La UCA, contra la Vuelta al Mundo

La UCA, contra la Vuelta al Mundo

¿Se acabó el sueño antes de nacer? Las autoridades de la UCA se mostraron contrarias a la idea de que una Noria se establezca en las cercanías de sus claustros. La licitación estaba en marcha.


Cuando parecía que Buenos Aires -y, dentro de la ciudad, el barrio de Puerto Madero- se encaminaba por la línea recta -es decir, la más corta- a poseer su propia “Vuelta al Mundo”, Noria Gigante o Rueda de Hierro propia, que competiría con las de Londres, Viena, Singapur, Las Vegas, Seattle y París, las autoridades de la Universidad Católica Argentina pusieron el grito en el cielo (nunca tan oportunamente utilizada la expresión) y comenzaron a echarle agua al sueño de los desarrolladores urbanos.

Con una fuerte protesta en forma de solicitada, los directivos de la UCA consideraron que la rueda “conspira contra la tranquilidad del campus” y que perjudicará “la concentración y el estudio” de sus alumnos. En una palabra, pidieron que alejen de las aulas toda esa mundana diversión.

La propia Corporación Puerto Madero -el ente bipartito de Nación y Ciudad que se encarga del desarrollo del barrio más nuevo de la ciudad- había anunciado la semana pasado el próximo llamado a licitación para la construcción de la rueda, con la esperanza de que “desarrolladores urbanos privados” se mostraran interesados en concretar las obras necesarias para que Buenos Aires tenga su atracción en las alturas.

La UCA planteó la protección de sus derechos con cierta magnánima sutileza. Habló de “la magnitud del derecho lesionado” y de la ausencia de un estudio que dé cuenta del “impacto ambiental previsible (contaminación visual, auditiva y gran movimiento de visitantes y vehículos)” que significaría la presencia de la noria a pocos metros de sus aulas.

La protesta de los obispos fue contundente. Reconocieron que “obras como ésta existen en otras ciudades del mundo, pero la decisión de ubicarla junto a una institución educativa, a pocos metros de las aulas y salas académicas, resulta irrazonable y nociva”, argumentaron con lógica de hierro.

La sutileza llegó a continuación, cuando la UCA puso en blanco sobre negro la habitual actitud irreflexiva que suele atacar a los funcionarios del Gobierno porteño, que entran en frenesí ante la proximidad de algunas realizaciones y esto los empuja a saltar por encima de las normas ambientales y urbanas para concretarlas. “No conocemos todavía ningún estudio serio sobre el impacto debido a contaminación auditiva, flujo de personas, movimiento de vehículos y estacionamiento, y tantas cuestiones implicadas. Sin embargo, en la información entregada a los medios ya se habla de licitaciones”, sentenció la conducción de la UCA, casi al borde del ataque de nervios.

De concretarse, la Vuelta al Mundo -¡cuántas parejas se formaron en las alturas de los viejos parques de diversiones, cuando los novios se perdían en la oscuridad rumbo al cielo y la invisibilidad permitía obviar la rigidez de la vigilancia materna y familiar!- estaría situada a la vera del espejo de agua que se ubica entre la calle Rosario Vera Peñaloza y Azucena Villaflor, cerca de donde se erigen el parque Micaela Bastidas, los hoteles Baena y Madero Sofitel, la Iglesia Nuestra Señora de la Esperanza y el Monumento a Juan Manuel Fangio.

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