La política como expresión del bien (o del mal) común

La política como expresión del bien (o del mal) común

Muchas veces, la negociación política expone lo peor y no lo mejor de nosotros. Y las redes de textos cortos no ayudan a que aflore la filosofía, sino la bajeza.

La violencia callejera sirve muchas veces para derribar a gobiernos populares.

En estos tiempos, en los que el impiadoso coronavirus azota a la Argentina con su masiva propagación, lo único seguro es que no abundan las posibilidades y los métodos para enfrentarlo.

El único tratamiento eficiente para evitar que el virus –que no es más grave que una gripe común, pero que se propaga de tal manera que colapsa los sistemas de salud- se vuelva peligroso es interrumpir el contacto social.

Afortunadamente, a los argentinos lo que más les cuesta cumplir es, precisamente, esta última medida. Los lazos sociales sólidos son imprescindibles para que una comunidad pueda desarrollarse. Dicho esto, es necesario acotar que la ruptura transitoria de éstos funciona, sin dudas, como el reaseguro de que el lazo seguirá existiendo cuando el peligro se retire o, al menos, se atenúe.

El correlato político de la fortaleza de los lazos sociales debe poseer, necesariamente, la misma solidez. Y para que esto se cumpla, el accionar de los partidos debe propender al bien común, sin discriminar a ningún grupo social de los que conforman la heterogénea comunidad argentina.

De los “suaves” a los “duros”

Cuando un político menciona que la crisis de la Argentina se inició “hace 70 años”, comienza a enrarecer la política al descalificar a los grupos sociales que no forman parte de la masa de votantes de su propio partido y, de esta manera, incita a la violencia por parte de éstos contra aquellos.

Pero éste no es un gesto inocente, ni propio de un momento de ira, ni un exabrupto. Es una estrategia política pensada, desarrollada y aplicada por algunos laboratorios teóricos que suelen funcionar en las universidades norteamericanas.

Para el caso, en la Argentina se aplican desde hace muchos años los conceptos que elaboró el filósofo norteamericano Gene Sharp, que fue hasta 2018 –el año de su fallecimiento- profesor de la Universidad de Harvard. Sharp escribió dos libros para fundamentar su teoría: “Políticas de acción no violenta: Poder y Lucha” (1973) y “De la Dictadura a la Democracia” (2013). Las fechas de sus publicaciones no son arbitrarias. En la década del ’70, los EEUU, su país, estuvieron involucrados en los todos golpes militares que se desataron en Latinoamérica, mientras que en la primera y segunda décadas del Siglo 21, los norteamericanos volvieron a la carga contra la aparición simultánea de gobiernos latinoamericanos que rompían el molde de su estrategia continental y buscaban ampliar sus márgenes de soberanía.

Sobre la teoría de Sharp, que afirma que el poder de los gobiernos se basa en los márgenes de obediencia que la sociedad adopta frente a sus mandatos, por lo que si ese acatamiento se termina, su poder se resquebraja, las agencias de inteligencia de su país aplicaron un plan de cinco pasos que se reprodujo en toda Latinoamérica en los últimos 20 años.

La Teoría del Golpe Blando exige el cumplimiento de cinco ítems: Ablandamiento (operación desencanto); Deslegitimación (cuestionamiento ético); Calentamiento de la calle (marchas y cacerolazos); Fractura Institucional (obligar a la renuncia del mandatario cuestionado) y, si todos los anteriores fracasaran, Motines y Violencia en la calle, con intervención, si fuera necesario, de las fuerzas policiales y militares.

Expuesta la teoría, ésta pone en evidencia la estrategia de algunos sectores de la oposición y, en especial, de algunos medios, que todo lo ponen en cuestión, afectando con argumentos falaces el accionar del Gobierno, al que suelen adjudicarle invariablemente intenciones horripilantes ante cada medida que decide.

