Los riesgos de la triple corona

Los riesgos de la triple corona

Norman Rozenthal

El flamante jefe de Estado llega a la Casa Rosada no solamente rompiendo con el bipartidismo que imperó en el país en los últimos 60 años sino también con un poder pocas veces visto.


El 2015 quedará en la historia como el gran año del Pro. De gobernar exclusivamente la Capital Federal, el partido que se forjó hace apenas diez años pasó a manejar los tres gobiernos más importantes, incorporando la provincia de Buenos Aires y la presidencia de la Nación. Y aunque será el frente Cambiemos quien arribe a dos de las tres administraciones, en rigor será el Pro quien empuñe todo el poder a través de su líder. Más allá de que asomen algunas caras radicales tanto en el gabinete nacional como en el que acompañará a María Eugenia Vidal en La Plata, lo cierto es que Mauricio Macri les dejó muy poco a sus socios electorales. Sobre todo a la Coalición Cívica de Elisa Carrió, sin referentes a la vista en los primeros planos de la grilla nacional.

El flamante jefe de Estado, entonces, llega a la Casa Rosada no solamente rompiendo con el bipartidismo que imperó en el país en los últimos 60 años sino también con un poder pocas veces visto. Porque más allá de lo parejo que terminó resultando el balotaje con Daniel Scioli en cantidad de votos, haberse hecho de la triple corona (tal como se menciona puertas adentro de la fuerza amarilla) lo ubica en una situación política extraordinaria. Surgen como posibles, por ejemplo, algunas cuestiones que hasta hoy eran consideradas verdaderas utopías, descartadas desde el vamos por inviables en términos políticos. Ahora, teniendo bajo el mismo color la Ciudad, la Provincia y la Nación, cómo no animarse a sanear de una buena vez por todas la cuenca Matanza-Riachuelo o extender los metrobuses y las líneas de subte al Conurbano.

Si de algo hay certeza, al menos a priori, es que se llevará adelante el tan ansiado y dilatado traspaso de la Policía Federal a la órbita porteña. Es más, Horacio Rodríguez Larreta pretende que ese sea uno de los grandes hitos de su gestión. Tendrá, lógicamente, una chance inmejorable para profundizar la autonomía de la Ciudad. El jefe de Gobierno quiere sacarle jugo a la transición sin sobresaltos y comenzar rápidamente a imponer su sello. Aunque se le complicó y mucho el casting para formar el plantel (las “estrellas” del partido privilegiaron la Rosada o cruzar la General Paz), disfrutará de las mieles del segundo plano. Sin duda, el foco de atención no estará en su distrito.

Distinto es lo que tendrá que atravesar Vidal en la Provincia. La exvicejefa de Gobierno se encontró con una realidad más que asfixiante. “No va a ser fácil, recibimos una provincia quebrada”, soltó en su primer discurso, cuando asumió en la Legislatura bonaerense. Porque más allá de los buenos modos en el traspaso, a diferencia de lo que ocurrió entre Cristina Kirchner y Macri, Scioli deja un verdadero campo minado. El explosivo más difícil de desactivar será el déficit de 15.000 millones de pesos. De hecho, el nuevo ministro de Economía bonaerense, Hernán Lacunza, aseguró que si no fuera por el salvoconducto que extenderá el Tesoro nacional, no habría fondos para el pago de sueldos y del medio aguinaldo de fin de año. A Vidal no le quedará otra que recurrir al mercado de capitales para poder financiar las obras de infraestructura (principalmente las hídricas que eviten futuras inundaciones) y pelear por un nuevo esquema de coparticipación. Hoy, Buenos Aires produce el 35 por ciento y recibe el 18 por ciento de los fondos coparticipables. Está visto que con este reparto la caja del distrito más importante del país seguirá en rojo in aeternum. La novedad del caso es que Macri está dispuesto a dar la discusión sobre la coparticipación. Cuestión medular para Vidal, ya que encontrará en la Casa Rosada un partenaire que le permitirá abordar con una red de contención el sinfín de desafíos que tiene por delante. Aunque, a decir verdad, habría que dar vuelta el análisis, debido a que el principal interesado en que Vidal lleve a cabo un buen gobierno es el propio Macri. Así lo hizo saber desde el preciso instante en que esta derrotó a Aníbal Fernández. “La prioridad para armar el equipo lo tiene María Eugenia”, repetía el expresidente de Boca Juniors cada vez que lo consultaban sus dirigidos.

Esa decisión no solamente se cumplió a la hora de completar la grilla de ministros sino también se verá a futuro en materia presupuestaria. Sin lugar a dudas, las grandes obras se pondrán en marcha en territorio bonaerense. Macri sabe que de ahora en más su capital político se encuentra principalmente en la Provincia y ya no más en la Ciudad. Eso sí, más allá de tenerla allí a Vidal, la gran revelación política de este año, sabe que toda la responsabilidad terminará recayendo en sus hombros.

La alegría de haber ganado la triple corona tiene como contraparte un riesgo altísimo. Serán clave los primeros días como mandatario. Sobra decir que el flamante jefe de Estado tiene por delante muchos frentes de batalla: inflación, déficit galopante, el desaguisado del mercado cambiario y el conflicto con los holdouts, entre otros.

No será un desembarco sencillo el del ingeniero. En especial porque sabe que, pasada la luna de miel, será a él a quién le cuenten las costillas. A él y a nadie más. El “sí se puede” pasó a ser “sí se pudo”. Ahora resta gobernar. Ni más ni menos.

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