El massismo cavila entre la lucha y la salvación

El massismo cavila entre la lucha y la salvación

Por Daniel Galvalizi

Resistir y dar pelea para remontar los resultados o buscar cobijo al amparo de otras fuerzas es la disyuntiva de los intendentes que acompañan al líder del Frente Renovador.


Dos sentimientos se perciben al dialogar con dirigentes del Frente Renovador bonaerense. En algunos persiste una voluntad de resistencia y ganas de remontar los resultados de la última elección, que por ahora los dejan lejos del premio mayor presidencial, así como de la gobernación y de buena parte de los municipios que ponen en juego. En cambio, en otros es inocultable el espíritu de resignación y la predisposición a buscar un resguardo futuro, a sabiendas de que el massismo –al menos como se lo conoce– tiene los días contados.

La Provincia es casi la totalidad del Frente Renovador, que no pudo echar raíces sólidas en el interior del país. Y es en territorio bonaerense en donde las discusiones internas y los reacomodamientos tras las PASO se vienen dando. De hecho, pocos días después de las primarias comenzaron los análisis más pormenorizados de los resultados electorales. Con todos los telegramas de cada mesa electoral subidos a la web, el peritaje de los candidatos no tardó en llegar.

El caso más resonante fue el del candidato a gobernador, Felipe Solá, quien denunció que le “robaron votos” de una forma inexplicable, especialmente en algunas mesas de La Matanza, Ezeiza, Tres de Febrero, Valentín Alsina, La Plata y Mar del Plata.

El actual diputado halló una sugestiva diferencia en su contra con respecto a la suma de los sufragios conseguidos por los presidenciables Sergio Massa y José de la Sota, quienes juntos obtuvieron 195 mil votos más que Solá, en una provincia donde el promedio de corte de boleta histórico no supera el tres por ciento.

De esa diferencia, la mayor se da en la Tercera Sección: allí Solá perdió 56 mil votos con respecto al total de UNA a nivel nacional, hecho que disparó las alarmas en su entorno. Especialmente, del candidato a diputado y vicepresidente del Concejo Deliberante de La Matanza, Fernando Asencio, quien tuvo a cargo la fiscalización en Gregorio de Laferrere. Allí, prácticamente, no hubo desequilibrios, pero sí los hubo en el vecino barrio de González Catán, cuya fiscalización estuvo a cargo del candidato a intendente y gremialista sanitario Julio Ledesma.

En su cuenta oficial de Twitter, Asencio posteó fotos de varios telegramas (muchos de ellos de mesas electorales de González Catán) en los que hay una injustificable falta de votos a Solá: en muchas mesas (y con dudosas firmas de los fiscales) aparecen cero o dos sufragios para UNA. Eso sí, solamente a nivel gobernador. Por ello, al interior del massismo bonaerense, algunos interpretan por lo bajo que puede haber sido el propio Massa quien les haya pedido a algunos de sus jefes de fiscales que hicieran un corte de boleta en contra de Solá, para que no lo supere en votos. En un principio, Solá dejó trascender que descreía de esa versión conspirativa. Sin embargo, su entorno, que originalmente le endilgaba al Pro el faltante de votos, comenzó a cambiar de postura con el paso de las horas y a mirar hacia adentro (ver aparte).

En tanto, y para sorpresa de muchos, el primer gran síntoma de resignación partidaria de cara a una derrota inevitable lo dio el propio Sergio Massa. Cuando había que mostrar más cohesión que nunca para reflotar un magro resultado, el tigrense descolocó a propios y ajenos al dejar trascender que permitirá negociaciones autónomas de los intendentes (léase, acercamientos a piacere con el kirchnerismo y Cambiemos) para que puedan mejorar su performance electoral –repartiendo la boleta local cortada junto a la presidencial de otro partido– y no ser él quien les ponga un techo.

En una entrevista al diario La Nación, dos días después de los comicios, Massa afirmó: “[Los intendentes] me dieron un piso en las PASO y lo valoro. Ahora, tanto ellos como yo tenemos que crecer y buscar nuestro techo. Mi desafío es crecer, pero también tengo que respetar los intereses de mis aliados, que se pusieron la campaña al hombro. Yo no les puedo poner un techo”.

Que el presidenciable que encabeza la boleta explicite en los medios que sus jefes territoriales tienen su aval para jugar libremente en pos de mejorar sus chances electorales –admitiendo tácitamente que su destino personal no es promisorio– es algo poco frecuente, por lo que despertó el espanto entre algunos candidatos y una sorpresa indisimulable en otros. Desde el equipo de campaña intentaron bajarles el impacto a los dichos publicados y aseguraron que había habido alguna especie de error de interpretación. Pero ya era demasiado tarde y toda la dirigencia massista se hizo eco del anuncio.

“Es un error político hacerlo público, pero es una cuestión natural que sea así”, dijo un candidato a diputado que pidió reserva cuando se le consultó su opinión. Un referente ubicado en la lista para el Parlasur fue más allá: “Esto puede ser una indirecta del propio Massa para que los intendentes le reclamen que se baje de la candidatura y forzar un pacto con Macri”.

Cabe recordar que de todos los intendentes massistas, los únicos que obtuvieron un triunfo fueron Julio Zamora (Tigre) y Luis Andreotti (San Fernando). El costo de la lealtad que pagaron Joaquín de la Torre, Mario Meoni y Carlos Selva fue muy alto y la polarización va camino a empeorar las cosas. Mientras tanto, el espejo devuelve la dura imagen de los fugados Gustavo Posse, José Eseverri y Gabriel Katopodis ganando cómodamente sus primarias. Y es sal en la herida para muchos dirigentes del FR que, por lo bajo, cada vez opinan en peores términos con respecto a su líder. Los resignados empiezan a ver al sciolismo como la última e inexorable parada en la ruta del reciclaje del peronismo, cuyos dirigentes soportan cualquier cosa menos la acefalía.

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