La deslegitimación constante es uno de los puntos más importantes de esta estrategia. ¿Se pretende discutir una reforma judicial? La intención es que las causas contra la expresidenta se terminen. ¿Asesinaron a un exsecretario privado de la expresidenta? Fue ella, para silenciarlo y que no declarara contra ella en una causa. ¿Para qué es la reforma judicial? Para ampliar la Corte Suprema y quitarle poder o para diluir el poder de Comodoro Py y eso, indudablemente, no es justicia. Estos ramplones argumentos siempre le adjudican al peronismo la intencionalidad de devenir en los paladines del mal, que buscan sojuzgar a la sociedad blanca con recursos obscuros.

Los argumentos de estos comunicadores son totalizadores y no dejan lugar a los matices o a las sutilezas. No existe en los operadores judiciales, mediáticos y políticos el análisis político. Existen sólo justos y pecadores y estos últimos son siempre los mismos, porque gobiernan desde hace 70 años, obviando, por supuesto, que sólo la mitad de ellos ocuparon el poder ejecutivo. Por eso, para ellos son tan necesarios los adjetivos y no los verbos.

Un hecho que no debería ser ignorado tiene que ver con la discusión sobre el proyecto de moratoria de la Ley de Concursos y Quiebras  que termina de presentar el Poder Ejecutivo y en el día de la fecha fue aprobado en la Cámara de Diputados, que la enviará al Senado para que sea votada.

La oposición cuestionó el proyecto porque podría permitir la adhesión al articulado de la ley a la empresa Oil Combustibles, que fue enviada a la quiebra en 2017 ante una acusación motorizada por el Gobierno anterior, que se encuentra “floja de papeles”, por decirlo finamente.

Por otra parte, la comunicación política goza de innumerables canales para expresarse, por lo tanto, sería de desear que se utilizara algún otro, además de la red del pájaro azul, que es el preferido de la oposición. En un limitado espacio, que sólo permite espetar una frase en la que no suele estar presente la filosofía política, suelen verterse sólo chicanas muchas veces inaceptables, que sirven nada más que para enrarecer el clima, sin aportar ningún elemento a la política.

Estas redes sociales suelen ser el vehículo que utilizan algunos operadores de la oposición, que puede ser no partidaria, sino ligada a algunos sectores económicos.

El audio de Doña Rosa

Por estos días se encuentra circulando por las redes sociales, en especial Whatsapp, un audio en el que una señora advierte que “el Gobierno, cuando se abra la pandemia, se va a nutrir de los depósitos fijos como plazos fijos, cajas de seguridad, todos los lugares donde haya plata. Toda esa plata se la van a confiscar, porque el Gobierno está fundido”.

Esta barbaridad –que no es atribuible a ningún partido político, en principio- tiene un epílogo horroroso, ya que su autora finaliza especulando con que “el objetivo de este mensaje es que dejen todo en su casa, chicas. Y su familia, sus amigos, la gente que tenga plazos fijos que los dé de baja y se lleve la guita. Los dólares depositados en el banco sáquenlos. En fin, la plata en casa, chicas”.

Inmediatamente, un vocero del Banco Central desmintió la veracidad de la especie. “Es una versión que por su disparate no merece ningún comentario. Es claramente parte de una campaña de desestabilización política y económica y sin duda hay una organización detrás de esto”, expresó.

Turismo fuera de temporada

Si bien “el verano europeo es divino”, según la inefable Lilita Carrió y a Europa ya llegó el calor, que un dirigente opositor viaje en medio de una pandemia y, por si esto fuera poco, afirme al llegar a París que está “recién llegado a una sociedad donde se vive en libertad y con responsabilidad. Acá haré la cuarentena europea y recién ahí puedo ir a trabajar a Zurich”, transmite un desapego hacia la sociedad a la que pertenece y una visión negativa del país del que fue presidente durante cuatro años.

Así no se puede construir, porque el oficialismo y la oposición deben compartir la intención de mejorar el país. Lo contrario es el saqueo del sentido común, la muerte del diálogo y el bastardeo del concepto de Patria, que es la suma de la Sociedad, el Territorio y el Estado, el lugar en el que vivimos, construimos y enterramos a nuestros padres y a nuestros hijos. El hogar común.

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