BID: Argentina va por el mundo con las luces apagadas

BID: Argentina va por el mundo con las luces apagadas

Opinión.


Las relaciones internacionales son las que les dan marco a las economías de los países, ya sea en el plano privado como en el estatal, dependiendo de los rubros, los momentos y de los países que se integren en las mismas.

En un mundo que está dominado mayormente en la actualidad por las inversiones de los Estados Unidos de América y de la República Popular China, el desafío de todos los países es combinar su situación geográfica en el mundo, sus capacidades, la elección de sus aliados, el mecanismo de relacionamiento con las grandes potencias y además la inserción en sus bloques regionales y los objetivos a los que se apunta llegar y con qué ayuda, ya que nada en el mundo se logra en soledad.

En ese marco se da la pelea del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, hoy ya definida a manos del representante norteamericano de origen cubano Mauricio Claver Carone quién romperá, de concretarse el sábado su confirmación, con la larga tradición de presidentes latinoamericanos en esa institución.

Argentina se comió un amague parecido al que se comió en la OEA en ocasión de la consagración por amplia mayoría del candidato de los Estados Unidos, el uruguayo Luis Almagro. En el caso del BID, tras las idas y venidas, parecía crecer la tendencia que el pacto entre Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador podría resultar un eje interesante para el continente. Pero calcularon mal la institucionalidad y el poco respeto del gobierno de Donald Trump por las formas y el nivel de las relaciones de México con el gigante que habita al norte de sus fronteras. Y midieron mal a Europa en grandes ligas bajo la inexperta mirada del español Pedro Sánchez.

Argentina no vio venir o no le dio importancia al pragmatismo de Trump en cada uno de sus avances. Parece que no advirtió la fuerza de las jugadas del presidente americano, a pesar de sufrir en carne propia y denunciarlo públicamente, que el multimillonario había “empujado” los 50 mil millones que desembolsó el FMI para la campaña de Macri. Tras su pedido al FMI de Cristine Lagarde ésta, luego de tanta pleitesía, debió volver a la Unión Europea a seguir haciendo de las suyas.

Claver Carone es un hombre de la más estrecha confianza de Trump, que ve a la Argentina como un país comunista, odia a Venezuela, a Cuba y a Nicaragua, no nos considera ni siquiera democráticos y tiene en su palmarés un paso por el FMI como representante de la primera economía del mundo, antes de recalar como un asesor muy cercano al presidente.

La Argentina, un verdadero beneficiado en los cargos y en los préstamos del BID hasta el momento, careció del pragmatismo necesario y ha cometido esta vez un grave error, de la mano de Felipe Solá y, fundamentalmente, del secretario de Planeamiento Estratégico, Gustavo Béliz, quien viniendo de allí justamente, debió haber medido la situación con mayor rigurosidad y debió haber informado al Presidente de qué se trataba esta elección y cómo se desarrollaba.

Pero Argentina no entiende, no comprende muy bien los fenómenos mundiales y las nuevas alianzas que se hacen y se deshacen para determinados fines. Mucho menos las jugadas estratégicas en las que estamos afuera desde la muerte del General Juan Domingo Perón hasta nuestros días. Al mundo además de mirarlo e imaginarlo como a uno le gustaría que fuera hay que entenderlo como es y ésa no es precisamente la virtud de este ni de ninguno de los gobiernos anteriores.

 

Argentina se comió un amague parecido al que se comió en la OEA en ocasión de la consagración por amplia mayoría del candidato de los Estados Unidos, el uruguayo Luis Almagro. En el caso del BID, tras las idas y venidas, parecía crecer la tendencia que el pacto entre Alberto Fernández y Andrés Manuel López Obrador podría resultar un eje interesante para el continente. No fue así.

 

La entrada de China al continente, las inversiones que ha hecho el gigante asiático en los últimos cuatro años por casi 30 mil millones de dólares en los países de la Celac, han despertado a una potencia americana distraída, que no veía como le caminaban con la valija llena de dólares su patio trasero, mientras un montón de votos de países e islas muy pequeñas -que a la hora de votar valen tanto como Brasil o la Argentina-, les abrían el camino para cumplir – o intentar- sus sueños prohibidos hasta ahora.

Argentina perderá el 80 por ciento de los cargos que tiene hoy en la OEA, Brasil y Guatemala serán los lugartenientes de Estados Unidos en el podio del organismo y muchos de esos países diminutos serán los grandes beneficiados de un BID que en la pobreza regional de la post pandemia pasará de un presupuesto de 13.000 M a uno tres veces mayor, rozando los 40.000 M. Un dinero vital para transitar la crisis que viene y al que será muy difícil acceder donde acude el único presidente en ejercicio del insignificante Grupo de Puebla, en el mapa del poder actual. Casi la diferencia entre sobrevivir o morir en el intento.

Una lástima tanto desacierto regional, bilateral y de visión internacional en la Argentina. Para los grandes no somos buenos ni para la ideología, ni para la política ni para negociar con los que ganan. En los tres rubros lamentablemente no entramos en el grupo de los ganadores. El “win and win” no es la especialidad nuestra, no sabemos jugar a ganar.

Se debería aprender a lidiar con Estados Unidos y no adelantarse -como aquella vez Susana Malcorra- a apoyar al perdedor de las elecciones yanquis. Asimismo habrá que lidiar también con China, Rusia y la UE y de la boca de sus reales representantes e intereses, tendremos una idea más aproximada de dónde estamos parados, para qué estamos y así, pensando con los de verdad, dejaremos de tener una derrota tras otra en cada elección internacional.

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