¿Por qué tanto escándalo?

¿Por qué tanto escándalo?


La primera que propuso un diálogo con Argentina por las Islas Malvinas fue la primera ministra británica Theresa May, a muy escasos días después de asumir. Le envió una carta al presidente argentino Mauricio Macri en la que propuso la reanudación de vuelos del continente al archipiélago, y también levantar las restricciones para continuar con la exploración petrolífera en la plataforma argentina alrededor de Malvinas.

Lo que hizo Macri en las Naciones Unidas fue obvio: dejar establecido en ese ámbito internacional -que ya se expresó a favor de reconocer la soberanía argentina sobre las Malvinas-, que su gestión aceptará el diálogo con Gran Bretaña y que en esa agenda tiene que figurar la cuestión de la soberanía. Nada que aclarar, salvo para los distraídos o los mal intencionados.

Está clarísimo que los ingleses siempre van a mirar para otro lado antes de admitir que la soberanía es el punto central, pero si ellos proponen el diálogo se convierte en una oportunidad inmejorable para introducir lo que más le interesa a Argentina: la soberanía.

Si Macri no hubiera hablado de ese tema en la ONU lo hubieran destrozado. Si los contactos primarios para reanudar el diálogo propuesto por Theresa May no hablaban de soberanía, había que hacerlo en ese ámbito de encuentro anual en Nueva York.

Que si se la cruzó y le dijo, que si no hubo una reunión formal, que si la cuestión de la soberanía va a llevar años, tiene importancia irrelevante cuando de lo que se trata es de iniciar un nuevo diálogo y, por ende, una nueva negociación que incluya todos los temas.

La carta de May de Julio pasado no la escribió antes ningún inglés. La estrategia de la primera ministra fue abordar sin pérdida de tiempo varios frentes que Gran Bretaña tenía abiertos: Escocia, la Unión Europea por el “brexit”, Rusia y Argentina.  Lo primero que hizo May fue viajar, hablar o escribir para poner en la mesa la instancia de diálogos necesarios.

En la carta a Macri la primera ministra británica manifestó  “la esperanza sincera” de una mejora en las relaciones bilaterales. Como era de esperarse ella propuso permitir los vuelos a las islas, no solo desde Argentina sino desde otros países del continente. Para Gran Bretaña planteó la necesidad de levantar las restricciones que permitan reanudar las prospecciones de petróleo en el archipiélago. El planteo era, obviamente, desparejo para Argentina y no decía una palabra de la soberanía, pero tomaba la iniciativa y ofrecía el diálogo, destruido en los últimos años entre Cristina Fernández de Kirchner y David Cameron.

Con esa actitud, Theresa May se diferenció no sólo de su antecesor inmediato sino también de la estricta e inflexible Margareth Thatcher.

La ex presidenta argentina Cristina Fernández salió con los tapones de punta para decir que se había excluido la controversia de la soberanía y que Macri estaba “cediendo“ recursos argentinos. Acerca de esto último sería oportuno que la ex mandataria reflexione sobre la “cesión” de los recursos argentinos a constructores amigos, a funcionarios que escondieron con los métodos más sofisticados dinero público para su política, o la expatriación de fondos públicos de su provincia que presumiblemente –hasta que se pruebe- hizo su extinto marido.

Para recuperar las islas Argentina tiene dos caminos: el de la guerra –ya tuvimos la experiencia más desastrosa de la historia nacional- y el de la negociación. Si esa negociación es propuesta por el adversario sin que fuera pedido, mejor para la Argentina.

¿Por qué Gran Bretaña quiere el diálogo ahora? Porque los británicos decidieron salir de la Unión Europea. El “brexit” –ese referéndum favorable a arreglárselas solos- modificó el tablero internacional de el Reino Unido, focalizado ahora en recuperar antiquísimos contactos y relaciones comerciales y de negocios.

No fue casual la llegada a estas tierras australes del Ministro para Europa y las Américas del Gobierno británico, Sir Alan Duncan, para negociaciones bilaterales con el gobierno argentino, acompañado por 40 CEO y empresarios ingleses a la Cumbre de Inversiones realizada la semana pasada en Buenos Aires. Vinieron porque los movía una razón estratégica para evitar el aislacionismo.

Macri tuvo esta semana también la razón estratégica de no avanzar en las negociaciones sin poner sobre la mesa el tema excluyente de la soberanía. Lo hizo como presidente de los argentinos, no como representante de un partido político, como dijo Cristina Fernández. Cuando ella firmó el Memorandum con Iran por la causa AMIA no se lo consultó a nadie, salvo a Luis D`Elía.

En cuanto al futuro de la canciller Susana Malcorra, que haga su propio juego para ganar votos ingleses y llegar a la presidencia de las Naciones Unidas es una cuestión que no debería sobreponerse a las afirmaciones y decisiones del presidente de la nación.

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