabajando en el sucesor de El ojo…? ¿Qué podés adelantar?

–Sí, estoy trabajando en una nueva obra. Es una novela diferente a El ojo… desde su construcción, dado que siempre trato de crear sobre la forma y el mensaje. A mi entender, va a ser más jugada todavía. Sus páginas hacen hablar a los que no hablan, a los que no tienen voz. Eso es Silencio redondito.

–Hay autores que dicen que se escribe desde el dolor; otros, desde el amor. En el libro está la frase “todos somos mortales, con cierto dejo de tristeza”. ¿Desde dónde escribe Claudia Baldoni?

–Me costó mucho decir desde qué lugar escribo, porque siempre sentí que existía una subestimación si uno escribe desde el dolor o no dolor. Sentía que mis pares ponían en duda mis condiciones de escritora, si yo no lo hacía desde esos lugares superficiales. Pero hoy, gracias a El ojo…, que me abrió la puerta, puedo decir que no conozco otra lengua sino la del lenguaje de mi espíritu herido. Desde ahí escribo.

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